El país necesita agua, comida, verde. ¿Cómo revertir la crisis ambiental?
Un medio ambiente sano es central para generar bienestar al pueblo de México. La naturaleza sostiene todas las formas de vida en el planeta y provee de beneficios invaluables para el desarrollo social y económico de nuestro país.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, los cuatro mayores riesgos para la humanidad en los próximos 10 años están asociados a la doble crisis ambiental que enfrentamos: de biodiversidad y climática. Tales amenazas producen el desplome en la producción de alimentos, generan sequía y escasez de agua, así como eventos hidrometeorológicos extremos que devastan poblaciones.
A estos riesgos se suman factores como las migraciones forzadas; la desinformación, que incluye posturas negacionistas frente al cambio climático; efectos negativos por la falta de regulación de la Inteligencia Artificial y la polarización social.
Quienes asumirán la responsabilidad de gobernar a nuestro país durante los siguientes seis años tienen una responsabilidad compartida en múltiples niveles y una tarea colosal: revertir una crisis ambiental que permita abastecer agua de calidad y en cantidad, mantener la producción alimentaria y proveer seguridad a millones de mexicanos frente a los embates del clima cambiante.
Un país sin justicia ambiental ahonda la inequidad y la pobreza. El cambio climático exacerba las desigualdades, profundiza la brecha socioeconómica y afecta a sectores vulnerables como los pueblos indígenas, las comunidades en histórica situación de pobreza, a mujeres, juventudes e infancias. Es necesario priorizar el derecho a un medio ambiente sano como un mecanismo para garantizar el acceso al agua, aire limpio o alimentos saludables, que son factores esenciales para el bienestar.
México es un país de jóvenes. Actualmente, se estima que 30 por ciento de la población (37.7 millones) está constituida por jóvenes de entre 12 y 29 años (INEGI, 2020). Esta población enfrentará un entorno climático más adverso que el actual si no se accionan las medidas necesarias para revertir la doble crisis ambiental.
Hoy se reconoce que las juventudes padecen ecoansiedad, que se manifiesta como estrés, alteraciones del sueño o depresión (UNAM Global, 2023). Por ello, urge revertir la degradación de la naturaleza para no comprometer el abasto de alimentos, energía, materias primas e incluso el desarrollo.
También es imperativo fomentar una cultura ambiental que, a través de programas y políticas, cultive conocimientos, valores y acciones para la conservación de la naturaleza y comportamientos proambientales a nivel individual y colectivo (personas, comunidades, sociedad civil, instituciones y empresas).
Por su posición geográfica, México es uno de los países más vulnerables al cambio climático, ya que somos un país posicionado entre los trópicos, donde se forman los ciclones tropicales. Asimismo, se han intensificado las alteraciones a los sistemas hidrológicos.
Esto lo podemos constatar con una mayor frecuencia e intensidad de los fenómenos hidrometeorológicos, como el huracán “Otis” en Acapulco, Guerrero, y en la severidad de las sequías, como la crisis hídrica en Nuevo León en 2022, los cuales han causado pérdidas millonarias.
Para hacerle frente, urge implementar estrategias robustas de adaptación y la transición a una economía baja en emisiones dejando atrás los combustibles fósiles, con el fin de prevenir daños y preparar a las personas y las comunidades en condiciones desfavorables, quienes están en la primera línea de afectaciones.
LA TORMENTA PERFECTA
En 22 años, México perdió 4.89 millones de hectáreas de cobertura arbórea (Global Forest Watch), de las cuales el 15 por ciento (736 mil hectáreas) fueron de bosques primarios, lo que vulnera la capacidad de los ecosistemas de llevar a cabo importantes servicios ambientales como la regulación del clima y la provisión de agua.
La degradación de ecosistemas intensifica el cambio climático y viceversa. Este ciclo perjudicial se agrava con las afectaciones al ganado y los cultivos, debilitando la resiliencia de los ecosistemas hasta que su funcionalidad se ve comprometida, lo que finalmente conduce al colapso en la prestación de sus servicios.
El país se encuentra en una crisis hídrica sin precedentes. De acuerdo con cifras de la CONAGUA, en México, la disponibilidad anual per cápita se ha reducido casi en 80 por ciento desde 1950 (18.035 m³ a 3,663 m³/hab/año). El problema del agua está ligado al cambio climático (disminución y cambio en patrones de lluvia), la deforestación, la sobreexplotación de los acuíferos subterráneos (42 por ciento de ellos sin disponibilidad) y a una infraestructura que requiere atención urgente para reducir las fugas.
Los océanos en México están sobreexplotados. La pesca ilegal, la sobrepesca y el cambio climático afectan a los más de 250 mil personas que dependen de los recursos pesqueros. Asimismo, la temperatura de los océanos va en ascenso, provocando pérdidas irreparables a la biodiversidad (como el blanqueamiento de coral y el exceso de sargazo), crucial para el sector turismo que sostiene a millones de personas.
También es imperativo atender la contaminación plástica marina y costera que afecta la salud humana y que, de acuerdo con la SEMARNAT, es consecuencia de los 46.5 millones de toneladas de residuos sólidos (13 por ciento plásticos) que se producen anualmente.
La naturaleza es nuestra mejor aliada. Nos permite enfrentar desafíos sociales y generar beneficios para las personas y la biodiversidad. Estos incluyen la protección, restauración o gestión de ecosistemas naturales y seminaturales; la gestión sostenible de paisajes terrestres y marinos productivos y la creación de ecosistemas novedosos como la “infraestructura verde” urbana.
Estas soluciones basadas en la naturaleza, bien diseñadas, pueden contribuir a abordar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, al tiempo que apoyan el desarrollo de las personas. Ecosistema sano es igual a gente sana y a un clima sano.
No todo está perdido. México se encuentra en un parteaguas para redirigir esfuerzos estratégicos al más alto nivel, cambiar la tendencia de deterioro actual y transitar a un superávit de naturaleza positiva para el bienestar de mexicanas y mexicanos.
Para ello, es apremiante atender la profunda brecha presupuestal, tanto pública como privada y asignar suficientes recursos económicos al sector ambiental. A manera de contexto, el INEGI ha precisado que los costos totales por agotamiento y degradación ambiental ascienden a 4.1 por ciento del PIB nacional (INEGI, 2022), mientras que la inversión pública en este sector es de 0.7 por ciento del PIB. Ello da cuenta de una enorme disparidad y la oportunidad tan urgente para mejorar el gasto público.
De igual forma, se debe reconocer y empoderar a los pueblos indígenas y las comunidades locales en el cuidado y uso sustentable de la naturaleza como sostén de sus medios de vida.
Finalmente, si no logramos transformar profundamente los sistemas de producción alimentaria, de consumo y de producción de energía hacia modelos regenerativos, justos y bajos en carbono será imposible revertir dicha tendencia.
En WWF nos hemos comprometido a traer la naturaleza de vuelta con las personas en el centro de nuestra visión. Por más de 30 años, hemos apostado a construir de la mano de las comunidades locales y pueblos indígenas modelos de desarrollo sustentable en el territorio, usando herramientas de empoderamiento social, con un enfoque en la sostenibilidad financiera de su comunidad o actividad productiva.
Uno de nuestros ejemplos más emblemáticos ocurre en la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, donde junto con otros socios implementamos con éxito un modelo de desarrollo sustentable liderado por las comunidades para el cuidado de sus bosques, mediante el aprovechamiento consciente de los servicios que estos ecosistemas les proveen, la diversificación de sus actividades productivas y la salud de estos ecosistemas.
Esto ha permitido reducir drásticamente la deforestación y recuperar la cobertura perdida (21,000 hectáreas reforestadas) en la zona núcleo donde hiberna la mariposa Monarca, lo que ha contribuido al sostén de las comunidades con una visión de largo plazo.
Otro ejemplo destacable es el reciente lanzamiento del Pacto de los Plásticos México (PPMX), una plataforma multiactor que busca comprometer a toda la cadena de valor de los plásticos con la transición hacia un modelo de economía circular.
La contaminación plástica es un problema serio en México, ya que entre 38 por ciento y 58 por ciento de los residuos plásticos son mal manejados, lo cual potencializa su fuga al ambiente. Diversas barreras, de los ámbitos público y privado, impiden resolver el problema actual; sin embargo, gobiernos de todo el mundo han asumido la necesidad de contar con un marco global vinculante que marque la pauta para atender este reto a nivel nacional. En ese sentido, el PPMX busca impulsar iniciativas concretas y apegadas al acuerdo internacional resultante para apoyar desde sus diferentes aristas la contaminación por plásticos.
Existe también la Plataforma de Acción por los Plásticos (PAP-CDMX), una iniciativa que busca la colaboración entre organizaciones de distintos sectores de la Ciudad de México con el objetivo de traducir compromisos para reducir la contaminación plástica en acciones significativas a escala local, a través de una transición hacia una economía circular e inclusiva.
Podemos citar también a la cuenca Copalita, en el estado de Oaxaca, donde hemos impulsado el rol de las mujeres en la conservación de la naturaleza y abierto oportunidades para que desempeñen papeles clave en la vida productiva de sus comunidades.
Con este enfoque desarrollamos modelos integrados para la conservación y la creación de medios de vida, en los que las mismas comunidades actúan como custodios legítimos de sus paisajes. Cultivan diversos productos, como árboles nativos para la reforestación, vainilla y café de sombra en sistemas agroforestales, setas y hongos para la venta local y el consumo familiar, y plantas medicinales para la elaboración de cosméticos basados en sus conocimientos de medicina tradicional indígena, entre otros.
En la adecuada conservación, restauración y gestión de nuestros recursos naturales se encuentra la solución a los desafíos ambientales, climáticos y sociales que nuestro país enfrenta.
Desde WWF México hacemos un llamado a tomar acción urgente para poner en el centro de las políticas públicas una agenda socioambiental para las personas y la naturaleza. Esto permitirá escalar experiencias exitosas que hoy son prueba de un modelo de desarrollo alterno y funcional.
La naturaleza nos está dando mensajes muy claros y las respuestas han sido insuficientes. Sólo a través de decisiones informadas, datos basados en ciencia, acciones estructurales y sistémicas es que se podrá hacer frente a la situación en la que nos encontramos.
Es tarea de todos los sectores de la sociedad el diseño y la implementación de las estrategias y políticas públicas. No hay más tiempo que perder, el futuro es hoy. Juntos es posible.