James Dean y los hombres: los amores secretos del actor rebelde

Ninguna estrella en el firmamento de Hollywood brilló tanto ni fue tan fugaz como la de este mito desesperadamente romántico. Cuando se cumplen 70 años del rodaje de la película Rebelde sin causa y, meses después, de la muerte de James Dean, recordamos su vida, marcada por la fatalidad y la infancia desolada que suele haber detrás.

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En septiembre de 1955, cuando se dirigía a una carrera de coches en Salinas, cerca de San Francisco, al volante de su Porsche, James Dean sufrió un accidente que le costó la vida y que dejó su coche destrozado. Aunque era un conductor temerario, según todos los indicios, el responsable no fue él, sino otro automóvil que se cruzó en su camino. Nos enseña Menandro que los predilectos de los dioses mueren jóvenes. Y en Blade Runner, Tyrell le dice a Roy, el replicante encarnado por Rutger Hauer: «La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Y tú has brillado con muchísima intensidad». Ambas citas podrían servir como epitafio que compendiase la existencia de James Dean, incandescente y fugaz como un meteoro.

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