“Mi única opción fue empeñar unas joyas para subsistir en esta pandemia”

Con más de 27 millones de mexicanos en la informalidad, el préstamo prendario se ha convertido en una de las alternativas más socorridas para enfrentar la crisis económica

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Varias personas salen de la casa de empeño Nacional Monte de Piedad, en el centro histórico de Ciudad de México.

Laura Chapa Guzmán empeñó las joyas de su hermana, su lavadora, un microondas y una pantalla para encarar la crisis económica derivada de la pandemia. El coronavirus frenó en seco su actividad como comerciante de ropa en un tianguis de Escobedo, Nuevo León. A principios de la emergencia sanitaria su hijo también fue despedido del hotel donde trabajaba. Mientras sus ingresos languidecían, los intereses de sus deudas se acumulaban para llegar a casi 50.000 pesos (unos 2.300 dólares). Sin comprobantes de ingresos le fue imposible obtener un crédito bancario. “Yo buscaba a un familiar que me pudiera sacar un préstamo grande en el banco para liquidar todos los pequeños (adeudos), pero desgraciadamente ni la misma familia puede hacer favores en esta situación”, relata.

Los gastos en casa crecieron a la par de los avisos de adeudo. “Hubo un momento en el que le dije a mi esposo ‘ya no puedo’ y de ver a mi hijo desesperado también de no poderme dar más de lo que él quisiera. Llegó un momento en que tenía tantas deudas que pensé en quitarme la vida”, recuerda con la voz quebrada esta mujer de 51 años. Las joyas de su hermana fueron su tabla de salvación en plena crisis. «La única opción que tuve fue pedirle a mi hermana sus joyas para empeñarlas y poder subsistir en esta pandemia, yo soy quien paga los refrendos”. De ese primer empeño obtuvo 10.000 pesos (470 dólares). Después se sumaron sus propios electrodomésticos, su lavadora, un microondas y una pantalla, artículos por los que obtuvo unos 6.300 pesos más. Recursos con los que logró detener el crecimiento de sus deudas previas.

A siete meses del inicio de la declaración de emergencia sanitaria en el país, ella y su familia se han visto obligados a mudarse a la casa de sus parientes para rentar la casa donde vivían y así obtener algo de dinero. Aunque no le fue posible recuperar el microondas que empeñó, la prioridad de Laura ahora es cubrir el adeudo de las joyas de su hermana y poder recuperarlas. “Ahorita a lo que me estoy dedicando es a vender tortillas de harina en casa de mi mamá y es lo que estoy vendiendo para que salga un ‘cinco’ y así ayudar a la casa y más que nunca ir juntando un poquitito para rescatar mis prendas”.

En el otro extremo del país, en Mérida (Yucatán), Patricia Ontiveros está intentando empeñar el único patrimonio con el que cuenta: un automóvil. Antes de la crisis sanitaria se dedicaba a limpiar casas. En una buena semana, recuerda, podía ganar hasta 2.000 pesos (casi 100 dólares), ahora con esfuerzos obtiene 500 pesos, unos 25 dólares. “Mi esposo trabaja pero él paga la comida. Las deudas no las podemos pagar. Fuimos al banco pero como no tenemos historial crediticio no te hacen el préstamo”, lamenta. En su caso, sus adeudos ascienden a unos 20.000 pesos (940 dólares). Sin embargo, no ha logrado el préstamo prendario. “Nosotros no tenemos alhajas y tampoco tenemos amistades que tengan mucho dinero, lo único que tenemos es un carrito”, comenta.

Tanto Laura como Patricia han intentado buscar obtener algún crédito o ayuda económica dentro de los programas implementados a partir de la pandemia por el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero aún no han obtenido respuesta. En un país con más de 27 millones de personas en la informalidad, sin comprobantes de ingresos y muchos de ellos con adeudos previos que les impiden acceder a un crédito bancario, el empeño sus artículos de valor es la única opción para hacer frente a una urgencia económica.

En México operan más de 8.000 casas de empeño de acuerdo con el registro de la Procuraduría del Consumidor (Profeco). Luis Enrique Padilla, director de operaciones de Nacional Monte de Piedad, uno de los jugadores más relevantes del préstamo prendario, informa de que en su red de 300 sucursales atienden diariamente a unas 37.000 personas, con un préstamo promedio de unos 3.800 pesos, unos 180 dólares por cliente. “En cuanto a la comparación de las operaciones de 2020 y 2019, hay que señalar que este año ha sido completamente atípico, por lo que considero que hacer una comparación no brinda un dato fiable. Lo que puedo compartir es que, el pasado mes de septiembre, se efectuaron en nuestras sucursales a nivel nacional un total de 612.000 operaciones de empeño, mismas que se traducen en más de 2.280 millones de pesos [108 millones de dólares] en préstamos prendarios”.

El portavoz de Monte de Piedad añade que dos de cada tres empeños que se han efectuado en este año se han dirigido a pequeñas y medianas empresas. “No compartimos datos segmentados por tipo de cliente, pero en el último mes hemos realizado muchos préstamos por arriba de los 150.000 o 200.000 pesos [7.000 a 9.400 dólares], esto nos habla de capital de trabajo para medianas y pequeñas empresas”. La empresa prevé cerrar este año con cerca de 10 millones de operaciones de préstamos prendarios, una cifra muy similar a la alcanzada en 2019.

“Tener un préstamo bancario significan avales y aquí solamente con una identificación vienen y se le hace el préstamo, en menos de 10 minutos”, explica Arturo Hernández, gerente de una sucursal de Efectimundo, en Iztapalapa, situada al sur de Ciudad de México. El incremento en el valor del oro, añade, ha hecho más cotizados los empeños de joyas. Sin embargo, reconoce que a la sucursal aceptar una gran variedad de artículos desde computadoras, tablets, celulares, maquinaria, bicicletas, hasta videojuegos. En esta casa de empeño el préstamo promedio va de los 1.000 a 1.500 pesos (de 47 a 70 dólares).

Para Enrique Díaz-Infante, director del sector financiero y seguridad social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el préstamo prendario supone una verdadera “trampa de pobreza”, debido al elevado nivel de intereses que deben de pagar los deudores para recuperar sus bienes si es que no desean perderlos. “Quizás la gente no tiene de otra pero en el CEEY nunca lo recomendaríamos porque sabemos que es irte con un agiotista que con tasas de interés privativas va a buscar quedarse con la garantía para hacer de ese crédito un grillete que va a impedir que la gente tenga movilidad social”, comenta.

Gianco Abundiz, presidente de la Asociación Nacional de Educadores Financieros señala que existe una falta de regulación en un sector que está muy diseminado y donde no todas las empresas cumplen con los estándares de calidad en beneficio del consumidor. “En las casas serias la mayoría recupera sus cosas, el tema es que en las casas de empeño no serias las que te cobran el 10% o 15% de interés mensual ahí la gente no las recupera”, advierte.

Laura Chapa no logró pagar a tiempo los refrendos mínimos para saldar el préstamo que le habían hecho de 800 pesos (40 dólares) que le otorgaron por su microondas que le costó más de 4.000 pesos (190 dólares). Aunque lamenta la pérdida de su electrodoméstico insiste en que en ese momento de urgencia, cuando ya no podía con los intereses de sus otras deudas fue su única alternativa. «Las cosas materiales con dedicación y trabajo, las vuelves a recuperar, te vuelves a hacer de ellas”, zanja.

Fuente: elpaís

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