¿El primer ‘vudú’ de la historia? Hallan pruebas de un ritual que ya se celebraba hace 12.000 años

La cueva Cloggs, en el sureste de Australia, ha revelado artefactos de la última Edad de Hielo que concuerdan con los relatos de los primeros exploradores de la zona a finales del siglo XIX, que narraban las costumbres de los aborígenes

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En 1887, el antropólogo y explorador australiano Alfred Howitt viajó a la zona en la que vivía el pueblo GunaiKurnai, en el sureste de Australia. Durante su estancia, documentó un curioso ritual llevado a cabo por los ‘mulla-mullung’, una suerte de curanderos o hechiceros de alto estatus. Estos druidas tomaban algo de la víctima -un mechón de pelo, restos de sus deposiciones o, si no se tenía otra cosa, ropa- y lo ataban al extremo de un palo junto con algunas plumas de halcón águila y algo de grasa humana o de canguro. En un lugar retirado, lejos de miradas indiscretas, el mulla-mullung plantaba el palo en el suelo, con cuidado de que no se cayera, y quemaba el objeto personal del protagonista del ritual mientras recitaba una suerte de sortilegio. Cuando el palo se caía, el hechizo estaba completo.

Las crónicas de la época no dejan claro el objetivo del rito: algunos señalan que el mulla-mullung era un estimado ‘médico’ que trataba de curar a la gente, si bien vivía alejado del resto de la comunidad; y algunos relatos europeos aseveran que esta práctica era para ‘embrujar’ o ‘hechizar’ a la víctima a la que se le despojaba de su objeto personal.

Sea como fuere, los GurnaiKurnai pasaron su conocimiento de padres a hijos de forma oral, ya que esta esta cultura no poseía lengua escrita, algo que dificulta que la transmisión del rito, que puede ir variando o acabar desapareciendo. De hecho, otros ejemplos señalan que este tipo de costumbres no suelen perdurar más allá de unos siglos. Sin embargo, en este caso es distinto: el hallazgo de pruebas consistentes con celebraciones similares en la Cueva Cloggs hace unos 12.000 años señalan que esta tradición se mantuvo durante milenios a través de 500 generaciones distintas, convirtiéndola en la práctica cultural más antigua y continua transmitida oralmente conocida hasta la fecha. Los resultados se acaban de publicar en la revista ‘Nature Human Behaviour‘.

La mágica cueva Cloggs

En 2019, un grupo de arqueólogos centraron sus esfuerzos en analizar la cueva Cloggs, un yacimiento situado en los Alpes australianos, una zona al sureste de Australia salpicada de cantos rodados y cuevas de piedra caliza, que se extiende hasta la costa victoriana. La zona fue descubierta y estudiada en la década de los 70, y entonces ya se encontraron restos de canguros gigantes extintos, herramientas de piedra de aborígenes que databan de la última Edad de Hielo (hace entre 21.000 y 11.500 años) y hogares -pequeños fuegos- enterrados. Sin embargo, la perspectiva de esta nueva incursión quería tener en cuenta algo que la primera no había tomado en consideración: la relación con la historia de los GurnaiKurnai y sus tradiciones -además de su respeto hacia estas tierras, que ahora se reconocen como su propiedad histórica-.

Así, con esta nueva visión, el grupo halló restos de minerales triturados que quizá se utilizaron en algún rito; o estalactitas partidas intencionalmente hace más de 23.000 años, según la datación de las partes que se habían regenerado posteriormente. También encontraron una especie de monolito enterrado rodeado de antiguas hogueras que se habían encendido hace entre 2.000 y 1.600 años. Lo que no hallaron fueron pruebas de que grupos humanos hubieran vivido allí: nada de restos de alimentos o desechos que indicaran una permanencia duradera.

«La cueva no era sólo un refugio de un ambiente frío, sino un escenario de actividades mágicas, sociales y culturalmente ricas que se remontaban a milenios. La gente la evitaba en la vida cotidiana y probablemente solo la utilizaban los mulla-mullung», escribió el mismo equipo en un artículo publicado en The Conversation. Pero la cueva aún guardaba más secretos.

Unos extraños palos enterrados

Durante las excavaciones, el equipo halló unos extraños palos de madera que habían sido trabajados, quitando las ramas y brotes aledaños, dejándolos lisos. Presentaban leves marcas de quemaduras en un extremo, y se encontraron unas pocas cenizas bajo ellos, como si se hubiera quemado algo de pequeño tamaño. Sin embargo, no había indicios de una fogata sobre el suelo. Análisis posteriores revelaron, además, restos de grasa animal o humana untada sobre estos artefactos, lo que coincidía con el ritual de los mulla-mullung.

Imágenes de las dos pequeñas fogatas encontradas en la cueva de Clogg
Imágenes de las dos pequeñas fogatas encontradas en la cueva de Clogg DAVID ET AL. NATURE HUMAN BEHAVIOUR

Alrededor, algunas rocas y heces de wombat, un animal con unas características cacas cuadradas que, sin embargo, no suele morar las cuevas, por lo que los autores piensan que probablemente fueran transportadas hasta allí para mantener en pie los palos. Los investigadores no hallaron indicios de que aquel fuego se utilizara para cocinar o para resguardarse, por lo que la teoría de que esa zona fue escenario de un ritual como el descrito por Howitt gana enteros.

«Rara vez se encuentran artefactos de madera bien conservados en los yacimientos arqueológicos del Pleistoceno y del Holoceno temprano en Australia, ya que las estaciones seca y húmeda afectan a los sedimentos, estimulando la actividad microbiana, que degrada la materia orgánica», explican los autores. Pero aquí, en la cueva Cloggs, la sequedad y la estabilidad de las temperaturas, así como el hecho de que fueran enterrados inmediatamente después de su uso, ha obrado el ‘milagro’.

Aunque autores reconocen que esta interpretación está limitada a los restos materiales encontrados, sin lugar a dudas estos corresponden muy bien con las crónicas de los arqueólogos del silgo XIX y principios del XX que describieron estas prácticas. «Esta combinación única indica la transmisión de una práctica cultural local muy específica a lo largo de 12.000 años. Estos hallazgos no se refieren a la memoria de prácticas ancestrales, sino a la transmisión de conocimientos prácticamente sin cambios, de una generación a la siguiente, a lo largo de unas 500 generaciones«, indican.

Fuente: ABC

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