Pelotazo, susto y felicidad para Djokovic

Nole ingresa en los cuartos de París (6-4, 6-3 y 6-3 a Jachánov) con sus mejores cifras y entusiasmado con la nueva bola. Se reencontrará con Carreño (6-2, 7-5 y 6-2 a Altmaier) tras el episodio de Nueva York

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Llueve a cántaros en París, cómo no, y mientras el agua torpedea el programa de las pistas exteriores Novak Djokovic ejerce imparable frente a Karen Jachánov, la primera prueba de fuego para el número uno (6-4, 6-3 y 6-3, tras 2h 23m) en dirección a los cuartos de Roland Garros.

Todo transcurre sobre ruedas para él hasta que (¡glups! ¡no puede ser!) va a la caza de la bola en un resto con tan mala suerte de que la golpea con la caña (la zona superior del marco de la raqueta) y la pelota se dirige directamente a la cara de uno de los jueces de línea. Sudores fríos, Nueva York, un silencio congelador en la central. ¿Otra descalificación? De eso nada. Se disculpa de inmediato y el hombre, comprensivo y muy francés él, lo agradece sin perder ni una pizca de esa postura digna ni un solo segundo.

“Dios mío, fue un incómodo déjà vu…”, cuenta luego el de Belgrado. “De hecho, estoy tratando de encontrarle porque he visto que tenía un pequeño hematoma. Espero que esté bien. Le he golpeado porque estaba muy cerca. Después de lo que pasó en Nueva York, creo que habrá gente que intentará hacer una historia de esto, pero me ha ocurrido a mí y durante los 15 últimos años a muchos otros jugadores. Pero sí, obviamente ha sido una situación muy incómoda. Cuando hay alguien tan cerca…”, expresa Nole, feliz en esta edición otoñal del grande francés porque todo le acompaña. Bienvenido sea el frío, el techo y esa bola que vuela bajito.

Rumbo a la antepenúltima ronda, fluye el serbio como nunca lo ha hecho en el Bois de Boulogne. Lo dice lo que se ve, pese a que abuse y no esté fino con la dejada durante el primer tramo del pulso contra Jachánov —el gigantón con patines que se mueve de fábula, aunque mida 1,98—, y así lo refrendan los números en su trazado hasta reencontrarse con Pablo Carreño (6-2, 7-5 y 6-2 a Daniel Altmaier, en 2h 22m) un mes después de los sucedido en el US Open.

Viene Djokovic fuerte, a lomos de una ola de 35 triunfos esta temporada, más que nadie, y sin haber sido derribado por ninguno. Solo ha podido con él aquel golpe a destiempo en la Arthur Ashe. El resto ha sido coser y cantar. Superado (que no olvidado) el episodio de Flushing Meadows, disfruta como nunca en París, el terreno más espinoso en su carrera.

De repente, todo ha cambiado y esa caja de tortura que era la inabarcable Chatrier se ha convertido para él en un cubículo de felicidad, porque la cubierta estrenada este año se suma a la pesada bola Wilson, más pesada con la humedad y por lo tanto más controlable. Perfecta para su tenis arquitectónico.

Tras Laver y Emerson

Djokovic, durante el partido de octavos en la Chatrier.
Djokovic, durante el partido de octavos en la Chatrier.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT / AFP

El balcánico llega a la segunda semana tras haber cedido únicamente 25 juegos y ningún set, con una estancia de 7h 32m en pista; es decir, mejor numéricamente que en cualquier otra edición. Y lo hace, además, protegiendo mejor que nadie los primeros servicios (77%, por un 74% de Rafael Nadal y el 71% de Dominic Thiem) y apagando fuegos como ninguno, salvando 78 bolas de break. En ese sentido, el mallorquín (75%) y el austriaco (74%) le siguen de cerca los pasos; el primero (7h 15m) no ha entregado ningún parcial y el segundo (10h 15m) dos, 23 y 52 juegos respectivamente.

“No son buenas noticias, desde luego. He oído que Londres también está cerca del estado de emergencia… Es difícil ver que medio año después vuelven a ocurrir estas cosas. Solo espero que la gente pueda permanecer mentalmente sana porque nosotros, los tenistas, tenemos la oportunidad de seguir trabajando y ganando dinero, haciendo lo que amamos, pero la mayoría no tiene esa oportunidad”, contesta sobre la declaración de alerta en París el rey actual del circuito.

De los 81 títulos que luce en su vitrina, solo 15 se produjeron sobre arena, pero en este contexto excepcional que envuelve este año el juego en el major francés se siente mucho más confortable. Aspira Nole esta semana a levantar por segunda vez la Copa de los Mosqueteros y a dar otro bocado a la historia: si vence el domingo, igualaría a los australianos Rod Laver y Roy Emerson como los únicos tenistas que han ganado al menos dos veces los cuatro grandes torneos.

Fuente: elpaís

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