Pronto vi que el recreo iba a ser la asignatura más difícil de superar

El 80% de los niños con discapacidad han sufrido bullying en algún momento, aunque no es menos terrible es otra lacra contra la que muchos luchan cada día: la soledad y el aislamiento

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El aislamiento, el rechazo y las burlas son las formas de violencia escolar más frecuente que sufren los niños y niñas con discapacidad en España. Lo ha constatado un estudio de la ONCE y del CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad) y lo confirman los testimonios de  miles de menores que sufren acoso escolar a diario por ser «diferentes». 

Más de la cuarta parte del alumnado con discapacidad (32,7%) asegura sentirse siempre aislado, rechazado o excluido por el resto de compañeros. El 27,5% ha confesado, además, ser objeto de burlas constantes.

«Te acostumbras a vivir con ello y acabas normalizando el acoso», asegura Belén, una joven de 21 años, ciega de nacimiento, que reconoce haber sufrido bullying desde el primer día de colegio. «Muy pronto descubrí que el recreo iba a ser la asignatura más difícil que iba a tener que superar», comenta resignada. «Mi colegio era inclusivo y siempre estaba sola, no tenía amigos, no jugaba con nadie, cada vez que me acercaba a un grupo de gente me echaban o me daba a entender que yo no era bienvenida».

Lo más duro vino a partir de los 8, explica Belén, «yo era la más vulnerable, la más débil de la clase y mis compañeros, especialmente las chicas, empezaron a meterse conmigo a todas horas«, relata, «eran tonterías, pero que iban minando mi autoestima, me tiraban gomitas al pelo y decían que eran liendres, me movían las cosas de sitio, me las escondían, me dejaban en ridículo por mi incapacidad de ver siempre que podían, se reían de mi en el comedor, en clase de baile…», recuerda. 

«Empecé a creer que era culpa mía y que por ser ciega estaba condenada a ser la rara, la diferente, la tonta, para superar la etapa escolar necesité la ayuda de muchos psicólogos, y no sé si aun he conseguido superarlo«, reconoce.

Algo parecido sufrió Ignacio Pantoja, un joven con un diagnóstico tardío dentro del aspecto autista, que relata cómo sus compañeros de clase le pegaban, le escupían y le insultaban porque sus comportamientos eran diferentes a los de los demás. «En la ESO y en Bachillerato he visto y vivido cosas realmente espantosas. Tengo 36 años y aún tengo pesadillas», asegura Ignacio.

Graduado en Biología, con máster en Ciencias y con un expediente académico laureado, reconoce que la violencia física acabó cuando llegó a la Universidad, pero no la verbal, ni tampoco la discriminación. «Mis compañeros me decían que no me acercara a ellos porque no querían tener trato con gente subnormal», recuerda angustiado. «Eso te deja un daño irreparable». 

Fuente: ABC

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