Alexandre Grimaldi-Coste tiene 18 años. Nació años antes que su padre contrajese matrimonio con Charlène Wittstock. Nicole Coste, madre de Alexandre, tiene otros dos hijos de distintos padres, con los que reside habitualmente en Londres, con regulares escapadas a Mónaco, Monte Carlo, la Costa Azul.
En su día, el príncipe Alberto II y Nicole Coste llegaron a un acuerdo oficial, tras el reconocimiento de Alexandre: madre e hijo vivirían alejados de Mónaco, aunque el hijo sería recibido regularmente en la corte de su padre, que pagaría su educación en los más distinguidos colegios, claro está. Nicole Coste, sin embargo, va y viene con una irregularidad que suele complicar la vida privada de Alberto II, cuyas relaciones con su esposa, la princesa Charlène, se encuentran siempre en un estado de tensión más o menos latente. Las idas y venidas de Nicole Coste, alejándose en alguno de los grandes hoteles de Monte Carlo, es recibida por la princesa Charlène y las princesas Carolina y Estefanía, con una irritación apenas contenida.
Desde hace varias semanas, las fuentes oficiales del Palacio monegasco han difundido con mucho aparato las fotos oficiales de la princesa Charlène, de vuelva a casa, desde su residencia irregular, en Suiza, para participar en la vida pública del principado. Se ha tratado de cultivar la imagen de un Mónaco ideal, que Nicole Coste ha venido a perturbar con calculado exhibicionismo. La madre del hijo del príncipe Alberto II hizo pública la tarde noche del viernes una foto familiar, en un restaurante relativamente concurrido de la Costa Azul. Nada más normal que una madre y un hijo, felices, sonrientes, durante los primeros días de unas merecidas vacaciones, tras una comida íntima.
En Palacio, príncipe y princesas se han tomado la foto como una «provocación». Sin importancia mayor. Pero «irritante», según fuentes próximas al equipo de Alberto II. Alexandre Grimaldi-Coste es un hijo reconocido, y, como tal, figura en la línea directa de los posibles sucesores. La sucesión de un hijo negro, en Mónaco, quizá no sea muy realista ni inmediata. Pero no deja de recordar una presencia que Alberto II, su esposa y hermanas hubiesen deseado más «discreta».
Fuente: ABC
