El monopolio de los Poderes de la Unión en México tiene ya en sus manos el saliente presidente Andrés López Obrador, tras la aprobación de la reforma judicial en el Congreso de la Unión, que le garantiza su hegemonía personal en el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
Paradójicamente, pero de ninguna manera sorpresivo, fue Miguel Ángel Yunes Márquez, senador del PAN (partido némesis de AMLO), quien colocó el último ladrillo a esa estructura monopólica ilimitada, que el tabasqueño usará a discreción desde su finca La Chingada, en Palenque, a partir del 1 de octubre próximo.
Ese día, López Obrador deja la Presidencia, pero no el poder. Porque es una falacia creer que la nueva administración en el Ejecutivo Federal será la beneficiaria de la reforma que entrega en charola de plata al oriundo de Macuspana las cabezas de los ministros de la Suprema Corte y de la Justicia en México.
La nueva titular del Ejecutivo ni siquiera tendrá la facultad de proponer a tres integrantes del máximo tribunal del país durante su sexenio, como sí podrá hacerlo con ministros, jueces y magistrados el dueño de la maquinaria electoral y de la estructura de corporativismo vía programas sociales, que logró 35 millones de votos en la pasada elección presidencial. Y ese dueño no es Morena ni quien sea titular del Ejecutivo. Es López Obrador.
Primero se apropió de los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Sobre el primero, incluso marcó los tiempos y las reglas para la sucesión. Ya con el triunfo de su movimiento en la bolsa logró que 11 de sus leales ocuparan alguna de las 21 carteras del nuevo gabinete. Eso sí, ante cualquier atisbo de rebeldía del Ejecutivo, va la revocación de mandato.
Lo mismo en el Legislativo, donde su maquinaria electoral sentó a muchos y muchas don nadie en escaños o curules, y le deben aprobar todas sus iniciativas sin mover una coma. Por eso, al aprobar la reforma judicial, el grito de legisladores de Morena, PVEM y PT era: “¡Es un honor estar con Obrador!”.
Incluso se colocó como dueño de los partidos, toda vez que movió legisladores de oposición ad libitum para aprobar su reforma judicial, que necesitaba mayoría calificada.
No tendrá cargo formal en la próxima administración, pero ni falta le hace. Su hijo Andrés López Beltrán ocupará un cargo en Morena, que no será la dirigencia ni la secretaría general, pero a ver quién es el guapo o la guapa que se contrapone a sus designios.
Y él, desde su rancho, seguirá operando la maquinaria electoral y de coacción del voto para poner, quitar y mangonear funcionarios de los tres Poderes de la Unión. Será, en los hechos, suprapresidente, supralegislador, supraministro, supramagistrado y suprajuez.
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EN EL VISOR: Inició su gestión destruyendo un Aeropuerto, con un costó de 300 mil millones de pesos para el país; y se va demoliendo un Poder de la Unión. Lo cierto es que en ningún caso él paga los costos.
POR: RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN