‘El último crucero’, el infierno del Covid a bordo del Diamond Princess

Más de 700 personas, de las 3.700 que viajaban a bordo, resultaron infectadas en unas vacaciones que nadie olvidará nunca

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El 29 de enero de 2020, el Diamond Princess partía del puerto de Yokohama, en Japón. Sus 1045 tripulantes y 2666 pasajeros (el número ya era algo demoníaco) desconocían el infierno que les esperaba. En poco tiempo, se convirtió en el mayor brote por coronavirus fuera de China. Cerca de 700 personas fueron infectadas. Sin ninguna duda, para la mayoría fueron las vacaciones más inolvidables de su vida.

El documental ‘El último crucero’, que se estrena este miércoles en HBO, cuenta aquella odisea mediante la utilización de las imágenes personales grabadas por los pasajeros y la tripulación. Se convierte así en un relato de primera mano de la pesadilla, sin intermediarios ni la mirada habitual del autor, cuya labor consiste en este caso en el montaje y selección del material. Es también una visión colectiva y poco publicitaria de la vida dentro de un gran crucero. También se parece un poco a ver la tragedia a través de las redes sociales. En ese sentido, dl mayor mérito de la directora, Hannah Olson, es dotar al conjunto de uniformidad, hacer de las piezas del puzle un relato coherente.

Primer positivo

El 3 de febrero, después de 13 días de travesía, el capitán del barco se dirigió a los pasajeros por megafonía para contar que las autoridades les habían notificado un caso por coronavirus en el barco. Se trataba de residente en Hong Kong, que viajó durante cinco días en el Diamond Princess. A partir de entonces, se vigilaría la aparición de posibles síntomas entre la población del barco. El capitán añadió una frase que nos resulta familiar: «Todo estaba bajo control y no hay motivos para preocuparse».

Una imagen que, por suerte, no suele verse mucho en un crucero
Una imagen que, por suerte, no suele verse mucho en un crucero – HBO

En el crucero la fiesta no se detuvo, como muestran las imágenes, y la nave se convirtió en un caldo de cultivo perfecto para propagar el virus. En un primer análisis, se detectaron diez positivos, que fueron aislados y evacuados al hospital más cercano. Se anunció una cuarentena inicial de un mínimo de dos semanas. Pronto se contabilizaron 70 casos y en unos días se superó el centenar. El capitán informó después de la muerte de los dos primeros pasajeros, previamente desembarcados. El Diamond Princess era como un país pequeñito, sin escapatoria ni lugares para un aislamiento efectivo.

La vida a bordo se convirtió en un espectáculo servido en directo por los medios de comunicación de todo el mundo, mientras el barco vivía su insólita cuarentena, atracado en un puerto japonés, todos los días con las mismas vistas y sin visitas a tierra. La diversión dio paso a estampas insólitas: científicos con trajes especiales, las consabidas pruebas del palito en la nariz y equipos de limpieza que desinfectaban unos buffets cada vez más vacíos.

El conocimiento del virus, además, era todavía muy primitivo, y los casos se seguían disparando. Se decidió encerrar a los pasajeros en sus camarotes durante semanas, pero las medidas de seguridad seguían sin ser efectivas, sobre todo entre la tripulación. Algunos de sus miembros ocultaban los síntomas por miedo. Entre los testimonios más valiosos destaca el de un trabajador que admite que lloraba en privado y no decía nada, porque era nuevo y se sentía asustado.

Con el fin de las ‘vacaciones’, el crucero sirvió después para propagar el virus en países a los que no había llegado todavía, como Argentina, Israel, Portugal, Rusia, Ucrania, Indonesia, Kirguistán y Nueva Zelanda. Los científicos estadounidenses que estudiaron el caso tampoco descubrieron demasiado rápido la conveniencia de utilizar mascarillas o el peligro que representaban los asintomáticos.

Al menos, las autoridades reaccionaron mejor que en la película ‘El puente de Cassandra’, película alemana de 1976 dirigida por George Pan Cosmatos. En la cinta, al final se decide sacrificar al millar de pasajeros de un tren infectado con un virus mortal, sin que ellos lo sepan. Sophia Loren, Richard Harris, Ava Gardner, Burt Lancaster, Martin Sheen, Ingrid Thulin, Alida Valli y Lee Strasberg formaban parte del lujoso reparto. Muere mucha gente, pero el final es feliz.

Fuente: ABC

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