Las pensiones en México se han convertido en un problema cada vez más grande para las finanzas públicas, y también para las finanzas de los trabajadores. Los recursos públicos escasean conforme nuestro país avanza hacia la peor crisis económica de su historia moderna, y las pensiones no alcanzan para dar una vida digna a los que se retiran. El tiempo apremia para enfrentar los retos del sistema.
La presión de las pensiones en las finanzas públicas ha pasado de 67 mil millones de pesos en el presupuesto del año 2000, a 306 mil millones en 2010 y a 965 mil millones de pesos en 2020, lo que representa 16 por ciento del presupuesto federal. Sin embargo, el gasto público en pensiones es asimétrico: sólo 10 por ciento del gasto se destina a los cinco deciles más pobres, mientras que 47 por ciento se destina al decil más alto. Esto es lógico, dado que los trabajadores que ganaban más en activo reciben mayores beneficios de retiro.
Los activos que administran las afores alcanzan 4 billones de pesos, de los cuales 53 por ciento proviene de las aportaciones de los trabajadores y 47 por ciento restante a los rendimientos. Las afores invierten el dinero de los trabajadores principalmente en deuda gubernamental, con 52 por ciento de los recursos, seguido de inversiones en renta variable extranjera (18 por ciento), deuda privada (16 por ciento), estructurados (6 por ciento) y Fibras (2 por ciento).
Uno de los problemas del sistema es que la tasa de reemplazo ronda 29 por ciento, esto implica que por cada mil pesos que ganaba un trabajador en activo, cuando se retire sólo recibirá 290 pesos. Para un mexicano promedio con ingreso mensual de 11,880 pesos, la pensión que le corresponde sería de 3,445 pesos al mes, lo que queda muy cerca de la línea de pobreza establecida por el Coneval de 3,204 pesos.
Tenemos que lograr que los mexicanos que trabajan tengan una vida digna en su vida laboral, pero también que tengan un ingreso digno cuando se retiren. Nadie que haya trabajado toda su vida adulta merece pasar penurias en la tercera edad. Se proponen algunos caminos de acción:
• Aumentar la tasa de contribución, al pasar de 6.5 por ciento actual (5.2 empleadores, 1.1 trabajador y 0.2 gobierno) a niveles superiores a 13 por ciento.
• Dar más incentivos fiscales a aportaciones voluntarias.
• Ampliar el esquema de pensiones hacia el sector de trabajadores independientes e incluso informales.
• Aumentar productividad laboral y reducir la informalidad.
• Mejorar sistemas educativos a nivel medio superior, técnico y superior para que los egresados sean más “empleables”.
• Aumentar la participación laboral de las mujeres.
En la medida que se actúe más rápido se podrá enfrentar mejor el reto de las pensiones. En la próxima década la población en edad laboral (15-65 años) crecerá a una tasa de uno por ciento anual, mientras que la población en edad de retiro (más de 65 años) crecerá a más de cuatro por ciento anual.
Esperemos que el gobierno asuma la responsabilidad con los mexicanos del presente y futuro y comience a tomar medidas para fortalecer al sistema de pensiones. Las señales no son promisorias, pues hay fuertes rumores de que, en vez de fortalecer las afores, buscaría hacerse de los fondos de ahorro de los trabajadores para financiar sus programas clientelares con fines electorales y sus obras de infraestructura sin viabilidad financiera. Ojalá estos rumores queden en malos augurios y se actúe con verdadera visión de futuro.
Fuente: heraldodemexico








