La onda expansiva de la mirada del maestro Goya a su realidad, a su mundo exterior y exterior, impactó en los grandes maestros del cine, de Georges Méliès a Eisenstein, de Carl Theodor Dreyer a Fritz Lang… Y así hasta Hitchcock, Welles, Buñuel, Kurosawa, John Huston, Kubrick, Godard… y tantos otros. Los «patriarcas fundadores», como los llama Juan Pedro Quiñonero en « El cine comienza con Goya» (Cátedra) miraron a las obras del zaragozano y se reconocieron en ese lenguaje universal que planteó el pintor. En Goya está todo, y toda esa mirada explosiva e inabarcable se hace patente en un siglo de séptimo arte que Quiñonero recorre en su suculento ensayo.

¿Qué tiene de especial la pintura de Goya para que su influencia haya perdurado y afectado a tantos grandes cineastas de todo el mundo?

Cuando Goya puso a la venta sus «Caprichos», en la madrileña calle del Desengaño, el mes de febrero de 1799, él o Moratín escribieron un texto «publicitario» anunciando que esa serie de obras aspiraba a utilizar un «idioma universal», creado con imágenes «ingeniosamente dispuestas»… Esa es, exactamente, la definición del cine de Hitchcock, Orson Welles, Scorsese. De los jeroglíficos egipcios a las historias de santos medievales, hubo muchos relatos visuales anteriores al cine. Pero, para entenderlos, era necesario compartir palabras o ideas, religiosas, culturales. Goya concibe un «idioma universal» que comprenderán los hombres de todas las civilizaciones, presentando una serie de imágenes «ingeniosamente dispuestas». Esa es la matriz del montaje cinematográfico desde Eisenstein: contar una historia sin palabras, solo con imágenes «ingeniosamente dispuestas».

Cien años antes de la invención del cine (más allá de la cámara), Goya ya estaba preocupado por «iluminar» sus escenas con un sentido que, a ojos de hoy, sigue un esquema cinematográfico. ¿Hacían igual sus coetáneos?

El arte siempre tiene mucho de relato visual. Hitchcock, Kubrick, Vincente Minnelli, entre muchos otros, se inspiran en el gran arte para iluminar algunas de sus películas. Pero es Goya el que propone crear un idioma universal de imágenes ingeniosamente dispuestas. La primera versión de algunos guiones de Akira Kurosawa son tiras de dibujos preparatorios, a la manera goyesca.

¿Ver las pinturas negras o los «asuntos de brujas» hace dos siglos era el equivalente a ver buen cine de género de terror o ciencia ficción hoy?

Las brujas goyescas entran en la historia del cine con Segundo de Chomón, otro patriarca, nacido en Teruel. Ese mundo onírico, de brujas, paisajes nocturnos, íncubos y demonios está muy presente en Murnau y Fritz Lang, otros patriarcas esenciales.

¿«Los desastres de la guerra» serían algo así como cine documental?

En realidad, «Los desastres» son una síntesis de lo que Goya vio, le contaron y se imaginó. Goya se «inventa» una guerra genial y universal. John Huston hizo algo parecido en un falso documental legendario, «The Battle of San Pietro». Él debía documentar una batalla. Pero llegó tarde. Filmó una batalla «imaginaria» que se creyó real durante varias décadas.

Saura, Buñuel, Berlanga… Los grandes cineastas españoles han mirado y se han reconocido en Goya. Y, claro, han presumido de su influencia en sus películas…

Saura y Buñuel bromeaban preguntándose quién era el más grande de los directores aragoneses. Buñuel se rendía ante Goya. Podría y debería escribirse una historia de la influencia de Goya en el cine español, de «Tierra sin pan» de Buñuel a José Luis Cuerda, Almodóvar y las nuevas generaciones.

¿Cree que los jóvenes cineastas españoles han olvidado esta influencia «pictórica» de los maestros?

Garci dijo en su día que sería necesario «introducir» el cine en el Museo del Prado. Creo que es una gran idea. Permitiría iluminar unas relaciones esenciales. Javier Aguirresarobe ha insistido en la importancia del museo en su formación visual.

¿Los «nietos» de esos «Los patriarcas fundadores» siguen fieles «a la matriz goyesca del lenguaje cinematográfico» o han «matado» a los padres?

La matriz original, contar historias solo con imágenes, comprensibles por los hombres de todas las lenguas y civilizaciones, sigue siendo la semilla original de todas las narrativas cinematográficas.

Entre los «patriarcas» que menciona solo hay cuatro americanos. ¿Cómo valora el peso de Hollywood?

Bogdanovich ha contado la historia del «fin» del «viejo» Hollywood. A partir de los años 60, Godard dixit, el cine se realiza en muchos otros lugares, con muy distintas sensibilidades y financiación. Varias de las grandes obras maestras de las últimas décadas, «El irlandés» de Scorsese, «La balada de Buster Scruggs», de los hermanos Coen, «Roma», de Alfonso Cuaron, se hicieron al margen y un poco «en contra» de Hollywood.

Las «tableaux vivants» de Buñuel y otros maestros de hoy parecen ser cosa del pasado en una industria donde solo parece importar el montaje y los efectos digitales… ¿qué se perderán los espectadores del futuro por este motivo?

Montaje y efectos especiales son esenciales en la historia del cine, desde sus orígenes. «Metrópolis» de Fritz Lang y «The Birth of a Nation» de Griffith tienen muchos trucos y efectos especiales. Pero también tenían muchas ideas. El problema de los efectos especiales, en nuestro tiempo, no es la técnica: es la ausencia de ideas. Para entender la angustia universal del coronavirus nada más pedagógico que volver a ver «El Ángel exterminador».

Fuente: ABC


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