Una oportunidad única para México

El nuevo acuerdo comercial con Norteamérica y la debilidad que presenta China por varios factores han puesto la mesa para que el país atraiga más inversiones.

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Al término de enero, el presidente Donald Trump, en una muy animada ceremonia en la Casa Blanca, firmó el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (TMEC), que habrá de sustituir al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).

Aunque todavía se requiere que el parlamento canadiense ratifique este acuerdo, se espera que se trate de un mero trámite y que pronto empiecen a correr los 90 días que el propio documento establece para que este nuevo instrumento jurídico entre en vigencia.

Detrás de la ratificación por parte de las dos cámaras del Congreso norteamericano y de la promulgación del acuerdo por parte del presidente Trump está el hecho de que en Estados Unidos hay corrientes empresariales y políticas que ven a China como el gran enemigo económico y comercial de su país y perciben que una alianza con México y Canadá es indispensable si se quiere enfrentar con eficacia y posibilidades de éxito al gigante asiático.

Quizás la expresión más clara de esas corrientes sea la posición de Peter Navarro, director de la Oficina de Comercio y Manufactura de la Casa Blanca y cercano asesor de Trump.

Navarro ha señalado en diferentes textos la amenaza de China en los ámbitos económico y comercial. Uno de sus libros más conocidos y explícitos es “Death by China: Confonting the Dragon”. Durante la negociación del nuevo tratado comercial de Norteamérica, Navarro fue uno de los impulsores más decididos de la ratificación del nuevo acuerdo, precisamente como instrumento para confrontar a China.

Tal vez por personajes como Navarro, el discurso de Donald Trump cambió a lo largo de los meses respecto al futuro acuerdo con México y Canadá, aunque para el consumo público siguió culpando al TLCAN de la pérdida de empleos manufactureros.

Sin embargo, cuando se contrasta en detalle el tratado vigente y el nuevo acuerdo, son pocas las diferencias de fondo, más allá de los cambios de grado en el tema automotriz.

Lo más probable, sin embargo, es que los cambios no impliquen que las empresas automotrices vayan a abandonar México para instalarse en Estados Unidos o volver a Europa o Asia. Más bien obligará a las empresas que operan en territorio mexicano a buscar una mayor integración de sus procesos industriales.

En círculos empresariales norteamericanos hay quienes perciben el conflicto entre Estados Unidos y China como algo estructural, que no va a resolverse por una tregua como la firmada en los primeros días de enero.

Se estima que el crecimiento económico y el poderío exportador harán de China, por muchos años, un rival de Estados Unidos.

Por esa razón se plantea que si nuestros vecinos van a desarrollar capacidades competitivas, tendrán que buscar la alianza con nosotros. Y en particular, pese a todo lo que se diga en los discursos, el tema del menor costo laboral de México, inferior ya al de China, seguirá siendo un atractivo muy poderoso.

Otra de las armas que ha usado el presidente Trump para enfrentar a China ha sido la imposición de aranceles. El acuerdo “Fase 1” frenó el aumento en el volumen de mercancías chinas gravadas, pero no quitó el de 25 por ciento que se aplica a cerca de 250 mil millones de dólares de productos que se exportan de China a Estados Unidos.

Como resultado de la imposición de aranceles y ante la debilidad de la actividad manufacturera norteamericana, se puede observar ya una caída importante en el volumen de compras que Estados Unidos realiza a China. Los datos del Departamento de Comercio señalan que a noviembre de 2019, el retroceso de las importaciones chinas de EU fue de 15 por ciento respecto al mismo periodo de 2018.

Desde hace algunos meses, México ya se enfila a la posición de primer socio comercial de Estados Unidos si se suman exportaciones e importaciones.

China continúa como el principal exportador, pero ante el hecho de que importa pocos productos norteamericanos México lo supera cuando se consideran las dos corrientes comerciales, compras y ventas.

Además de la caída en las compras que Estados Unidos realiza a China, hay otro fenómeno importante que ya se ha hecho notar. Se trata de una fuerte caída de la inversión extranjera directa en China y Hong Kong.

Si se consideran ambas economías, en 2019 hubo una caída de 20 por ciento en la inversión extranjera directa que recibieron, respecto de 2018.

Esto significa que dejaron de entrar casi 50 mil millones de dólares el año pasado.

Si a este hecho suma usted la coyuntura desafortunada de la epidemia del coronavirus, se puede observar que hay en este momento una importante fragilidad en la economía china.

Para México, la suma de las consideraciones anteriores es una gran oportunidad.

Por un lado, los exportadores mexicanos pueden seguir avanzando en el mercado norteamericano y ocupar espacios que los chinos dejen.

Pero, adicionalmente, México se podría convertir en un importante imán para la llegada de empresas de países europeos o asiáticos que pretendan ingresar al mercado norteamericano usando el nuevo acuerdo comercial.

Bajo los términos del TMEC, además, podría haber una mayor oportunidad para que el grado de integración nacional de sectores como el automotriz, aeronáutico o electrónico sea todavía mayor, con un efecto más potente sobre el crecimiento local.

Desarrolladores de parques industriales en diversas localidades del norte de la República están teniendo una fuerte demanda recibiendo a empresas que están considerando dejar sus operaciones en China y buscan una opción en México.

Si el gobierno federal y los gobiernos de diversos estados visualizaran esta coyuntura como una oportunidad única para apalancar el crecimiento económico, podrían desarrollar una estrategia integral de atracción de la inversión extranjera directa que conduciría a que esta ya no solo llegue en niveles de 30 a 35 mil millones de dólares, sino que supere los 50 mil millones en el lapso de un lustro.

Pareciera, sin embargo, que en algunos segmentos del gobierno, o incluso del sector privado, no se está ponderando adecuadamente esta gran oportunidad.

Se trata de algo circunstancial e irrepetible, derivado en parte de las estrategias que ha seguido México, pero también de eventos políticos imprevisibles o incluso tan singulares como una epidemia.

México puede aprovechar la ocasión o dejarla pasar y perder otra vez la opción de convertirse en una nación desarrollada, con niveles de ingreso mucho mayores que los que ahora tiene.

Parte de la problemática es que aunque hay incentivos del entorno externo que favorecen la inversión, existen también múltiples problemas que la inhiben.

Solo como ejemplo, hay tres factores que pesan y mucho: la inseguridad, la falta de certidumbre jurídica y las deficiencias en la operación del gobierno.

En el caso de la inseguridad, esta condición obliga a las empresas grandes a invertir una cantidad significativa de recursos para preservar su patrimonio, la seguridad de las mercancías que producen e incluso de los empleados en las factorías. A las pequeñas y medianas, las lleva a padecer los estragos de la delincuencia.

En el caso de la certidumbre jurídica, se ha visto en los últimos meses que existe desconfianza por la posibilidad de que el gobierno pueda tomar decisiones que cambien las reglas del juego “a la mitad del partido”.

El caso más emblemático fue la cancelación del aeropuerto de Texcoco, sin embargo, el asunto de los gasoductos operados por empresas para la Comisión Federal de Electricidad fue también algo que motivó una gran preocupación, aunque al final se haya conseguido una salida negociada, porque mostró los impulsos de algunos funcionarios.

De acuerdo con la presidenta del Consejo Ejecutivo de Empresas Globales (el organismo que agrupa a las transnacionales), Claudia Jañez, el presidente de la República debería comportarse como un auténtico ‘encantador de serpientes’, buscando atraer las inversiones. Por el contrario, añade Jañez, a veces él y su gobierno adoptan una actitud hostil hacia las empresas, haciendo cada vez más difícil convencer a las oficinas matrices de invertir en México.

Otros de los mensajes que también han puesto en riesgo la inversión son los cambios en el sector energético, en particular los que limitan la posibilidad de continuar las asociaciones con Pemex o las rondas petroleras, pero también el cambio de jugada en materias como energía limpia o de una competencia con la empresa petrolera nacional en el mercado de abasto de gasolinas.

Se percibe claramente que hay litigios al interior del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pues algunos funcionarios parecen alentar la inversión privada mientras que otros dan la apariencia de querer disuadir la llegada de capitales.

La oportunidad que ofrece el entorno mundial y el nuevo tratado es irrepetible y si no la aprovechamos, lo estaremos lamentando por décadas.

Ojalá el presidente López Obrador se dé cuenta de ello.

Fuente: elfinanciero

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