La mano “tortillera”

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El gobierno que le vendió Camiones Dina a Raymundo Gómez, luego le vendió Banca Cremi en 1991 (que quebró en 2001) y, casi al finalizar el sexenio de Carlos Salinas de Gortari les vendió la joya de la corona: la fábrica del alimento predilecto de las familias mexicanas: Minsa, sí, la de las tortillas.

El Fobaproa. Esa joya de la creatividad política mexicana, es muy del PRI, muy “pre-guinda”. En este caso, no deja “muñeca” con cabeza. Es más, la protagonista de esta columna, perderá hasta “la gracia” con lo que van a leer.

Precuela.

Siempre hay un capítulo previo al Fobaproa, particularmente en el salinismo, que hizo multimillonarios a varios apellidos conocidos, como los Slim con Telmex, quienes jugaban a los más altos niveles; nivel presidente. Pero hubo otros neoempresarios que también se beneficiaron de enormes privatizaciones, simplemente a nivel de secretario particular: Córdoba Montoya, anote usted. Y ahí empieza todo para esta flamante “cabildera del T-MEC 2026”. Arranca con su padre y “su padrino”.

Raymundo Gómez compró Dina en 1989 y, casualmente, se convirtió en la principal fabricante de autobuses y camiones de carga en México a finales del siglo XX. Menciono los camiones porque aquí se cruzan los destinos, con otra familia priista de superaltos vuelos: los Hank. Tengan paciencia, que este cruce es doble. Ahorita les explico.

El gobierno le vende Camiones Dina a Gómez. Luego le vende Banca Cremi en 1991 (que quebró en 2001) y, casi al finalizar el sexenio de CSG, les vende la joya de la corona: la fábrica del alimento predilecto de las familias mexicanas: Minsa, sí, la de las tortillas.

¿Cómo se pudo lograr tal cosa?

Pues por la sólida amistad entre Raymundo Gómez y José Córdoba Montoya. Una amistad que se convirtió en una sociedad empresarial… en las sombras. ¿A qué viene tanta historia? ¿Qué tiene que ver esto con Morena, AMLO, Sheinbaum y… nada más y nada menos que Beatriz Gutiérrez Müller? Todo.

Inhale y exhale

Pues “el padrino”, Córdoba Montoya, está metidísimo en la ‘4T’. Pero no vayan a pensar que frontalmente. Digamos que se disfraza de juventud, de coronas y vestidos de princesa, de grandes diseñadores europeos, de discursos pro-Claudia y proempresariales. Sí, se disfraza de Altagracia Gómez.

Es la visión de Córdoba Montoya, “el padrino”, la que teje la incursión de Altagracia en la vida de Claudia Sheinbaum, la candidata. Es una oportunidad que el poderoso priista y aprendiz-maestro de CSG vio y que no quiso desaprovechar.

Altagracia se coló a los círculos más cercanos de Claudia. La traía en el WhatsApp, capitalizando esa necesidad de proyectar una imagen proempresarios y promujer. Qué mejor que la heredera de uno de los imperios más grandes de México: el de la tortilla. Qué mejor emblema que el alimento por excelencia de los mexicanos, y ¡se logró!

Todo se “transformó” de manera “orgánica” en la transición.

Altagracia encabezó la visión empresarial de la administración claudista, incluso incomodando a personajes “a modo” como Francisco Cervantes, presidente eterno del CCE.

Par de momentos que debemos revivir

En mayo pasado, el recordatorio del (maldito) Fobaproa (como maldicen la deuda de Pemex de los neoliberales) provocó el exilio público de Altagracia.

La presidenta Sheinbaum se sintió incómoda cuando le recordaron que el papá de Altagracia se benefició del Fobaproa (seguro ni lo sabía). Tuvo una intervención bastante forzada en la convención de la ABM por esa acusación. De hecho, tuvieron que pasar algunos meses para que resurgiera y retomara sus responsabilidades públicas en el Plan México (pura letra y nada de presupuesto público). Y hoy está en la mesa del T-MEC, que se negociará en enero de 2026. Aunque quién sabe si llegue hasta allá.

¿Por qué? Porque hay una casualidad y un abuso, que junto con el Fobaproa (de su papá Raymundo, que sí es cierto), podrían descarrilarla por completo y expulsarla para siempre del “Olimpo guinda”.

La casualidad es que su familia es dueña del edificio donde se ubica la oficina de la Embajada española (en Masaryk y Molière) donde se documentó que Beatriz Gutiérrez Müller acudió a reclamar su nacionalidad española, para irse a vivir a La Moraleja, en Madrid.

El abuso es de confianza y de autoridad. Y tiene componentes históricos. Comenté al principio que el apellido Gómez y el apellido Hank se cruzaron con la compra de Camiones Dina del papá de Altagracia. Porque los Hank son socios de Mercedes Benz en la planta de camiones de Freightliner en el Edomex. Son competidores desde entonces, pues. Pero el futuro y los matrimonios los volverían a poner frente a frente: Maseca.

El 7 de octubre de 2024, la Cofece concluyó que Maseca (Gruma) “debe vender cinco de sus plantas, para reactivar la competencia en el mercado de harina en México”. ¿Y a quién creen que se las tiene que vender? Nada más y nada menos que a Minsa. Sí, a Altagracia.

¿Cómo es que la Cofece actuó tan rápido y tan específico? ¿Por qué actuaría con tal velocidad, si desaparecerán ese organismo autónomo antimonopolio, para pasar sus funciones a la Secretaría de Economía?

Fuerte a pico de botella

Altagracia tuvo la cobertura mediática para confirmar que era ella, y nadie más que ella, la empresaria mujer de mayor confianza de Claudia Sheinbaum, la primera presidenta en la historia de México. Si Córdoba Montoya tuvo la visión para insertar a Altagracia en el primer círculo de la ahora presidenta, entonces también tuvo la visión para que “su ahijada” pudiera influir para “aplicarle la ley” a Maseca y que Minsa convierta a su CEO en “La reina de la tortilla”. Los Gómez y los Córdoba Montoya tendrían un imperio, al amparo de la ‘4T’, con “el hambre del pueblo”.

Agárrese

Asumiendo, como lo gritaba AMLO a los cuatro vientos, que “el presidente lo sabe todo”, entonces es muy fácil concluir que la venta direccionada de Minsa al papá de Altagracia fue un acuerdo entre el presidente con su secretario particular, Córdoba Montoya. El pago a su lealtad. La privatización que representaría el negocio de su vida y su blindaje financiero. ¿Quién iba a pensar que “la mano tortillera” mecería la cuna del segundo piso de la ‘4T’? Ni en las peores pesadillas de Claudia Sheinbaum.

Fuente: EF

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