Acompañar a tu hijo hasta dentro de la clase, ¿sí o no? Argumentos a favor y en contra

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La entrada en la escuela infantil supone el primer momento de separación prolongada entre padres e hijos. Varias expertas explican las claves de este proceso

Para muchas familias comienza en estos días la vuelta al cole, mientras que para otras se inaugura su entrada en un terreno totalmente desconocido hasta la fecha como es la escolarización de sus pequeños. Llevar a sus hijos a una escuela infantil (de 0 a 3 años) requiere, sin duda, un periodo de adaptación con el objetivo de facilitar la transición tanto de los niños como de sus padres, los que verdaderamente son consciente de los cambios que se les vienen encima a ambos.

La entrada a la escuela infantil es para los hijos la primera experiencia de separación prolongada de sus padres o cuidadores principales, lo que hace que el período de adaptación sea fundamental para que se acostumbren gradualmente a este distanciamiento y se sientan seguros en su nuevo entorno. No hay que obviar que es un período de transición que implica ajustes emocionales, sociales y cognitivos tanto para ellos como para sus familias, además de establecer nuevas relaciones con los educadores y compañeros y adaptarse a las rutinas y normas del entorno escolar.

 Marina Ametller, especialista en sueño infantil y fundadora de Xanababy lamenta, no obstante, que, a pesar de décadas de investigación sobre la importancia del apego seguro en los primeros años, «en la mayoría de las escuelas infantiles españolas todavía se impide que los padres puedan acompañar a sus hijos dentro del aula durante la adaptación. El resultado: bebés que lloran desconsolados, niveles de cortisol disparados y una entrada innecesariamente traumática en esta nueva etapa«. Asegura que actualmente la evidencia es clara: los bebés menores de tres años necesitan construir un vínculo seguro con su nueva cuidadora, y eso se logra con menos estrés y llanto si al principio la familia acompaña dentro de la clase».

Para esta profesional, separarlos de golpe hace que aumente la posibilidad de llanto y de rechazo. «Es un escándalo -matiza- que en pleno 2025 aún se normalice. Hay investigaciones como las de Ahnert et al. (2004) y Watamura et al. (2003) que demuestran que la adaptación acompañada reduce el llanto y los niveles de cortisol en los niños. »El NICHD Early Child Care Study (1997–2006) también confirma que la sensibilidad del cuidador y la presencia gradual de los padres favorecen un apego seguro y un mejor ajuste social a largo plazo«.

Ametller puntualiza que el aumento del estrés no solo afecta al bebé en el momento: «se ha vinculado con mayor irritabilidad, problemas de sueño y dificultades de regulación emocional durante el resto de la jornada. Además, el hecho de que las familias se queden fuera del aula, produce un sentimiento de culpabilidad e impotencia que también aumenta el cortisol y el estrés de los progenitores, sobre todo si el bebé empieza a llorar y no se les permite intervenir. Va en contra del instinto natural de los padres«.

No es de la misma opinión Beatriz Trujillo, directora de la Escuela Infantil ‘My Little Peas’, quien no permite entrar a los progenitores dentro del aula. «Considero que siempre que hay una separación de los padres habrá lloros, ya sea dentro o fuera del aula. Los niños se ponen tristes, es normal, se van sus personas de referencia y se quedan en un sitio sin entender, si son muy pequeños, si después van a ir a buscarles o no sus padres. Pero es un desaliento que les dura cinco minutos porque en seguida se dan cuenta de que están con más niños en una clase llena de juguetes divertidos distintos a los suyos, con música, profesoras que les dan cariño y achuchones… Además, tampoco podemos tener a 15 padres en nuestras aulas y no todos tienen posibilidades de disponer de unos días de permiso laboral para estar con sus hijos en la escuela. Lo mejor es que los padres les despidan en la puerta del centro con una actitud muy positiva diciéndoles que se lo van a pasar muy bien en clase y, sobre todo, que luego van a ir a buscarles, y darles un beso«.

Añade que el hecho de que los padres pasen al aula «es más bien un consuelo para ellos como adultos, para que los progenitores se queden tranquilos al verles hasta el último minuto cómo se quedan. Es una adaptación para adultos. Hay que pensar que cuando hacen la matrícula, ya les enseñamos todas las instalaciones, el aula en el que van a estas los pequeños y cómo funcionamos, y si deciden traer a su hijo deben confiar en los profesionales que estamos con su hijo. Los primeros días siempre son de adaptación y los pequeños pasan tan solo unas horas que van aumentando según pasan los días. Además, tenemos un contacto muy personalizado y cercano y nos comunicamos por una aplicación y por whatsApp para cualquier cuestión que necesiten saber. Sobre todo en este comienzo de adaptación si hemos fijado por ejemplo que el niño pase dos horas en el centro, los padres nos preguntan cómo está pasando la mañana su hijo, y si les decimos que están muy tranquilos, muchas veces deciden dejarles más tiempo. Progresivamente van avanzando y después se quedan a comer, a la hora de la siesta. Vamos respetando el ritmo de los niños«.

Denise Zarruk, directora de Mundo Mozart, reconoce a ABC que en sus dos centros de Madrid no permiten que los padres acompañen a sus hijos dentro del aula, pero en su centro de Valencia sí. ¿La razón? «Nos hemos percatado de que en Madrid muchos padres no obtienen permiso de sus empresas para tener 3 o 4 días libres al comienzo de esta etapa de iniciación de sus hijos en la escuela infantil. Sería injusto, y nada positivo para estos adultos y para los niños, que unos progenitores puedan acompañar a sus pequeños mientras que otros no. Sin embargo, en Valencia, esta posibilidad de tener unos días libres en su empresa para facilitar este proceso de adaptación está más normalizado y todos los padres se involucran de manera muy satisfactoria para ambas partes«.

No obstante, Zarruk explica que en Madrid han desarrollado un método alternativo, más humano y ajustado a la realidad de muchas familias. «Dado que muchos padres no pueden permitirse tomar días adicionales de vacaciones o asuntos propios en septiembre, hemos puesto en marcha un modelo flexible, progresivo y emocionalmente respetuoso que comienza antes del inicio del curso, durante la baja maternal y paternal. De esta forma hacemos viable que los progenitores puedan estar presentes«.

El programa en concreto se llama ‘Go Parents: transición anticipada y acompañada’. Apenas una semana después de formalizar la matrícula, las familias se integran a este programa pionero que fortalece desde el primer momento el vínculo entre el hogar y la escuela.

Uno de sus pilares es ‘Gym & Play’, sesiones semanales de 45 minutos de estimulación temprana en familia, guiadas por una psicopedagoga. El objetivo es que los niños se familiaricen con el entorno, con sus futuros compañeros y con el equipo educativo en un ambiente seguro y cercano mucho antes del inicio oficial de las clases.

Y es que en El mundo de Mozart prefieren hablar de ‘vinculación’ más que de ‘adaptación’, porque consideran este proceso como una transición paulatina, anticipada y afectiva, no como una ruptura abrupta con la rutina del hogar.

En la sede de Ribera Baixa (Valencia), -insiste Denir Zarruk- «la realidad social y familiar es diferente y la mayoría de las familias pueden solicitar días de vacaciones o asuntos propios para acompañar a sus hijos durante los primeros días, y además suelen contar con una red de apoyo cercana (abuelos, hermanos, tíos) que facilita la conciliación. En este contexto, el adulto de referencia –padre, madre u otro familiar cercano– desempeña un papel esencial dentro del aula durante los primeros días. Su presencia aporta seguridad, confianza y facilita que los niños se sientan acompañados en el descubrimiento de su nuevo entorno«.

En este sentido, explica que las claves del proceso en su centro de Valencia se caracteriza por: presencia progresiva del adulto: acompañamiento en los primeros días, con retirada gradual según el ritmo de cada niño; separación respetuosa: nunca se deja al niño de forma brusca; siempre hay un momento de despedida; confianza en los educadores: este tiempo inicial fortalece el vínculo con las nuevas figuras de referencia; y, por último, ambiente sereno que favorece la calma, el sentido de pertenencia y la confianza en la escuela.

Marina Ametller y otros expertos en infancia insisten en que el apego seguro «no es un capricho, es una necesidad biológica que no solo evita sufrimiento inmediato, también sienta las bases de un desarrollo óptimo, y una infancia más segura y feliz«. Por ello, solicitan a las instituciones lo siguiente:

● Adaptaciones progresivas con presencia de la familia dentro del aula.

● Respeto al ritmo individual de cada niño en el proceso de separación.

● Formación de educadores en apego seguro y regulación emocional infantil.

Fuente: ABC

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