Las reglas de oro que hicieron millonarios a Soros y Buffett

Las estrategias de estas y otras leyendas, como Peter Lynch o Bill Gross, para lograr la mayor rentabilidad

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Si hubiera un paseo de la fama en el mundo financiero, seguro tendrían su dorada estrella Warren Buffett, Peter Lynch, George Soros y Bill Gross. Recién comenzado el año bajo incertidumbres varias —conflicto entre Estados Unidos e Irán, menor crecimiento económico, tipos de interés bajo mínimos, Brexit y tensiones comerciales—, podría ser conveniente hacer un repaso a la filosofía inversora de estos más que millonarios.

Warren Buffett, el gurú de Wall Street por excelencia, también llamado el Oráculo de Omaha, tiene una fortuna cercana a los 90.000 millones de dólares (unos 80.935 millones de euros). La empezó a amasar cuando tenía poco más de 11 años, cuando compró acciones de una empresa por 38 dólares (34,1 euros), y aún hoy a sus 89 años sigue en activo al frente de Berkshire Hathaway, que cerró 2019 con una rentabilidad del 11%. «Precio es lo que pagas, valor es lo que recibes». No se trata solo de invertir barato estadísticamente. Se ha de entender lo que se compra («el riesgo está en no saber lo que se está haciendo») y qué es lo que su precio incorpora. Se trata de buscar negocios buenos y comprensibles (valores de calidad) a precios atractivos (por debajo de su valor intrínseco o real); de dirigirse hacia buenas empresas cuya dinámica se conozca, bien gestionadas, que sepan adaptarse a los cambios que se operan en su industria, capaces de durar muchos años y con alguna ventaja competitiva clara. Invertir de forma inteligente a futuro (filosofía value investing). Por supuesto, Buffett es un gran defensor del largo plazo: «Compra solo lo que estarías feliz de mantener durante 10 años».

Peter Lynch, el famoso inversor del fondo Magellan en Fidelity Investments, consiguió una rentabilidad anual media cercana al 30% entre 1977 y 1990. Siempre ha sido generoso al compartir sus fundamentos de inversión. En su libro Un paso por delante de Wall Street (One Up on Wall Street) ofrece de forma amena las líneas básicas de su filosofía inversora; en Batiendo a Wall Street (Beating the Street) se explaya sobre las inversiones más relevantes de su carrera profesional. Aunque retirado y dedicado a la filantropía, todavía hoy sigue compartiendo sus ideas (y asesora a Fidelity).

Para un inversor particular («puede incluso superar a los profesionales») son estas: hay que conocer la empresa en la que se invierte y el porqué de su elección («las acciones no son décimos de lotería»); tener paciencia («es muy importante tener estómago para aguantar las correcciones de precio y, si no se tiene, no comprar acciones»); no hay que mantener acciones que ya no valen («no hay que avergonzarse por perder dinero; sí por aferrarse a una acción con malos fundamentos»). A su juicio, es también importante dedicar algo de tiempo a usar las matemáticas («el nivel requerido es de cuarto grado, así que no hay que preocuparse») y comprobar que la empresa tiene liquidez suficiente («las bancarrotas son un gran problema»).

Soros, 8.000 millones

George Soros es casi un personaje de leyenda. De él se cuenta que consiguió poner de rodillas al mismísimo Banco de Inglaterra en 1992, y de paso ganar 1.000 millones de dólares (899 millones de euros) al operar en contra de la libra esterlina. Algunos dicen que con su fortuna, según la revista Forbes superior a los 8.000 millones de dólares (7.195 millones de euros), es un filántropo que, entre otras cosas, impulsa la educación y defiende los derechos LGTB y los de las minorías raciales; otros aseguran, sin embargo, que simplemente trata de manipular la política y la economía en beneficio propio.

A pesar de la controversia que plantea actualmente su figura, nadie en el mercado financiero le resta un ápice de mérito como inversor. Su estrategia puede resumirse en cuatro simples palabras: pensar, leer, reflexionar y escuchar (sobre todo a quien piensa distinto). Soros valora las acciones o bonos en los que pretende tomar posiciones teniendo en cuenta la información que de ellos existe en el mercado y cómo esta información está siendo valorada por los participantes del mercado (con euforia, miedo, prevención, desconfianza, etcétera). Una vez que ha decidido tomar una determinada posición la somete a prueba en el mercado. Si el resultado es positivo, la aumenta («no hay ninguna posición de inversión demasiado grande»); si es negativo o simplemente le hace sentir incómodo, la abandona aunque le genere pérdidas. Para Soros, invertir es sobrevivir: aprender a ser conservador, asumir pérdidas, no entrar en el mercado si no se ve claro y jugar fuerte cuando la oportunidad se presenta.

A Bill Gross se le conoce como el Rey de los Bonos y, sobre todo, se le reconoce el mérito de haber desarrollado y cambiado las reglas de juego en el mercado de renta fija y, de paso, haber obtenido durante más de tres décadas unas altas rentabilidades al lograr seguir las tendencias cuando, a su juicio, eran correctas y también dejar de hacerlo en el momento oportuno. Pionero en el uso de modelos matemáticos, Gross siempre ha defendido los horizontes temporales de inversión de entre tres y cinco años —»siempre más largos que los de mis compañeros»— ignorando lo que él llamaba ruido de mercado («o cuando este se vuelve irracional»). En su opinión, sobre esta base solo hace falta reestructurar la cartera si con ello se puede obtener alguna ventaja de alguna tendencia a corto plazo.

Retirado hace aproximadamente un año, siguen siendo célebres las cartas que envía a los inversores en las que no solo da consejos sobre los mercados financieros, sino también otros sobre amor o asuntos más cotidianos como el placer de los estornudos. En la última, fechada en octubre, hace una analogía entre la canción Saved by Zero, del grupo de rock The Fixx, y la situación actual de los mercados con tipos de interés cero o negativos.

Advierte que hay que prepararse para un lento crecimiento económico mundial y cree que ha llegado el fin de las revalorizaciones de dos dígitos de meses y años pasados. A su juicio, «las acciones de alto rendimiento y dividendos asegurados son lo que un inversor astuto debería comenzar a poseer».

Fuente: elpaís

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