PROPICIAR MÁS UNIÓN FAMILIAR Y COMUNITARIA FRENTE A LA VIOLENCIA EN Q. ROO

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No, no lo sé. No sé si es porque nací en esta tierra, la cual disfruté de pequeña y era, en realidad, un paraíso. Ahora lo sé. Arena blanca, selva, manglares en los que se veían nadar peces, tortugas, e infinidad de animales que llegaban hasta los patios de las casas, como los venados o el cerdo de monte. Mi madre incluso tenía de mascota un pavo de monte.

Los primeros pobladores de Quintana Roo no se dieron cuenta hacia dónde iría este lugar al convertirse en estado. Los ciudadanos, distraídos por los problemas familiares y económicos inmediatos, o por sus rutinas que les daban tranquilidad, no imaginaron en lo que se convertiría su ciudad y su estado.

Hace unas semanas, fui a una reunión con algunas conocidas, y una de ellas me llamó a un lado para contarme lo que había vivido: habían secuestrado a su hijo. Ella no es de una familia adinerada de la capital, por lo que me sorprendió aún más lo que me contó. Su familia tuvo que ingeniárselas para pagar un rescate de 500 mil pesos, y ahora está endeudada y afectada psicológicamente, al igual que su nuera y su hijo.

En el mercado, una propietaria de un local, a quien conozco desde hace más de 15 años, me comentó que le secuestraron a su hija y tuvo que pagar 400 mil pesos para que se la devolvieran. Sin embargo, uno de los secuestradores la violó.

En ninguno de los dos casos acudieron a denunciar, por el gran temor de que no les entregaran a sus seres queridos con vida. ¿Cuándo en Chetumal o Calderitas íbamos a imaginar que sucederían casos tan violentos?

Pero así estamos, y por eso, este 15 de septiembre, muchas familias optaron por quedarse en casa y convivir en reuniones familiares o de amigos. A diferencia de años anteriores, no fueron a la explanada a escuchar el Grito o a bailar con el grupo musical. No estamos mejor en Q. Roo, y en el municipio de Othón P. Blanco, menos aún. Tantas vallas para los eventos, tanta seguridad, tantas cuadras que caminar, precisamente por los filtros de seguridad…

No me cabe duda de que los ciudadanos, con pesar, están aceptando que ya no pueden estar alejados de la toma de decisiones políticas. Viajé a Cozumel e Isla Mujeres, y para mi sorpresa, la situación es similar, a pesar de que son islas y debería haber más control.

Los actos violentos como el secuestro, el cobro de derecho de piso y el robo a casas han aumentado desmedidamente. Sin embargo, pocos se atreven a denunciar. De eso no tengo duda.

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