En el libro del filósofo Francesc Torraba titulado: “El sentido de la vida”, se plantea que la incertidumbre es un fenómeno que, a pesar de la inquietud que nos genera, tiene elementos positivos.
Justamente por ello, podemos tomar varios de los principios que plantea el autor en medio del momento de suspenso que el mundo atraviesa con la llegada del segundo mandato de Donald Trump, como presidente cuadragésimo séptimo, de los Estados Unidos. En ese sentido, valdría la pena analizar los mismos; los cuales sintetiza de la siguiente forma: proyectar, programar y ser dúctiles. Bajo dicho planteamiento se puede transformar ese no saber, a un panorama con respuestas sobre aquellas decisiones que debemos crear, generando confianza y activando cambios en el ejercicio intelectual o filosófico de primer orden, que debemos hacer para generar ideas reguladoras.
¿A qué se refiere? Al haberse generado un nuevo orden mundial que trasciende las fronteras de Estados Unidos, México enfrenta retos inherentes a una relación bilateral compleja y cargada de tensiones históricas, bajo la sombra del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que modificará las reglas del juego en el ámbito laboral. Lo que promete volver a marcar un nuevo rumbo en la política y economía de la región.
Ante ello sería conveniente pensar que México tiene la oportunidad de formar una estrategia de valor que lo impulse a adaptarse, innovar y fortalecer su resiliencia económica. Formando una palanca para fomentar cambios profundos en el ámbito laboral.
La necesidad de proyectar, programar y ser dúctil, como sugiere el autor, representa en nuestro espacio nacional; tratar el asunto de forma maleable para poder adaptarse rápidamente a los cambios. En este contexto, debe priorizar el desaparecer las reglas del siglo pasado que sólo enseñaban seguimiento de órdenes, respeto de horarios rígidos y reconocimiento de la autoridad de forma jerárquica. A partir de la adolescencia que abarca la educación media y media superior, pues justamente lo anterior estaba adaptado a modelos de maquila que durante muchos años requirieron de obediencia, disciplina y eficiencia.
Apartarse de una educación dirigida al sometimiento y dar espacio al fortalecimiento del pensamiento crítico es uno de los pasos fundamentales para desactivar cualquier amenaza sobre el panorama laboral mexicano.
Porque de forma inmediata se poseería un semillero de jóvenes con capacitación adecuadas a las nuevas industrias tecnológicas, así como la propagación del crecimiento en la competitividad de áreas estratégicas como la manufactura avanzada, las tecnologías emergentes y la economía digital. Esto no solo garantizaría el cumplimiento de los compromisos del T-MEC, sino que también podría posicionar al país como un actor clave en la nueva realidad geopolítica y económica que se está perfilando.
El gobierno mexicano tiene la oportunidad de implementar políticas públicas inmediatas para capacitar al mayor número de jóvenes y con ello, fortalecer la industria, el emprendimiento y generar un equilibrio con las nuevas reformas laborales que no solo respondan a las exigencias del T-MEC, sino que sean genuinas y sustentables en el tiempo. Garantizando la creación de una estructura laboral más equitativa, donde los derechos de los trabajadores sean protegidos y las empresas mexicanas puedan competir en condiciones de igualdad. El planteamiento aunque pareciera ser inalcanzable es uno de los proyectos que mayor disrupción tiene, pues existen muchas ramas tecnológicas en las que se encuentran inmersos la juventud mexicana, pero que no poseen una estructura o guía para escalar a mayores conocimientos, por lo cual, tomar la edad de cambio educativo a partir de la adolescencia marcaría la diferencia, mediante mentores que puedan ofrecer prácticas de aprendizaje de calidad y en tiempo real que generen ingresos adecuados. La red está disponible, a través de todas las universidades públicas y privadas que estarían trabajando con ayuda gubernamental para dirigir la industria nacional con la finalidad de implantar y generar avances científicos de primera línea.
El T-MEC fue negociado con la premisa de modernizar las relaciones comerciales entre los tres países norteamericanos y abordar áreas críticas como la protección laboral, la equidad de género y la justicia en los intercambios económicos. Para México, uno de los mayores compromisos asumidos fue la reforma laboral, que incluye la mejora de las condiciones en las que trabajan millones de mexicanos y la implementación de un sistema de justicia laboral más eficiente y transparente.
Sin embargo, la verdadera preocupación radica en la falta de certeza sobre la plena aplicación de estos cambios en industrias que tienden a la obsolescencia ante la automatización acelerada de los procesos.
Las amenazas de Trump de regresar a políticas proteccionistas, su retórica agresiva contra México y la constante presión para que se ajusten condiciones que beneficien a los trabajadores estadounidenses, hacen que muchos en México cuestionen si el T-MEC, lejos de ser un pacto de cooperación, se convertirá en una herramienta de chantaje político.
Tomar ventaja en medio de las tensiones comerciales con China y Europa, frente al enfoque uniliteralista y su retórica contra la inmigración y el comercio internacional de Estados Unidos, en realidad demuestra la debilidad del vecino del norte, por lo que México puede no solo cambiar las dinámicas políticas, sino también las económicas.
Si este país logra transformar este desafío en una ventaja, podrá salir fortalecido y consolidar una economía más flexible y competitiva, capaz de adaptarse a los cambios globales. Lo que pareciera un obstáculo puede convertirse en una plataforma para redefinir el futuro laboral, aprovechando la creatividad, la innovación y la resiliencia que la situación demanda. En última instancia, la capacidad de nuestra patria para adaptarse y proyectar un futuro basado en el trabajo digno, la justicia social y la competitividad, será la clave para navegar con éxito.
Eso me remite nuevamente a pensar en que la vida es bella a pesar de ser imprevisible.
POR SARA MORGAN