Las protestas lideradas por la Generación Z en distintos países del mundo marcan un nuevo despertar político global. Jóvenes cansados del sistema desafían las estructuras de poder con una fuerza que trasciende ideologías y fronteras.
Un nuevo fantasma se cierne sobre el mundo, esta vez, el fantasma de la juventud. Nepal, Madagascar, Perú, Ecuador, Indonesia, Filipinas y Paraguay han sido testigos en las últimas semanas de manifestaciones a gran escala por parte de la Generación Z, mismas que han formado una ola de levantamientos de este grupo etario. Este espectro ha espantado a más de un gobierno y sorprendido más allá de sus respectivas fronteras. ¿Es rebeldía, ingenuidad e inexperiencia? En realidad, sobrepasa las especificidades de cada nación. Septiembre de 2025 ha marcado un antes y un después en la desilusión sistemática de una aspiración del mundo del hoy y el mañana.
En un planeta cada vez más conflictivo, distópico, cruel, insensible e inhumano, no han sido sino los jóvenes los que han levantado la voz, los que han criticado al sistema en vez de conformarse con integrarse y adaptarse a la imposición de una estructura que enajena y donde, “por lo menos”, medio se permite vivir con lo que te tocó. No. Han sido en su mayoría jóvenes quienes no han quitado el dedo del renglón sobre la crisis climática y Gaza en los últimos años, esos que han hablado y señalado incansablemente la injusticia y el descaro que cometen aquellos que crecieron y aprendieron a ser indiferentes y tener los ojos ciegos ante lo roto y corrompido del sufrimiento ajeno, ante la falta de sueños y aspiraciones.
Existir no es resistir, y eso lo ha probado esta generación. Desde los años 60s del siglo pasado los jóvenes fueron vistos y tomados en cuenta en sociedad como una generación despierta, rebelde y crítica: los movimientos estudiantiles alrededor del mundo dieron muestra de la conciencia juvenil y la llama ardiente por cambiar lo injusto y reformar el statu quo. Se puso la vara alta. Este último mes se ha dejado en claro que no se trata solo de estudiantes manifestándose, sino que los principales convocantes son masas de jóvenes trabajadores, formales e informales, educados y bien conscientes de que la idea de “futuro” se está erosionando en manos de quienes no están viendo por el presente ni futuro de las generaciones, sino por el poder.
Eso es lo más interesante de esta generación, que, ya desesperada, muestra su descontento y desilusión de un sistema de ideología neoliberal que solo sus mayores han calificado de exitoso. Son aquellos que no sienten apego por un lado del espectro geopolítico ni por el otro, sino que ven a la izquierda y a la derecha como el mismo establishment político. Y eso es lo que alerta a la estructura mundial: que en todos los países donde han emergido han logrado terremotos sociales y políticos de enorme fuerza e impresionante rapidez, además de que, al no posicionarse de un lado u otro de la balanza, hacen que las izquierdas y las derechas identifiquen como peligroso el no tener control de la situación.
Es impresionante lo que han logrado: derrocar al primer ministro de Nepal, al presidente del senado y otros funcionarios de alto nivel de Indonesia, que Dina Boluarte se fuera, que el presidente de Madagascar fuera derrocado y que el reino de Marruecos reconociera que antes que el mundial va lo fundamental como la salud, por mencionar solo algunos casos.
Nos llaman generación de cristal. Una generación sin demandas, un apacible sujeto político. Que no aguantamos nada, que nos supera la inexpertis y que nos falta mucho por vivir. Que dejemos en manos de nuestros mayores las decisiones importantes, o que la vida es así y ni modos. Nos dicen que somos una generación apagada, pero cuando se percibe que una chispa se enciende no tarda en encasillarse a uno de rebelde, desobediente, desafiante. Que si es por la crisis climática o si es por el sistema político, da lo mismo. Se nos juzgó mal, terriblemente mal. La Gen Z ha probado que el descontento con la gerontocracia es generalizado y mundial, independiente del contexto específico. Es un fenómeno que se tiene que comprender fuera de los marcos ideológicos que rigen las mentes cuadradas de aquellos que son adultos en el mundo inerte de hoy. La buena noticia es que, los que les seguimos, estamos más que enérgicos por intentar desafiar el sistema.
Fuente: Heraldo de México








