Los datos están ahí, pero falta voluntad política
Latinoamérica vive de espaldas a una verdad incómoda: la economía de la región se sostiene sobre los hombros de millones de mujeres y, aun así, sus derechos y su trabajo siguen relegados a un segundo plano. No se trata de un problema “social” que se pueda resolver con discursos inspiradores o campañas color pastel. Es un problema económico, estructural y urgente.
Mientras los gobiernos celebran cifras de crecimiento y las empresas presumen de competitividad, las mujeres de la región realizan -sin salario ni reconocimiento- gran parte del trabajo que hace posible ese crecimiento: cocinar, limpiar, cuidar niños, ancianos y enfermos. Según la CEPAL, si se contabilizara ese trabajo no remunerado, el PIB de nuestros países se dispararía. Pero como no entra en las cuentas oficiales, se invisibiliza y se da por hecho.
A esta explotación silenciosa se suma otra: la brecha salarial. En promedio, las mujeres latinoamericanas ganan 17% menos que los hombres por el mismo trabajo. Y si son indígenas, afrodescendientes o viven en zonas rurales, la brecha es todavía más brutal. No es falta de talento ni de preparación; es discriminación disfrazada de “realidad del mercado”.
Los datos están ahí, pero falta voluntad política. El Banco Mundial advierte que cerrar la brecha de género podría aumentar el PIB regional hasta un 14 por ciento. Sin embargo, seguimos atrapados en políticas tibias, programas piloto y compromisos que se diluyen en cada cambio de gobierno.
Las soluciones son claras y no admiten medias tintas:
• Igualdad salarial por ley, con mecanismos reales de supervisión y sanción.
• Inversión masiva en servicios de cuidado para que las mujeres puedan acceder al mercado laboral sin tener que elegir entre trabajar o cuidar.
• Acceso a financiamiento que no discrimine por género, edad o ubicación geográfica.
• Paridad en la toma de decisiones: no como cuota simbólica, sino como condición mínima para un sistema económico que aspire a ser justo.
La pregunta no es si la economía latinoamericana puede darse el lujo de integrar plenamente a las mujeres. La pregunta es: ¿cuánto tiempo más vamos a sostener un modelo que se lucra de su trabajo sin pagarlo?
Porque sin mujeres no hay economía. Y la paciencia, como los recursos, tiene un límite.
Fuente: Heraldo de México / LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA








