«Desde el año 2000, el año de la transición, nuestro país ha crecido a una tasa promedio de aproximadamente 1.5 por ciento, el PIB per cápita 0.3 por ciento y la productividad anual sólo el 0.86 por ciento».
México lleva ya tiempo siendo un país en el que la productividad no aumenta como debería, una característica tanto de los gobiernos de la transición como de los de la llamada 4T.
Esto es lo que muestra un documento publicado por el Baker Institute firmado por Santiago Levy y que muestra las perspectivas de crecimiento económico y la protección social en México.
Desde el año 2000, el año de la transición, nuestro país ha crecido a una tasa promedio de aproximadamente 1.5 por ciento, el PIB per cápita 0.3 por ciento y la productividad anual sólo el 0.86 por ciento.
De acuerdo con Levy, la causa central de la falta de productividad se debe a que el 55 por ciento de los trabajadores y el 90 por ciento de las empresas se encuentran en la informalidad, a pesar de los beneficios del NAFTA y luego del T-MEC.
A su vez, el 88 por ciento de las empresas informales cuenta con tan sólo 2.2 por ciento de trabajadores en promedio. Se trata de gente que no recibe el tipo de prestaciones que habían sido consideradas conquistas durante la modernidad.
Tal situación se explica por una serie de razones, entre las que destacan un sistema de seguridad social mal diseñado, leyes fiscales y del trabajo que no responden a los desafíos contemporáneos, así como una falta de cumplimiento del derecho comercial y crediticio.
Como resultado de todo esto, en México seis millones de empresas producen 1.7 trillones de dólares, mientras que en Estados Unidos ocho millones de ellas producen alrededor de 30 trillones de dólares.
Como se aprecia, este diferencial en productividad es enorme. Una cosa es cierta: esto no se debe a que el mexicano no sea trabajador en comparación con sus colegas estadounidenses. De hecho, un peso invertido en capital y trabajo en una empresa formal rinde un 39 por ciento más de valor que en una empresa informal. La respuesta apunta más bien a diseños institucionales defectuosos en el caso de México.
La pregunta pertinente, en este punto, es por qué diversos gobiernos han fallado en establecer instituciones que promuevan y no desalienten la productividad que es la base del crecimiento.
Si nos enfocamos a la situación del actual Gobierno nos damos cuenta que al ancestral problema de la informalidad se han agregado otros, por ejemplo, el de la baja inversión en infraestructura, educación y salud. Estos tres aspectos son indudablemente fundamentos importantes para cualquier despegue hacia una mayor productividad.
Como lo muestra Levy en su análisis la baja productividad a su vez tiene consecuencias en las finanzas públicas, pues el Gobierno tiene que hacerse de recursos adicionales que sólo pueden aumentar la deuda y el déficit gubernamental, lo que ha venido y sigue ocurriendo en México.
La receta seguida por el Gobierno del sexenio anterior fracasó rotundamente en hacer crecer la economía. Más le vale a los actuales gestores gubernamentales establecer una estrategia que corresponda al verdadero poder productivo de los mexicanos.
Fuente: sinembargo