El próximo sexenio, un parteaguas histórico para México

México tiene potencial, pero no hemos sido capaces de utilizarlo en beneficio colectivo. La desigualdad social y la pobreza son un lastre y una vergüenza nacional.

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Los años por venir son determinantes para lanzar a México a jugar un rol preponderante en el concierto de naciones. Tenemos los recursos suficientes y la geopolítica nos favorece. Es cuestión de que la nueva administración política aproveche la coyuntura y asuma su responsabilidad histórica. Tiempos de retos y desafíos.

El país necesita una fuerte sacudida, tan fuerte que el viento se lleve la hojarasca seca y permita reverdecer lo nuevo. No podemos obtener resultados venturosos sin hacer los cambios que exige el futuro. Rompamos el dique que obstruye la corriente natural del agua cristalina.

México tiene potencial, pero no hemos sido capaces de utilizarlo en beneficio colectivo. La desigualdad social y la pobreza son un lastre y una vergüenza nacional.

Debemos despertar de la larga somnolencia social en que hemos vivido y ponernos en marcha para dejar un honroso legado a nuestros hijos.

En el pasado no pudimos aprovechar a plenitud las perspectivas que nos ofreció la reconstrucción de la posguerra. Los claroscuros siempre han estado presentes en nuestro recorrido histórico. Sin embargo, es justo reconocer que registramos avances en la formación de importantes instituciones nacionales y en la creación de una industria doméstica a través de la política de sustitución de importaciones y, posteriormente, con la globalización y el Tratado de Libre Comercio (T-MEC). Faltaríamos a la verdad si no reconociéramos el crecimiento de la economía de los estados del centro, occidente, noroeste y norte del país.

Pero hemos construido una nación dicotómica: la floreciente y la atrasada. Olvidamos a los olvidados: millones de seres humanos sin esperanzas ni destino. Los gobiernos de diferentes signos ideológicos no han encontrado la fórmula de un modelo de desarrollo con justicia social. A los pobres y marginados se les ha dado un tratamiento de subsistencia, con programas de contención social. Ha llegado el tiempo del cambio y de su reivindicación.

Además de programas sociales, el nuevo gobierno debe sentar las bases de una sólida estructura productiva y crear la infraestructura indispensable para la inversión nacional e internacional. Debemos reconocer que este gobierno ha invertido grandes cantidades de recursos en el sureste con el Tren Maya, Dos Bocas y el Transístmico. Una tenue luz en la oscuridad. Se debe multiplicar esta política pública.

Es una gran deuda nacional cuyo plazo de pago se ha agotado y urge la rendición de cuentas. El futuro nos alcanzó, está tocando a nuestra puerta. Dejémosle entrar, afrontémoslo y ahuyentemos nuestros miedos y temores. La contemplación es inmovilismo y atraso.

El nuevo gobierno tiene la oportunidad de trascender. El reto es enorme y la tarea monumental: garantizar la seguridad nacional, restablecer el Estado de derecho, fortalecer la democracia, el federalismo y la división de poderes, mejorar salud y educación, reactivar la economía y atender el complejo problema de la migración.

Dentro de este esquema de responsabilidades con el México olvidado Chiapas está en primer lugar, pues en 2024 cumplirá 200 años de su anexión al país y debe dársele respuesta con programas concretos para su desarrollo. Un estado rico que hemos convertido en el más pobre de la república. Nada que celebrar si no hay una acción contundente del gobierno.

Fuente: elfinanciero

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