Ideas para mejorar las competencias parentales en casa en tiempos de pandemia

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Las familias con hijos adolescentes están viendo cómo lo vivido a causa de la crisis sanitaria del Covid ha provocado un aumento de los comportamientos conflictivos de sus hijos, y muchas de ellas se sienten perdidas. Para explicarlo, Susana Piedra Zorrilla, psicóloga y técnica de sensibilización en Mediación Escolar e Intergeneracional de UNAF (Unión de Asociaciones Familiares), indica que es necesario hacer un recorrido desde que comenzó la pandemia, debido a los cambios que han experimentado las relaciones entre padres e hijos.

Al principio, cuando comenzó el confinamiento severo, en la primavera del año pasado, se vaticinó por parte de los expertos un aumento significativo en la conflictividad familiar y, especialmente, entre progenitores e hijos.

La realidad nos mostró posteriormente que en esos primeros meses existió una mayor cohesión familiar de la esperada y que las familias mostraban fundamentalmente cuadros de depresión y ansiedad. En esos primeros meses, las familias mostraron un cuadro psicoemocional más intenso tanto en las emociones agradables como desagradables. Especialmente durante el periodo de confinamiento absoluto, el control de las emociones resultó más dificultoso con alteraciones de ánimo intensas y muy fluctuantes en poco espacio de tiempo, destacando el miedo, la angustia y la incertidumbre por el desarrollo de la pandemia ya que impedía tener un control sobre la situación y sentimientos de impotencia ante la misma. Sin embargo, las familias también experimentaron estados emocionales positivos fruto de la valoración de los lazos familiares y sociales mantenidos, de la apreciación de nuevos aspectos en su vida, del descubrimiento de aficiones, de la posibilidad de contribuir con comportamientos responsables a frenar la expansión de la pandemia o de aportar solidaridad a personas más vulnerables.

Además del temor a contagiarse del coronavirus entre los miembros de la familia, se le sumaron preocupaciones por la incertidumbre de la situación (desconocimiento de las características del virus y de la evolución de la enfermedad, modos de contagio, duración del confinamiento, tiempo hasta lograr una cura, etc.), por cuestiones laborales (pérdida del puesto de trabajo, del poder adquisitivo, pérdida de derechos laborales, medidas de protección en el trabajo presencial, etc.), por el aislamiento social prolongado, especialmente de los/las hijos/as o por la asunción de tareas propias del profesorado por parte de los progenitores.

El hecho es que con la pandemia la modificación de las relaciones ha sido un hecho constatable.

Las rutinas diarias de la familia se vieron alteradas bruscamente, lo que supuso una adaptación de la dinámica familiar. Los espacios de individualidad de cada miembro de la familia se vieron mermados considerablemente lo que, en ocasiones, podía producir situaciones emocionales de malestar y conductas disruptivas.

Por otro lado, los progenitores tuvieron que asumir nuevos roles de modo inmediato: docentes, compañeros de juegos, orientadores, etc. lo que les generaba situaciones de estrés y malestar por la sobrecarga que suponía, fundamentalmente a aquellos que lo compaginaban con su actividad laboral no presencial.

Otro aspecto destacable es que, en las familias con una buena dinámica familiar, el vínculo entre los miembros de la familia se pudo fortalecer, dando importancia a aspectos de las relaciones que anteriormente podrían pasar desapercibidos por la vorágine del día a día en el que se vivía. Sin embargo, en aquellas familias con déficits importantes en sus relaciones, el confinamiento y la pandemia ha puesto en primer plano y de manera más intensa, las dificultades de convivencia y los conflictos más latentes de los miembros.

Sin embargo, tras el confinamiento y la vuelta a una cierta «normalidad» se constata el aumento de los conflictos relacionados entre progenitores e hijos.

La tensión acumulada en estos largos meses ha generado un estrés intenso y un agotamiento mental que repercute de manera significativa en las interacciones entre los diversos miembros de la familia, especialmente cuando en el hogar se convive con adolescentes y cuando las familias ya partían de una incompetencia parental previa.

En aquellas familias más disfuncionales, con modelos educativos autoritarios o por el contrario demasiado permisivos, donde la función parental no es capaz de satisfacer las necesidades que presentan sus hijos y con carencias en las competencias parentales, la conflictividad se pone de manifiesto de modo diverso. Son frecuentes los problemas de comunicación entre progenitores e hijos con estilos de comunicación no asertivos (inhibidos/agresivos) que deterioran de manera considerable la relación, la transgresión de límites y normas por parte de los/las menores, las dificultades en la gestión de estados emocionales displacenteros que puede llevar a comportamientos rebeldes o al consumo de sustancias psicoactivas etc.

¿Cómo se pueden prevenir estos comportamientos?

En todo este tiempo de pandemia se hace especialmente importante fomentar en los progenitores las competencias parentales que les permitan desarrollar una parentalidad lo más positiva posible. Las competencias parentales, aquellas capacidades y habilidades que permiten a los progenitores ejercer las funciones de cuidado y educativas con hijos, partiendo de sus necesidades evolutivas y educativas, de sus experiencias vitales, del contexto, de sus oportunidades y apoyos, se aprenden, se entrenan, se mejoran. No se nace siendo un buen padre o una buena madre, sino que se aprende a serlo. Por tanto, la tarea preventiva cobra un valor fundamental para mejorar la parentalidad y más en estos tiempos de pandemia que han exigido cambios y adaptaciones para los que no estábamos preparados.

¿En qué se basa esa parentalidad a la que se refiere?

La parentalidad positiva se basa en el afecto, el apoyo, la comunicación, el acompañamiento y la implicación en la vida diaria de los/las menores siendo uno/a flexible y adaptándose a las circunstancias.

Desde un punto de vista positivo, consideramos que potenciar las fortalezas que todo sistema familiar posee y minimizar el impacto de las dificultades ayudará a prevenir conductas conflictivas entre sus miembros. De acuerdo con esto, será importante sensibilizar a los progenitores acerca del rol tan importante que desempeñan y ofreciéndoles un acompañamiento profesional para mejorar sus capacidades y, en definitiva, el bienestar y desarrollo integral de los miembros. Es una labor clave por parte de los/las profesionales que trabajamos con las familias facilitar su empoderamiento rescatando todas esas habilidades y capacidades que son capaces de desplegar para que su capacidad de afrontamiento y resolución positiva de conflictos se vea promovida.

¿Qué podemos hacer, entonces?

Por todo lo comentado, resulta imprescindible:

-Reforzar las fortalezas, las potencialidades del sistema familiar.

-Trabajar la interiorización por parte de los progenitores de que el interés del/ de la menor es lo superior, lo importante, lo prioritario.

– Lograr que el entorno familiar transmita seguridad, cuidado y un apego seguro.

– Capacitarles para el establecimiento de unas normas y limites adecuados y ajustado a las circunstancias y particularidades de sus hijos/as.

-Fomentar un estilo de comunicación asertivo y democrático basado en el respeto, diálogo, cooperación, reconocimiento, responsabilidad, etc.

-Hacerles ver que son modelos de referencia para sus descendientes en todas las etapas evolutivas.

-Aprovechar las oportunidades y apoyos sociales del entorno.

-Atender a las necesidades socializadoras de los/las menores.

-Fomentar su resiliencia (capacidad para afrontar situaciones conflictivas y crecer a través de ellas).

-Promover una educación emocional que permita percibir y comprender las emociones propias y ajenas y gestionar y expresar las propias.

Nos encontramos actualmente en una situación de crisis inesperada fruto de la pandemia y sabemos que este tipo de crisis suelen generar más tensión, más impacto y más dificultades de afrontamiento por lo que se hace imprescindible y prioritario acompañar a las familias para que puedan solventarla mediante una relación de ayuda, de apoyo y de orientación.

La quinta ola está haciendo estragos en esta franja de población. ¿Tienen estas conductas irresponsables algo que ver? 

Es cierto que vemos imágenes en las que algunos jóvenes, no tanto adolescentes, muestran conductas irresponsables como el no uso de mascarilla en lugares donde no se puede mantener la distancia para protegerse.

Es posible que la deprivación social a la que hemos estado sometidos en los meses anteriores y las incertidumbres que aún tenemos sobre un futuro cercano, influyan de manera significativa en las conductas desplegadas por los jóvenes y no tan jóvenes.

Considero que colocar el foco de atención solamente en una conducta no es lo más adecuado para erradicarla y, mucho menos, generalizar y considerar que todos los jóvenes transgreden la norma de la mascarilla.

Como adultos, hemos de plantearnos si los mensajes que ofrecemos y las conductas que desarrollamos son un buen modelo de referencia para los adolescentes y jóvenes. Realizar una crítica constructiva por nuestra parte hacia nuestros comportamientos y verbalizaciones puede ser un buen punto de partida.

Esto es lo que se puede hacer desde el ámbito familiar, según la experta de la UNAF

-Fomentar una comunicación intrafamiliar cercana, sincera y respetuosa.

-Criticar la conducta (el no uso de la mascarilla) y no a la persona.

-No generalizar con frases del estilo «nunca, siempre, jamás», «nunca llevas la mascarilla», «siempre te la quitas en la calle». «jamás piensas en los demás».

-Trabajar el autocontrol emocional de los progenitores.

-Reforzar los comportamientos maduros y positivos.

-Fomentar la resolución positiva y pacífica de conflictos.

-Contextualizar sus conductas en la etapa evolutiva en la que se encuentran.

-Evitar la evaluación constante de aquellos comportamientos que no nos gustan.

-Delegar la toma de decisiones y permitir que asuman las consecuencias de sus decisiones.

-Dejar de ser «experto/a» en la relación con hijos/as

-Expresar las emociones y permitir que ellos/as también lo haga.

-Ser un buen modelo de referencia con comportamientos saludables y maduros.

-Empatizar con la adolescencia y centrar la mirada en sus capacidades, sus potencialidades y sus aspectos positivos.

Fuente: https://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-ideas-para-mejorar-competencias-parentales-casa-tiempos-pandemia-202108050034_noticia.html#vca=mod-sugeridos-p2&vmc=relacionados&vso=ideas-para-mejorar-las-competencias-parentales-en-casa-en-tiempos-de-pandemia&vli=noticia.foto.familia

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