Paz Vega ha cuajado una película en curso, ‘Rita’, donde cumple de guionista y directora de serio mérito. El argumento crece en Sevilla, en los años ochenta, haciendo zigzag desde la ternura a la violencia, y al contrario. «Es un homenaje a la infancia» nos ha dicho Paz. Paz, de actriz, ha hecho casi cien películas. Y ahí hay de todo, desde la inaugural ‘Lucía y el sexo’, hasta Grace of Monaco’, que dio un susto a Carolina y hermanos, y donde Paz se luce de María Callas.
Paz Vega siempre vuelve, aunque en rigor nunca se ha ido. Quiero decir que a menudo la hemos visto en otros papeles, los álbumes del colorín, porque se marchó a Los Ángeles, tuvo tres hijos, y hasta posó, algún rato, de sirena de buenas piernas en los guateques de Hollywood. Cuando aquí triunfó, hace décadas, miraba con algún recelo el escaparate de la crónica social, pero ahí se nos consagró como madre de marido exótico, Orson Salazar, y pin-up del Guadalquivir, yo arriesgaría que no tan a su pesar. Paz tiene un poco o un mucho de hermana de Penélope, sólo que bajo filmografía de menor laurel y sin Woody Allen en el móvil.
En lo que no hay quien gane a Paz es en vestir entornadamente, muy subida a modelazos museales, empezando por aquel prodigio de harapos, obra de Hannibal Laguna, con que fue a recibir un día aquel Goya inolvidable, por ‘Lucía y el sexo’. Yo recuerdo también una trama de cristal, firmada por Cavalli, que Paz se echó por encima para cumplir en el estreno de ‘El gran Gatsby’, en el Festival de Cannes. Era aquello como ponerse un chal para enseñar los muslos. Uno en Paz ve un lazo de belleza y osadía, y logra siempre pillar foto de escalafón, en la crónica del días después, que es de lo que se trata. En sastrería, acierta clamorosamente, cuando se equivoca, y aquí vuelve a parecerse un poco a Penélope, que yo creo que da en el clavo cuando la ropa se la eligen otros, u otras. A Luis San Narciso, el todopoderoso que tiene ojo de lince para todo casting, de ahora o de siempre, le he escuchado decir que ‘Paz, al principio, parecía una Concha Velasco de joven’. A mí Penélope, de adolescente, cuando yo le destacaba sus prisas, siempre me replicaba lo mismo: ‘Voy a todo como si tuviera que apagar un incendio’.
Paz, con el tiempo, se ha afilado el retrato, remata un debut importante de directora
Traigo estas citas para acercar a ambas en una mismo afán de mujeres muy dispuestas, un afán que no es sino la ambición pura, sostenida y entusiasta. Penélope, con el tiempo, está en un podio con Oscar y se ha casado. Paz, con el tiempo, se ha afilado el retrato, remata un debut importante de directora, y tiene todos los premios de peluquería en la melena propia, que a veces también se coloca en alta copa recogida, como Penélope. Quizá podría arriesgarse que en Paz está la temperatura erótica que Penélope a veces no tiene. A saltos de sus viajes, Paz recaló una noche en Madrid, con Antonio Banderas, y Antonio la ha piropeado mucho, porque acababa de tratarla de verdad. Vinieron a un festejo de perfumes, porque Paz, para esas cosas de la moda, suele quedar siempre fastuosa.
Vivió en Los Ángeles, porque ahí había que estar
Es una sofisticada de lámina, pero una sofisticada de Sevilla, ahí donde ella ancla ahora la médula de su película triunfante. Quiero decir que asoma siempre en ella algo popular, aunque viva a bordo de una pamela, y el marido le elija el rímel. Vivió en Los Ángeles, porque ahí había que estar. Como Penélope, pero de otra manera. Tan cerca, las dos. Tan lejos. Vayan y vean ‘Rita’. No habrán perdido el rato.