Sarampión: prioridades que dejan secuelas

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La prevención sigue dependiendo de las decisiones políticas y económicas del gobernante en turno

El reciente brote de sarampión en México no solo es un asunto de salud pública, también es un espejo que sirve de recordatorio de nuestras limitaciones institucionales y presupuestarias. Cuando enfermedades prevenibles resurgen, es inevitable preguntarse si nuestras prioridades nacionales están bien orientadas o si se están descuidando áreas fundamentales.

Aunque el sarampión es una enfermedad prevenible mediante la vacunación, la causa de su reaparición en México está directamente ligada a la falta de su cobertura nacional, lo cual es una consecuencia de la manera en que se están gestionando y distribuyendo los recursos públicos. La prevención sigue dependiendo de las decisiones políticas y económicas del gobernante en turno. 

México está enfrentando un problema que creíamos haber superado, una enfermedad que había sido erradicada o controlada vuelve a aparecer, lo que genera desconfianza en las instituciones y alarma social, este retroceso es interpretado como la señal de que, a pesar de los avances en otros frentes, existen áreas que son especialmente vulnerables al cambio de prioridades. 

El Gobierno Federal tiene un presupuesto limitado que no alcanza para todo, la redistribución de recursos en nuevos proyectos, mientras se trata de mantener la eficacia en todos los programas ya establecidos, es imposible. Presentado en forma de analogía; el presupuesto es una cobija que cuando se jala de un lado para cubrir nuevas áreas, necesariamente otras quedan descubiertas. 

Con la llegada de la 4T, el incremento sustancial en el gasto social ha mejorado la condición de vida de millones de mexicanos; sin embargo, esta redistribución presupuestaria también ha generado áreas rezagadas, donde programas fundamentales -como la vacunación masiva- han perdido visibilidad y fondos. Es un problema de límites materiales y prioridades políticas.

Los programas de vacunación son una de las áreas más afectadas por esta nueva visión de Estado. La atención se ha desplazado hacia programas de transferencias directas y ayudas sociales, dejando de lado inversiones preventivas de largo plazo. Esta decisión tiene consecuencias inmediatas: el resurgimiento de enfermedades que se creían controladas, como el sarampión. 

Mientras México no logre ser más productivo y el gobierno no incremente de manera sustancial sus ingresos, la ampliación continua de los programas sociales seguirá afectando otras áreas que considerábamos resueltas, el desafío es estructural; sin un crecimiento económico sólido que permita expandir el presupuesto, siempre habrá sectores que quedaran rezagados. 

Otro ejemplo de las áreas afectadas por esta priorización presupuestaria es la infraestructura. La reciente temporada de lluvias dejó al descubierto la urgente necesidad de obras hidráulicas y de prevención de inundaciones en gran parte del país. Mientras se avanza en objetivos sociales visibles, otras necesidades permanecen descuidadas y se generan vulnerabilidades inmediatas y tangibles.

Este es el país al que hoy podemos aspirar: uno donde los programas sociales se expanden y benefician a muchos, pero cuya implementación implica aceptar deficiencias en otras áreas. La sociedad mexicana debe acostumbrarse a esta dinámica de compensaciones, donde los logros vienen acompañados de sacrificios inevitables: ¿qué tanto están dispuestos a sacrificar en aras de la política social?

El brote de sarampión es una advertencia sobre los límites que nuestro modelo actual puede sostener, recordándonos que incluso los problemas resueltos pueden volver a presentarse, y que hay prioridades que dejan secuelas.

Fuente: Heraldo de México

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