«La piel es un poema que se escribe con el roce de las manos y los besos»… Esta frase atribuida al poeta Pablo Neruda resulta tan sugerente como evocadora, pues lo cierto es que nuestra particular envoltura está indisolublemente unida a nuestras emociones, sensaciones y sentimientos. Somos piel y lo que percibimos con ella es un reflejo de lo que sucede tanto dentro como fuera de nosotros. Pero además, como recuerda Lucía Jiménez, sexóloga de Diversual, la piel no sólo es el órgano más grande de nuestro cuerpo sino que en un solo centímetro cuadrado de piel hay más de 5.000 receptores sensitivos, capaces de percibir cambios de presión, cambios de temperatura, humedad, texturas… y toda aquella información que nuestro cerebro es capaz de traducir bajo el código del placer.
La cuestión es que el contacto piel con piel podría ser, si aprendemos a disfrutarlo y a trabajar en ello, uno de los mejores y más fáciles recursos a nuestro alcance para conseguir sensaciones placenteras siempre que se desee. Y también supone una oportunidad única, como plantea la sexóloga, para ir mucho más allá de lo que en sexología se conoce como «coitocentrismo», «falocentrismo» o «genitalidad». Esta forma tan restrictiva de concebir el sexo, en la que el centro siempre es el pene, la vagina y/o sus respectivas uniones, es la que, según asegura la sexóloga, puede estar detrás de muchos problemas que viven algunas personas, y también algunas parejas, en torno a la sexualidad: «Si mi pene no hace caso, se acabó el sexo. Si mi vagina no se abre, se acabó el sexo. Y si no podemos penetrarnos mutuamente, directamente es que el sexo no existe», argumenta Jiménez.
Por eso lo que defiende la sexóloga es recordar que una relación sexual puede comenzar con una mirada y que una caricia puede llegar a ser el éxtasis de esa interacción. «Restringimos toda nuestra capacidad sensitiva a dos partes del cuerpo, que están muy bien, pero que soportan demasiada carga», comenta.
Para iniciarse en la práctica sensorial del contacto piel con piel, la sexóloga de Diversual propone estos juegos o técnicas que pueden practicarse en soledad o en compañía:
Focalización sensorial
Es una de las técnicas más utilizadas en terapia sexual, según explica la experta. Por turnos, se realizan masajes a todo el cuerpo desnudo. Primero se evita tocar genitales y zonas erógenas (cualquier parte que cada uno de ellos asocie directamente con el placer). Las siguientes veces, se permitirá tocar estas zonas, pero sin penetración de dedos ni tampoco de juguetes eróticos. Solo se realizará la práctica de forma externa.
Con esta dinámica no se busca la excitación ni calentar para luego practicar el coito. Se trata de poner toda la atención en las sensaciones que el cuerpo brinda y descubrir nuevos recovecos en los que deslizarse con las manos y también nuevas reacciones de la pareja ante diferentes estímulos. Se pueden utilizar aceites de masaje, y también se pueden crear ambientes relajantes con velas aromáticas, música sugerente y claroscuros de ambientación lumínica.
Tacto consciente
Para trabajar con esta técnica se puede coger un objeto, como por ejemplo un anillo, una pulsera, la manga de una camisa, una cucharilla del café, o incluso la propia mano. Se cierra los ojos y se respira profundamente para después, con ese objeto, se acaricia el dorso de la mano libre.
Se comienza por zonas pequeñas, se descubre cada pliegue, y si algo nos gusta especialmente (o le gusta a la persona con la que estemos practicando el juego), nos detendremos en ello y lo saborearemos hasta que nos aburra o hasta que la otra persona se aburra. Cuanto más concentrados estemos en la práctica, más sentiremos, más sentirá la otra persona (si lo practicamos en pareja) y más detalles lograremos percibir a través del tacto.
Masaje ‘nuru’
Es un masaje erótico con contacto corporal completo. Tanto la persona que lo da como la persona que lo recibe se recubrirá de aceite de masaje antes de iniciar la práctica. Una vez que estén preparados ambos se estimularán mutuamente toda la piel a través de movimientos y experimentando para encontrar intercambios de tacto a través de formas poco previsibles y distintas a las que suelen estar acostumbrados. Se trata de sorprenderse, de sorprender al otro y de actuar sintiendo el piel con piel, con la libertad de no seguir un esquema fijo en el tacto, pues eso da lugar a una menor exigencia con lo que se tiene que sentir o hacer durante el juego.
Mapas del placer
Este divertido ejercicio consiste en dibujar en un papel una silueta que represente nuestro cuerpo y marcar en él con números (en una escala de 0 a 10) o con colores (de rojo a azul) el grado de placer que experimentamos cuando cada zona corporal es acariciada. Para descubrirlo, podemos contar con algún acompañante, o incluso se puede hacer a solas. Lo haremos de la manera más exhaustiva posible, pues es importante no pasar por alto ningún centímetro de nuestra piel. Iremos marcando en el papel lo que cada una de ellas nos produce, y al final, habremos elaborado un bonito y sugerente mapa que nos chive nuestras ‘zonas calientes’ y los ‘turn off’. Además, puedes preparar con esta práctica un mapa del placer para el tacto cuando proviene de otra persona y otro para el propio. Recuerda guardarlo y usarlo siempre que os apetezca enriquecerlo y probar nuevas sensaciones. Es algo dinámico y cambiante, así que tal vez descubras nuevas «islas de placer» en ese mapa.
Como conclusión, la sexóloga de Diversual, Lucía Jiménez, recuerda que el sexo no es solo la relación entre los genitales, ni siquiera es solo piel. Con la interacción física en realidad lo que hacemos es transmutar una experiencia mucho más compleja, y mucho más profunda, en la que intercambiamos pensamientos, emociones y vulnerabilidades gracias al cuerpo y la mente.
Fuente: ABC
