Una dieta equilibrada puede reducir hasta 40% el riesgo de padecer cáncer de mama, según la OMS y el INCan. Verduras crucíferas, frutas frescas y proteínas magras son parte esencial de la nutrición oncológica preventiva.
El cáncer de mama continúa siendo la primera causa de muerte por cáncer entre las mujeres mexicanas, de acuerdo con la Secretaría de Salud y el Instituto Nacional de Cancerología (INCan). Sin embargo, la ciencia coincide en un punto esperanzador: la forma en que comemos puede cambiar el rumbo de la enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) estiman que entre 30% y 40% de los casos podrían prevenirse mediante una alimentación saludable y un estilo de vida activo.
La alimentación como herramienta de prevención
El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) ha documentado que una dieta rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y proteínas magras contribuye a mantener el equilibrio metabólico, reduce la inflamación celular y mejora la función inmunológica. Estos factores, en conjunto, disminuyen de manera significativa el riesgo de desarrollar cáncer de mama.

Por el contrario, el consumo frecuente de alimentos ultraprocesados, azúcares añadidos, grasas saturadas y bebidas alcohólicas altera el metabolismo hormonal y favorece los procesos inflamatorios. La American Cancer Society advierte que incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden elevar los niveles de estrógenos y afectar los mecanismos de reparación del ADN, lo que incrementa la vulnerabilidad celular.
Crucíferas: evidencia científica en el plato
Entre los alimentos con mayor respaldo científico para la prevención destacan las verduras crucíferas —brócoli, col, coliflor, col rizada, rábanos—. De acuerdo con el National Cancer Institute de Estados Unidos, contienen compuestos llamados glucosinolatos que, al ser masticados, se transforman en isotiocianatos: moléculas con propiedades anticancerígenas que ayudan al cuerpo a eliminar carcinógenos, inhiben la formación de vasos sanguíneos que alimentan tumores y regulan la acción de los estrógenos.
Una investigación de la Harvard T.H. Chan School of Public Health señala que consumir crucíferas al menos tres veces por semana puede reducir hasta 50% el riesgo de desarrollar cáncer de mama en mujeres premenopáusicas. Su incorporación regular a la dieta, junto con una correcta cocción al vapor o ligera salteada, preserva su concentración de antioxidantes y enzimas protectoras.
La nutrición oncológica durante el tratamiento
La alimentación también incide en la evolución de la enfermedad. La Fundación Salvati, especializada en acompañamiento a pacientes con cáncer en México, destaca que una dieta adaptada a las necesidades de cada persona mejora la tolerancia a los tratamientos, reduce los efectos secundarios y favorece la recuperación de tejidos.

El organismo necesita suficientes proteínas para sostener su sistema inmunológico. Pescados, huevos, legumbres y carnes magras son fuentes clave. Además, mantener una hidratación adecuada y controlar el porcentaje de grasa corporal son determinantes. Exceder 31% de grasa en mujeres representa un riesgo tanto para el desarrollo como para la reincidencia del cáncer, advierte la institución.
Cuerpo activo, mente en calma
Mientras que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) recomienda complementar la alimentación saludable con al menos 30 minutos diarios de actividad física y con prácticas que reduzcan el estrés, como yoga, meditación o respiración consciente. Estas acciones ayudan a disminuir los niveles de inflamación sistémica y contribuyen a regular las hormonas involucradas en el desarrollo del cáncer.
El cuidado integral, coinciden los expertos, no se trata de dietas restrictivas sino de una relación informada con los alimentos. Comer con conciencia es una forma de autocuidado y, a la vez, una estrategia de salud pública.
Claves para una alimentación protectora
- Tres tazas de verduras al día y al menos dos de frutas.
- Preferir granos enteros, legumbres y proteínas magras.
- Evitar ultraprocesados, refrescos, azúcares añadidos y alcohol.
- Mantener actividad física constante.
- Consultar a un nutriólogo especializado en cáncer.
Fuente: eleconomista