Los resultados del estudio Baby’s First Years cuestionan que las transferencias monetarias sean una medida eficaz para garantizar que las familias beneficiarias realmente contribuyan al desarrollo de los menores.
En apoyo al desarrollo adecuado de las niñas y los niños en sus primeros años de vida, se han implementado distintas políticas públicas alrededor del mundo. Una de ellas es la dotación de recursos económicos a las familias de menores ingresos, con el fin de mejorar la calidad de vida de los más pequeños en condiciones de pobreza.
Si bien el planteamiento es suponer que entre más dinero se tenga en el núcleo familiar habrá condiciones más favorables para que las niñas y los niños crezcan de manera óptima, la realidad es que la transferencia monetaria no suele mejorar sustancialmente el buen crecimiento infantil.
Así lo revelan los resultados de un estudio que inició hace 10 años llamado Baby’s First Years. El análisis se llevó a cabo en Estados Unidos y reunió a mil madres que fueron atendidas en 12 hospitales de cuatro ciudades. En su momento se recaudaron fondos del gobierno norteamericano y fundaciones para repartirlos entre las madres participantes, quienes permitieron que se les diera seguimiento a sus hijos e hijas durante cuatro años a partir de su nacimiento.
En el estudio participaron varios especialistas: neurocientíficos, economistas, etnógrafos y psicólogos, quienes analizaron cada aspecto del desarrollo infantil. De manera aleatoria dividieron a las madres en dos grupos: un grupo recibió un monto mensual de 333 dólares, en efectivo y sin restricciones; el otro grupo recibió un pago simbólico de 20 dólares por participar en el estudio. La rigurosidad del estudio se dio como ocurre en otros ensayos clínicos en los que a una muestra se le da el medicamento y a la otra, solo un placebo del mismo.
Se partió de la supuesta idea de que cuando se tiene más dinero, se pueden adquirir bienes que ayuden a las niñas y los niños a crecer de mejor forma, a la par que se reduce el estrés provocado por la falta de liquidez para atenderlos de modo óptimo.
Para medir si las niñas y los niños estaban siendo realmente apoyados en su desarrollo (con el dinero obtenido), se establecieron siete indicadores: vocabulario infantil, función ejecutiva, habilidades prelectoras, percepción espacial y evaluaciones hechas por las madres sobre el comportamiento social y emocional de sus hijos e hijas. Luego de cuatro años, las conclusiones fueron que no hubo mejora en ninguno de esos indicadores, siendo que las madres utilizaron responsablemente el apoyo mensual.
Esto sin duda cuestiona que las transferencias monetarias sean medidas eficaces para asegurar que las familias que las reciben realmente ayuden al desarrollo de los menores.
Es verdad también que el estudio fue llevado a cabo bajo circunstancias complicadas como lo fue la pandemia y las repercusiones económicas derivadas de ese contexto adverso; sin embargo, pensar que la dotación de efectivo por sí sola, sin más iniciativas que protejan a la población infantil, cambie radicalmente la situación de las niñas y los niños es un desatino.
En Early Institute —el único Think Tank dedicado a la primera infancia en México— reconocemos la importancia de difundir evidencia que busque mejorar el rumbo de las acciones encaminadas a la protección de las niñas y los niños en sus primeros años de vida, sobre todo cuando se encuentran en ambientes vulnerables. La relevancia de este tipo de estudios hace notar que hay apoyos insuficientes pese a la buena voluntad que los origina, de ahí la necesidad por seguir creando y alentando políticas públicas que aseguren resultados de mayor impacto y no se conviertan tan solo en cifras para reportar en informes oficiales. No hay que olvidar que el cuidado de la primera infancia exige prontitud, propuestas integrales y un compromiso genuino para garantizar su atención.
Fuente: EF








