ARNOLD SCHWARZENEGGER, ACTIVISTA CLIMÁTICO

Ha sido Míster Universo, uno de los actores mejor pagados de Hollywood y gobernador de California. Ahora, reconvertido en activista climático con un burro por mascota y un todoterreno eléctrico en el garaje, Schwarzenegger quiere salvar al planeta de la catástrofe. Cuando acaba de participar en la cumbre medioambiental de Viena, recuperamos una comprometida entrevista con mantuvimos con él en su casa de Los Ángeles.

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«Último aviso: hay que actuar ya»

Nos lo encontramos tumbado en el pabellón del jardín de su mansión de Los Ángeles, un espacio amplio, con chimenea y televisor de pantalla gigante. A su izquierda resuena una cascada que brota de un muro de piedra y se precipita en la piscina. Acaba de cumplir 74 años, pero sigue luciendo brazos fuertes y un torso voluminoso. Se está fumando un puro, sobre el regazo tiene el iPad que usa para comunicarse con el mundo. A un tipo como él, un teléfono móvil se le queda pequeño.

«Hey», dice Arnold Schwarzenegger, y sigue concentrado en su iPad. Hace una hora, al final de un desayuno en el hotel Fairmont de Santa Mónica, el actor decidió de forma espontánea concedernos una entrevista en su casa. Venía con su hijo Patrick y dos amigos del Gold’s Gym de Venice Beach, el gimnasio desde donde dio el salto como culturista allá por los años 70. Cerrada la cita en su casa, Schwarzenegger se subió a su Hummer eléctrico, en cuyo desarrollo y comercialización ha colaborado, y se despidió de nosotros con un «nos vemos luego».

La conversación, cuando empiece, va a girar sobre su nuevo papel como activista climático y sobre cómo se puede salvar a la humanidad de la catástrofe que se avecina. Schwarzenegger ha lanzado una iniciativa climática que lleva su nombre y organiza una conferencia anual, el Austrian World Summit, cuya quinta edición se ha celebrado en Viena con la presencia de personalidades como Greta Thunberg o John Kerry, representante para asuntos climáticos del presidente Joe Biden.alternative textDos amigos improbables. Schwarzenegger se refiere a Greta Thunberg como «una amiga y una de mis heroínas», para asombro de muchos de sus fans —de ambos—. El actor hasta ha paseado con ella en bicicleta. Eso sí, la suya es una fat bike de grandes neumáticos.

Durante el discurso que pronunció en el acto de Viena, Schwarzenegger planteó «un nuevo enfoque para el movimiento ecologista». Antes de su intervención se había proyectado un fragmento de la película Terminator 2, en el que se veía un mundo devastado al que él, un cíborg reprogramado para hacer el bien, llegaba como salvador.

Tras la proyección, Schwarzenegger subió al escenario y tomó la palabra. Se lamentó de que el movimiento en defensa del medio ambiente solo ofrezca al público titulares negativos: los bosques se quemarán, el hielo se derretirá, las ciudades se inundarán, habrá hambrunas… «Y habrá guerras», remataba con un dramatismo teatral. Y añadía que luego, tras semejante enumeración de desgracias, se le dice a la gente: «Ah, por cierto, no utilicéis combustibles fósiles, no uséis plásticos, no comáis carne». Sí, reconocía, estaba exagerando un poco, pero ante ese panorama, «¿debería sorprendernos que tantas personas se sientan confusas, que se desentiendan? La película que les estamos ofreciendo no tiene más línea argumental que una alarma constante que no se puede soportar». Y lo que él quiere ofrecer es precisamente eso, una línea argumental, su guion para la salvación del mundo.

Una educación tradicional

Desde que se separó de Maria Shriver hace diez años, Schwarzenegger vive en esta casa sobre Los Ángeles que ahora comparte con cuatro animales: el husky Dutch, una pequeña Yorkshire terrier llamada Cherry, y también Whiskey y Lulu. Whiskey es un poni que perteneció a su hija Katherine; Lulu es un burro enano que su pareja, Heather Milligan, le regaló las Navidades pasadas. Con la pandemia, Whiskey y Lulu se han convertido en estrellas de las redes sociales. De hecho, ya hay planes para rodar una película con los animales.

La chimenea crepita. La entrevista sigue sin arrancar. Dieter Rauter, el especialista de cine que también está hoy de visita, descubre una vieja revista de culturismo que hay sobre la mesa. En la portada se ve a Arnold Schwarzenegger posando como Míster Universo. Rauter lee varios pasajes. «Netflix está haciendo un documental sobre mí», dice Schwarzenegger al cabo de un rato. Deja su iPad a un lado y se pone a hablar del documental. La idea, dice, es estrenarlo el año que viene, en su 75º cumpleaños, el 30 de julio de 2022.alternative textConan en casa. En enero, ‘despidió’ con un vídeo a Trump, un «líder fallido que pronto será tan irrelevante como un viejo tuit». Y entonces blandió la espada de Conan para comparar el acero con la democracia. En su casa conserva las armas de todas sus películas.

Arnold Alois Schwarzenegger creció en Thal, un pueblo de la región austriaca de Estiria que en aquella época apenas tenía 1200 habitantes. Su padre era comandante del puesto de la gendarmería de Thal. De pequeño, Arnold quería ser como él. Su padre le parecía el hombre más poderoso del mundo. Pero con el tiempo se daría cuenta de que el sueldo que cobraba un servidor de la ley no alcanzaba para cubrir lo que él le pedía a la vida.

«Crecí con un baño sin cisterna, ni pensar en una ducha. Aquello me marcó. Cuando mi hijo Patrick se pasaba un cuarto de hora con el grifo del agua caliente abierto, siempre le decía que ya estaba bien, que no volviera a hacerlo».

–¿Cree que el exceso de consumo hace que adquiramos hábitos negativos, que seamos unos seres caprichosos y malcriados?

–Schwarzenegger: Siempre intenté que mis hijos no lo fueran.

–¿Cómo lo hacía?

–Schwarzenegger: Una vez quemé las deportivas de mi hija.

–No lo dirá en serio…

–Schwarzenegger: Por supuesto que sí. Estaban tiradas en el suelo. Mi hija me pidió que por favor no las echara a la chimenea, pero era la tercera vez que me las encontraba por ahí en medio. Katherine se puso a llorar, menudo escándalo organizó. Pero con el tiempo funcionó.

–¿Cómo sabe que funcionó?

–Schwarzenegger: Hace poco me llamó por teléfono, hablando de su hijastro. Me dijo: papá, no te vas a creer lo que he hecho. He cogido sus malditas deportivas y le he dicho: «Te aviso, si las vuelves a dejar por ahí, las echo a la chimenea». ¿Te puedes creer que le haya dicho justo eso?

«Necesitamos un objetivo único, algo que la gente entienda: la contaminación. ¿Por qué hablamos del cambio climático? No es eso lo que mata cada año a siete millones de personas, es la contaminación»

Schwarzenegger vive en la abundancia, en una mansión de más de 1500 metros cuadrados con ocho dormitorios, diez baños, una pista de tenis, una piscina, un jardín con pabellón y establo incluido. Tiene varias Harleys y un Hummer en el garaje, y un jacuzzi al aire libre. Pero el Hummer está modificado para funcionar con electricidad, el jacuzzi usa la energía que producen unos paneles solares y, según cuenta, cada vez es más habitual que cambie la Harley por su bici, una fat bike de grandes neumáticos dotada de un pequeño motor eléctrico.

Es decir, este lugar concentra buena parte de las contradicciones que nuestra sociedad debe resolver. Aquí es posible fumar puros y a la vez llevar una vida sana, guardar un coche enorme en el garaje y al mismo tiempo tener conciencia ecológica. Schwarzenegger quiere mostrar desde su casa que también es posible consumir sin remordimientos. Que no hay que renunciar a nada para poder cambiar el mundo.alternative textVerde sin complejos. El actor está encantado con su todoterreno ‘ecológico’ y su imagen renovada. Si la Constitución no prohibiese acceder a la presidencia a los ciudadanos nacidos fuera del país, es probable que intentara convertirse en el primer culturista en la Casa Blanca.

«Cuando conducía mi Hummer sabía perfectamente que debería dejar de usar este tipo de coches tan grandes, sabía lo dañinos que son para el medio ambiente. Por eso le puse un motor de hidrógeno, y al otro Hummer, el militar, lo adapté para que use biocombustible. Y no salió tan caro, la verdad, me costó unos 3000 dólares. Ahora puedo ir con mi Humvee hasta la hamburguesería más cercana, llenar el depósito con aceite de freidora y seguir el viaje. Lo que importa no es el tamaño del vehículo, sino la propulsión. La gente no tiene por qué renunciar a sus coches favoritos, siempre y cuando sean coches limpios», comenta el actor.

En Viena, durante el último Austrian World Summit, Schwarzenegger contó que desde muy pronto se dio cuenta de que uno solo puede concentrarse en una cosa cada vez. «Necesitamos un objetivo único», añadió Schwarzenegger. Y continuó diciendo: «Centrarnos en un problema que entienda todo el mundo, y ese problema es la contaminación. La gente puede verla saliendo por las chimeneas, puede verla por todas partes. La contaminación es lo que mata a las personas. La contaminación es el enemigo número uno. ¿Por qué siempre hablamos del cambio climático? No es el cambio climático lo que mata cada año a siete millones de personas, es la contaminación». En su opinión, el motivo para concentrarse en ella es sencillo: no es un problema imposible de resolver, todavía queda la esperanza de que estemos a tiempo de cambiar las cosas. Es el momento de actuar, de cambiar algo, ahora, inmediatamente, dice. «Last warning», último aviso.alternative textEstrella en las redes. Durante la pandemia, sus vídeos con Lulu y Whiskey, su burro y su poni, lograron hasta cinco millones de likes. «Ya no salimos, ya no vamos a restaurantes, comemos aquí con Whiskey y Lulu, pero nos lo pasamos tan bien como cuando comíamos fuera».

–Hay mucha gente que cree que la lucha contra el cambio climático no es el objetivo político más importante de la agenda actual. ¿Cómo podemos convencerlos de que sí lo es?

–Schwarzenegger: Todo es cuestión de comunicación, siempre. En California no promulgamos ni una sola ley recurriendo al argumento del cambio climático, solamente nos referíamos a la contaminación. Veíamos a diario que hablar de la extinción de los osos polares o del aumento del nivel del mar, o del cambio climático y las olas de calor del futuro, no tenía efecto sobre las encuestas. Pero en cuanto hablábamos de la salud, todo cambiaba. Eso es lo que la gente teme de verdad, que sus hijos tengan asma por culpa de la contaminación del aire. Cuando empezamos a hablar de esos temas, los ciudadanos empezaron a mostrarse favorables a las restricciones, como en el sector agrícola, por ejemplo. Tenemos que vender mejor el mensaje.

–¿No cree que el problema de fondo es que hay muchas personas que no creen en la ciencia?

–Schwarzenegger: Los científicos también estuvieron un tiempo diciendo que no había ninguna prueba de que fumar provocara cáncer de pulmón. Obviamente, eran científicos a sueldo de la industria tabaquera, pero eran científicos. Lo que quiero decir es que en la ciencia puedes encontrártelo todo, una cosa y su contraria. Lo vimos mucho en el mundo del culturismo. ¿Es bueno comer huevos? ¿El huevo entero o solo la yema? ¿O solo la clara? Las respuestas nunca dejaban de cambiar.

«Los científicos también dijeron que no había pruebas de que fumar provocara cáncer. Lo que quiero decir es que en la ciencia puedes encontrártelo todo, una cosa y su contraria»

Schwarzenegger dice que otra de las cosas buenas del enfoque que él plantea, de centrarse en la lucha contra la contaminación, es que sus amigos del Partido Republicano que niegan el cambio climático no tendrían que rectificar, podrían seguir negándolo tranquilamente y a pesar de ello estar a favor de la protección del medio ambiente.

–Schwarzenegger: Un error que se da en la actualidad es que la gente lo está dejando todo en manos de los políticos. Pero así no se cambian las cosas. Lo hemos visto con el apartheid en Sudáfrica, o con la caída del Muro de Berlín: no son los políticos los que resuelven los problemas, sino las personas.

–¿Y qué deberían hacer?

–Schwarzenegger: Deberían eliminar la carne de su menú un día a la semana, poner bombillas LED en casa y negarse a usar platos y cubiertos de plástico. Deberían asegurarse de que su siguiente coche no funcione con combustibles fósiles, e instalar paneles solares.

–¿Cree que la gente lo hará así, sin más?

–Schwarzenegger: Es bueno que la gente sepa que puede ser parte de la solución. Es lo que ha pasado durante la pandemia con el tema de la mascarilla, por ejemplo. Y también ha habido muchas noticias positivas, como cuando el propio Trump salió curado del hospital, noticias de personas que enfermaban de coronavirus y se recuperaban. Si queremos generar cambios, no debemos contribuir a un estado de ánimo catastrofista, como de fin del mundo.alternative textEn plena forma. Arnold está en plena forma a sus 74 años y le gusta mostrarlo, aunque sea improvisando en la cocina. Tiene la casa llena de imágenes suyas, de trofeos y recuerdos de su pasado. Al lado de la piscina se alza una escultura de tamaño monumental del dueño de la casa en bañador, luciendo bíceps.

Arnold Schwarzenegger lleva sus papeles a la vida real. Aunque esté sentado en el sillón de su jardín sigue siendo Terminator, Conan o cualquiera de los muchos personajes que ha interpretado a lo largo de su carrera, unos en plan heroico y otros en plan divertido, un hombre de principios sencillos y claros que siempre se ve obligado a hacer algo grande y que siempre está en el lado bueno.

Su asistente tercia en la conversación, dice que hay una cosa que los periodistas no terminan de entender de Arnold: lo ubican entre los dos partidos, entre demócratas y republicanos, pero a Arnold no se lo puede ubicar políticamente, todo lo que defiende no es más que simple sentido común.

«Sí, justo», dice Schwarzenegger.

Hoy son muchos los famosos que quieren salvar al mundo, desde Greta Thunberg hasta Al Gore, y cada uno de ellos se dirige a un público, a los jóvenes, a los intelectuales, a los progresistas; en definitiva, a sectores a los que ya no hace falta convencer de que proteger el clima es necesario. Schwarzenegger va a por los demás.

«Crecí con un baño sin cisterna, ¡ni pensar en una ducha! Aquello me marcó. Cuando mi hijo se pasaba un cuarto de hora con el grifo abierto…»

Él no quiere convertir a nadie, no es un misionero obsesionado en hacer de los negacionistas climáticos unos ‘abrazaárboles’. Lo que quiere es llegar al mayor número posible de personas, especialmente a aquellos a los que ningún otro puede llegar, a los «hombres con pelotas», como él los llama, hombres a los que les trae sin cuidado el movimiento ecologista, que siguen conduciendo sus todoterrenos y que nunca estarían dispuestos a renunciar a una tarde de barbacoa con montañas de carne, pero que prestan atención cuando Arnold Schwarzenegger habla.

Hace ya casi 11 años que dejó de ser gobernador de California, el gobernador que más impulsó la protección medioambiental en el estado más verde de Norteamérica. Porque Schwarzenegger no es de esos que se limitan a hablar. A lo largo de sus siete años en el cargo firmó cientos de leyes medioambientales y obligó a la industria automovilística a adoptar los estándares de consumo de combustible más estrictos del mundo.

–¿De verdad está convencido de que el mundo puede resolver el problema del clima?

–Schwarzenegger: California ha demostrado que es posible.

–¿Y cree que el ejemplo de California se puede trasladar al resto del planeta?

–Schwarzenegger: Por supuesto. Todo pasa por romper el círculo vicioso de las noticias negativas. Tenemos que infundir valor a la gente, insuflarle ánimos. Cuando una persona con sobrepeso entra por primera vez en un gimnasio, no le decimos: «Podrías morirte de un infarto, tu sistema cardiovascular está tan mal que ya no hay nada que hacer». No, lo que le decimos es: «Mira lo que puedes conseguir. Podemos revertir la tendencia». Tenemos que difundir este mensaje entre la gente. Durante mucho tiempo el culturismo fue una actividad reservada a unos pocos entendidos, y lo cambiamos, lo abrimos al gran público. Es un maratón, pero para correr un maratón también hay que empezar con un primer paso.

–¿Llegamos a tiempo?

–Schwarzenegger: Estoy seguro de que para el 2040 o 2050 iremos ya por el buen camino y habremos revertido la tendencia

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