En México, cada día en promedio 22 niñas y adolescentes menores de 15 años llevan a término un embarazo. La mayoría de estos embarazos en niñas entre 10 y 15 años son producto de abuso sexual, evidenciado por diferencias de edad de hasta 15 años o más entre la madre y el padre, según los datos del gobierno.
Puebla, 7 de octubre (SinEmbargo).- El 18 de junio de 2024 una niña de 10 años dio a luz en Texcoco, Estado de México. Como ella, en promedio, 22 niñas y adolescentes menores de 15 años llevan a término un embarazo cada día en México, de acuerdo con los datos de la Dirección General de Información en Salud (DGIS) de la Secretaría de Salud (SSa). La mayoría implicarían abuso sexual.
Durante el año pasado, tres niñas de 10 años, 32 de 11 años y 195 de 12 años dieron a luz, de acuerdo con los registros de nacimientos de la DGIS que incluyen datos de hospitales públicos y privados. En total, durante 2024, 100 mil 635 niñas y adolescentes menores de 18 años se convirtieron en madres, lo que representa el 7 por ciento de todos los nacimientos registrados ese año.
“¿Una niña de 10 años quiere ser madre? La respuesta seguramente es no. Y es que, ¿está en condiciones de decidir, de pensarlo. De estar acompañada. De si quieres saber cuál es el proceso de un embarazo y de la maternidad?”, comentó María Fernanda Rascón, directora de la asociación civil Infancia Común, que pertenece a la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM).
“Un embarazo a esa edad implica un costo social, un costo en salud, un costo para el proyecto de vida muy importante. La mayoría de las veces sus proyectos de vida se ven estancados y se les destina exclusivamente a hacer eso: niñas madres”, dijo Julia Escalante de Haro, subdirectora de Igualdad de Género en el Consejo de la Judicatura Federal (CJF).
Pero, ¿en qué entidades están concentrados estos nacimientos? Los datos del gobierno muestran que uno de cada cuatro nacimientos con madres menores de edad durante 2024 fue registrado en tres estados: el Estado de México (10 mil 601), Chiapas (ocho mil 739) y Puebla (seis mil 890).
Durante ese año, Chiapas fue la entidad más pobre del país: el 70 por ciento de sus habitantes vivían en condición de pobreza y Puebla estuvo en cuarto lugar con el 54 por ciento de su población en esa condición, según los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). En el Estado de México la proporción fue del 49 por ciento.
“El embarazo temprano no es solo un tema de salud, sino también de derechos vulnerados, falta de acceso a educación sexual integral y condiciones sociales que limitan las opciones de niñas y adolescentes”, aseguró Rascón.
Lo que no cuentan las tablas virales sobre los nacimientos en niñas y adolescentes
En junio de 2025, se viralizaron en redes sociales dos tablas que muestran los 30 nacimientos con las madres más jóvenes y los 30 nacimientos con la mayor diferencia de edad entre madre y padre. La fuente de estas tablas es la DGIS, y detrás de esos datos hay una realidad mucho más compleja.
En primer lugar, en el sitio web de la DGIS están disponibles estas estadísticas desde el año 2008, pero la variable “edad del padre” fue incluida hace apenas cinco años: en 2020. Esto quiere decir que para los 13 años previos no es posible conocer ese detalle, pero, ¿eso hace alguna diferencia en cómo entendemos las estadísticas sobre embarazos infantiles y adolescentes?
“Conocer la edad del progenitor puede ser clave para identificar posibles casos de abuso, sobre todo cuando la diferencia es abismal. En cambio, cuando la diferencia de edad es de pocos años y ambos son adolescentes, el caso puede no implicar violencia”, dijo Karime Rocha, coordinadora de adolescentes, autonomía y sexualidad de la organización Balance.
Además, ese dato es importante porque a partir de que la Secretaría de Salud comenzó a registrar la edad del padre en los nacimientos, fue posible confirmar que la mayoría de los embarazos en niñas de 10 a 15 años son producto de abuso sexual, evidenciado por la gran diferencia de edad entre madre y padre, aseguró Escalante.
Los datos de la DGIS lo confirman: al analizar los nacimientos de madres de 10 a 17 años durante 2024, la Unidad de Datos de SinEmbargo encontró que el promedio de diferencia de edad con el padre fue de 15 años.
Las tablas que se viralizaron en junio muestran que las niñas más jóvenes que llevaron a término un embarazo durante ese año tenían 10 años. Pero María Fernanda Rascón dice que algunas activistas tienen conocimiento “de algunas comunidades en Michoacán en donde acompañaron nacimientos en los que la madre tenía nueve años, y esos casos no están en esos datos”.
En 2022 sí fueron registrados dos nacimientos en los que la madre tenía nueve años; en 2021 fueron cinco y en 2020, 11. La tendencia sugiere que en años anteriores el número de niñas de nueve años que llevaron a término un embarazo era aún mayor, pero la falta de esta variable hace imposible conocer esa información.
Madres de nueve años: lo que muestran los datos desde 2020
Si el panorama de 2024 resulta alarmante, mirar más atrás en el tiempo lo vuelve todavía más preocupante. Los registros de la DGIS desde 2020 muestran que los embarazos en niñas extremadamente jóvenes (incluso de nueve años) no son casos aislados de un solo año, sino una constante documentada.
Así, los 30 nacimientos de madres más jóvenes entre 2020 y 2024 empiezan desde los nueve años y son los siguientes:
Al respecto, Rascón dice que “empezar a hablar de estas violencias sexuales es fundamental” y destaca que, aunque existe una cifra oficial, es necesario buscar otras formas de obtener información debido a que “el subregistro es gigante”.
Sobre las posibles causas de este subregistro, explicó que podría deberse a la falta de estandarización en los procedimientos. Por ello, consideró importante avanzar hacia una homologación que permita que en todo el país (en centros de salud, hospitales, clínicas y registros civiles) se recopile y centralice esta información.
Rascón reconoce que el reto es grande, especialmente en comunidades alejadas, como las ubicadas en zonas montañosas o serranas, que en su mayoría son indígenas. En estos lugares persisten obstáculos para acceder a hospitales, clínicas o registros civiles, lo que impide que muchas personas ejerzan plenamente su derecho a una identidad. “Ahí hay, de entrada, un gran subregistro”, concluyó.
Estado civil y maternidad temprana, un reflejo de contextos de vulnerabilidad
Para la niña de 10 años que dio a luz en Texcoco en junio de 2024, ese no era el primer embarazo que llevaba a término. Según los datos de la DGIS ya había tenido un hijo, aunque no es posible saber cuándo porque esto no está capturado en la base. Como ella, el 9 por ciento de las menores de edad que dieron a luz en 2024 ya tenían un hijo o hija.
Además de la edad de la madre y del padre, los datos de la DGIS permiten conocer cuántas de estas niñas y adolescentes ya habían tenido embarazos previos, así como su estado civil al momento del nacimiento. Estas variables ofrecen un panorama más completo sobre las condiciones en las que se desarrolla la maternidad infantil y adolescente en México, y muestran que en muchos casos no se trata de un hecho aislado, sino de una situación repetida y vinculada a contextos de violencia y desigualdad.
El 90 por ciento de las niñas y adolescentes menores de 18 años tuvo un solo embarazo registrado, es decir, fue su primer y único embarazo. Sin embargo, un grupo importante ha experimentado embarazos repetidos:el nueve por ciento adolescentes tuvo un embarazo, para 527 (el 0.5 por ciento) ese era su tercer embarazo, y hay casos aislados (57 menores de edad) con hasta siete embarazos antes de cumplir la mayoría de edad.
En cuanto al estado civil de las madres menores de 18 años que dieron a luz en 2024, el 73 por ciento se encontraba en unión libre, seguida por quienes declararon estar solteras (24 por ciento). En menor proporción, mil 162 niñas y adolescentes fueron registradas como casadas, a pesar de que el matrimonio infantil está prohibido en México. Otros estados civiles como separada, viuda o divorciada suman cifras mucho menores. Estos datos revelan que gran parte de los embarazos ocurren dentro de relaciones formales que, aunque no siempre reconocidas legalmente, son comunes en diversos contextos sociales y culturales del país.
Y es que los embarazos infantiles y adolescentes no ocurren sólo en comunidades indígenas o rurales, sino también en zonas urbanas y marginadas en general, explicó Escalante. Y los datos de la DGIS muestran que el 85 por ciento de las menores de edad que dieron a luz en 2024 no se consideran indígenas.
El papel clave del presupuesto para prevenir y atender embarazos en niñas y adolescentes
Julia Escalante destaca que, aunque en mujeres adultas ha disminuido la mortalidad materna, en niñas y adolescentes las cifras no han cambiado en décadas, lo que evidencia que los embarazos en menores siguen siendo un problema estructural.
Tanto Escalante como Rascón y Rocha coincidieron en que los embarazos infantiles (hasta los 14 años) siempre deben ser abordados como casos directos o indirectos de abuso sexual. No obstante, las adolescentes necesitan una atención diferente.
Para Rascón, los embarazos adolescentes «pueden venir de causas estructurales, sociales, culturales o políticas, pero también pueden ser decisión propia incluso a edades tempranas”, por lo que “es importante ver si la decisión fue consentida y libre, también revisar si hubo una relación de poder o coerción».
Rascón agregó, además, que “a las adolescencias hay que acompañarlas, no desde el adultocentrismo (…) brindar todas las herramientas y hacer un acompañamiento para la maduración de si quieren ser madres o no”.
Y para poder abordar los embarazos infantiles y adolescentes desde estas perspectivas, es necesario que las autoridades prioricen estos temas en el presupuesto.
Julia Escalante explicó que aunque existen campañas de educación sexual “padrísimas, hermosas y contextualizadas” para poblaciones urbanas, rurales, indígenas y afrodescendientes, estas pierden impacto si no hay entornos habilitantes, como escuelas, centros comunitarios o servicios de salud cercanos.
El financiamiento garantiza que haya personal capacitado, métodos anticonceptivos disponibles y espacios seguros para niñas y adolescentes. “El presupuesto es importante porque eso puede generar que se establezcan entornos habilitantes donde estas campañas de sensibilización lleguen y donde la cobertura anticonceptiva y los servicios amigables tengan recursos que ofrecer”, subrayó Escalante.
Rascón cuestionó si una niña de 10 años realmente quiere ser madre, y al revisar los datos oficiales de México surge una pregunta aún más urgente: ¿quiere ser madre con un hombre que le lleva 15, 20 o incluso 30 años de diferencia?
Fuente: sinembargo