El extraordinario origen de los diamantes más valiosos del mundo

Investigadores confirman que las piezas Hope y Cullinan, famosas por su historia y valor, se originaron a unos 700 km bajo tierra

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Los diamantes más valiosos y excepcionales del mundo llaman la atención por su tamaño, calidad, belleza o proporciones. Pero no solo por eso. Investigadores del Instituto Gemológico de América (GIA) han confirmado que estas joyas también son extraordinarias por sus orígenes. Se forman en las entrañas de la Tierra, a unos 700 km bajo nuestros pies, tres veces más profundo que la gran mayoría de los diamantes más comunes.

Los científicos, que han presentado sus resultados en la conferencia de geoquímica Goldschmidt, creen que ese es el origen de piezas de infarto como el Hope del Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana (45,52 quilates), conocido como la «piedra maldita» por tener la fama de dar mala suerte a sus propietarios, o de un peso pesado, el Cullinan, (3.100 quilates), el más grande conocido y pieza central de las Joyas de la Corona Británica.

Para llegar a esta conclusión, el equipo de Evan Smith, del GIA, estudió dos diamantes: un gran diamante azul de 20 quilates de tipo IIb, como el Hope, de una mina de Sudáfrica, y otro gran diamante de 124 quilates de la mina Letseng en Lesotho, similar al Cullinan.

Rareza azul

Los diamantes se forman bajo alta presión en el manto de la Tierra, la capa intermedia entre la corteza superficial y el núcleo central. Mientras que la mayoría aparecen en la base de las placas tectónicas continentales, a profundidades de 150-200 km, algunos más raros se forman más profundamente en el manto. Estos diamantes «súper profundos» se originan debajo de las placas continentales rígidas y estables, hacia abajo, donde el manto se mueve lentamente.

El Hope se clasifica como un diamante tipo IIb, que contiene el elemento boro, que puede causar un tinte azul. Son muy raros; menos de uno de cada mil diamantes están clasificados como este tipo. Hasta ahora ha habido incertidumbre sobre si se forman en un entorno poco profundo o profundo. En particular, la incertidumbre giraba en torno al origen de los diamantes grandes de tipo IIb, más grandes que 3 quilates (aproximadamente del tamaño de un guisante).

El equipo de Smith detectó los restos del mineral bridgmanita en el gran diamante azul de 20 quilates de una mina de Sudáfrica, lo cual resultó crucial para resolver el problema. «Encontrar estos restos del escurridizo mineral bridgmanita es significativo. Es muy común en la Tierra profunda, en las condiciones de presión extrema del manto inferior, por debajo de 660 km, incluso más profundo que la mayoría de los diamantes súper profundos», explica el investigador. La bridgmanita no existe en el manto superior, o en la superficie. Lo que realmente vemos en los diamantes cuando alcanzan la superficie no es bridgmanita, sino los minerales que quedan cuando se descompone a medida que disminuye la presión. «Encontrar estos minerales atrapados en un diamante significa que el diamante mismo debe haber cristalizado a una profundidad donde existe bridgmanita, muy profundo dentro de la Tierra», concluye.

Al apuntar con un láser a las pequeñas inclusiones atrapadas dentro de la pieza, los investigadores descubrieron que la forma en que se dispersaba la luz (usando un espectrómetro Raman) era característica de los productos de descomposición de la bridgmanita.

La «nuez» de Lesotho

El equipo también examinó el gran diamante de Lesotho. Del tamaño de una nuez, es muy puro, no contiene nitrógeno en su estructura cristalina y se conoce como un CLIPPIR, la misma clase de diamante que el Cullinan. Este diamante grande mostró los mismos productos característicos de ruptura de bridgmanita, lo que significa que también se había formado como un diamante súper profundo. Se trata del primer CLIPPIR al que los investigadores pueden asignar firmemente un origen de manto más bajo, es decir, por debajo de 660 km. «Anteriormente, se especulaba con que la profundidad de origen fuese de 360 a 750 km de profundidad, pero en realidad no habíamos visto ninguna que fuera definitivamente desde el extremo más profundo de esa ventana», aclara Smith. Esto significa que existe «cierta superposición en el lugar de nacimiento de los diamantes CLIPPIR, como el Cullinan, y los diamantes tipo IIb, como el Hope. Esta es la primera vez que se ha encontrado».

«Descubrir el origen del manto profundo significa que el material en estos diamantes experimenta un viaje notable. Creemos que el boro, que le da al diamante Hope su característico color azul, se origina en el fondo de los océanos. Desde allí, la tectónica de placas lo arrastra cientos de kilómetros hacia abajo en el manto, donde se puede incorporar al diamante. Muestra que hay una ruta de reciclaje gigantesco que lleva elementos de la superficie al interior de la Tierra, y luego ocasionalmente devuelve hermosos diamantes a la superficie, como pasajeros en erupciones volcánicas», explica el investigador.

«Este trabajo fascinante confirma que el diamante Hope es extraordinario y especial, y verdaderamente uno de los objetos más raros de la Tierra», dice Jeff Post, curador a cargo de gemas y minerales en el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian.

Fuente: ABC

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