Taylor Swift lanza ‘The Tortured Poets Department’: coplas a la muerte de sus exnovios

La cantautora de Pensilvania publica su úndecimo álbum, que sigue la senda tecno-pop de 'Midnights'. El desgarro de las letras es el punto fuerte

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Cuando uno amanece con la amenaza de que el nuevo disco de Taylor Swift sea doble por sorpresa, primer haz de luz del ‘smartphone’ fulminando las legañas, uno se asusta. Pero falsa alarma algorítmica. A medias. Hay una versión adicional antológica con 15 canciones más por la incontinencia a escribir ‘poesía torturada’ de la rubia áurea en estos dos últimos años tras algunas rupturas. Pero vayamos a la obra central: ‘The Tortured Poets Department‘, libre desde este viernes 19 de abril. Y vayamos a la cursilería o no de hablar de ‘poesía torturada’ con tan recurrente desfachatez. Qué somos, Taylor, ¿Marea? ¿Txus di Fellatio? ¿Tocas en el Viña o en Libertad 8?

La segunda amenaza que se cierne sobre cualquier análisis es que muchos medios ya la han puesto de obra maestra en adelante, en esta era de la cultura pop en el que las superestrellas que dominan los ‘charts’ de éxitos adolescente, los reyes y reinas de Los 40 Principales, también son Frédéric Chopin a menos sea que seas un elitista a fusilar en el paredón de las redes. Así, amanecemos con varios 100/100 a primerísima hora de la mañana sobre un disco muy largo, más de 60 minutos, publicado apenas hace un rato (supongo que lo habrán escuchado con anterioridad, si no…) y que versa sobre temática harto trabajada: el desamor y el peaje de la fama. Y sigue funcionando, la forma hace al fondo, que reza el topicazo.

‘El Departamento de los Poetas Torturados’ de Swift se inicia con una colaboración con Post Malone, un rapero de pasado emo en Soundcloud, cancioncita sedosa con trazas de unos Beach House leves, onda etérea, y un par de frases prontas para aterrizar el tono del disco: «Se suponía que me iban a despedir, pero se olvidaron de venir a buscarme». Swift va a pegarte palos emocionales y te va a gustar (o no, aunque sí). Al contrario que Shakira, por mentar alguien monstruosamente comercial también y con un disco reciente de concepto aledaño, la estadounidense logra el acto poético de las mil caras del estar blandito (¿regodeo?) y la de Barranquilla, más bien, muerde primando diversos estilos musicales y el ritmo, con unas letras mucho menos sugerentes.

De hecho, las redes ya están plagadas de fragmentos de ellas, es lo mejor del elepé, porque son de nota y traca, con una legión de fans identificándose a nivel hiperbólico. Por ejemplo, la canción titulada ‘Love Of My Life’ termina con un ‘Loss of my life’ (es decir se titula ‘El amor de mi vida’ y acaba con la frase: ‘La pérdida de mi vida’) y llora la virtualidad. O introspecciones varias como «Crecer antes de tiempo a veces significa no haber crecido como tal», en ‘But Daddy I Love Him’. El doloroso cliché tan cierto de que perdió no solo a ‘su gran amor’ sino a ‘su mejor amigo’. O: «Todas mis mañanas son lunes atrapados en un febrero interminable». O: «Tú no durarías ni un día en el manicomio donde me criaron». O: «Te amo, estás arruinando mi vida». O: «Mi marido me engaña, quiero matarlo»…  A tope de barras depresivas y cruentas, la dopamina de este disco que acaba con un «te pareces a Taylor Swift, el futuro es brillante, deslumbrante». Divertido narcisismo y luz al sol del futuro, que diría Nanni Moretti.

Musicalmente las canciones buscan la homogeneidad, con poco estribillo, delicadas baladas de intensidad lírica y los entrecots de su alma rota puestos en el asador de su desgarro, pero sin grandes sorpresas sonoras salvo algún arreglo sutil en ‘Down Bad’, el juego de voces angelical de inicio del tecno pop de ‘So Long, London’ o ‘I Can Do It With a Broken Heart‘, animada tonada disco, que funciona magistral como oda pocha: «Estoy tan deprimida que actúo como si fuera mi cumpleaños todos los días. Estoy tan obsesionada con él, pero él me evita como la peste. Lloro mucho, pero soy muy productiva, es un arte. Sabes que eres buena cuando puedes hacerlo incluso con el corazón roto. Estaba sonriendo como si fuera ganando. Estaba alcanzando mis marcas porque puedo hacerlo con el corazón roto».

La música es un envoltorio sutil y aseado para priorizar a la poeta torturada, electropop comercialoide tranquilo sin hits ni estribillos, con alguna melodía destacable, como la homónima y la tercera, ‘My Boy Only Breaks His Favourite Toys‘. La factura es elegante, como en el cierre de ‘The Alchemy’, hipnótico mantra de inicio y final con eso de «Esto sucede una vez cada pocas vidas, estos químicos me golpean como vino blanco». Las vibraciones a Lana del Rey son altas, por su alto abatimiento glamuroso. Incluso un Leonard Cohen. Las canciones están compuestas por Swift, algunas junto a Aaron Dassner, de The National, y la mayoría junto a Jack Antonoff, su productor habitual. Año y medio después de ‘Midnights‘, en medio de su multimillonaria gira ‘The Eras Tour‘ y que este mayo podremos ver en el Bernabéu cristalizar toda esta montaña de expectación. Y valorar.

Y acaba el desesperado álbum con ‘Clara Bow‘. En Spotify vemos un vídeo en bucle en blanco y negro de la autora con un vestido claro, hombros desnudos, sosteniendo una rosa que se enreda en su pelo mientras ella la mira alicaída. Ahí frasea: «Te pareces a Stevie Nicks en el 75», «La corona está manchada, pero tú eres la verdadera reina» y «Es un infierno en la Tierra ser celestial», dice la que fuera designada ‘La persona del año 2023’ para la revista ‘Time’.

Pero como Spotify no para, la plataforma sin bocinazo de aviso te traslada a una canción de Boygenius, el supergroupo de indie femenino, muy Simon and Garfunkel, austeras y evanescentes musicales igual que Swift, y cuesta darse cuenta realmente de que ya no estás ahí. Y da qué pensar. El medio es el mensaje, que decía McLuhan. Es llamativo dónde nos obligan a enfocar las conversaciones, si no son tan distintivas.

‘The Tortured Poets Department’ es un buen disco, no obstante. Sigue la línea de ‘Midnights’, y se separa del folk e indie intimista de ‘Folklore’ y ‘Evermore», hacia un pop electrónico, aunque más espacial que el anterior, sin fórmulas comerciales porque ni lo necesita. La fórmula es ella. Y cumple las expectativas, que es mucho. Porque la estrella se abre en canal, y brilla en su visceralidad. Un disco muy personal, lineal, demasiado largo y hasta aburrido, pero especial. Por atribulado. Lágrimas de oro entre neones. Sobre todo si eres bilingüe.

Fuente: ABC

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