Los humanos somos cada vez menos ‘exclusivos’: chimpancés y abejas también muestran aprendizaje social

Dos experimentos con puzles de varios pasos muestran cómo estas especies tan dispares son capaces de asimilar comportamientos totalmente nuevos unos de otros

0
192

Usted está leyendo esto porque, milenios atrás, un grupo de personas desarrolló un sistema de comunicación que derivó más tarde en un lenguaje escrito. Después, gracias a esas reglas ortográficas, se pudo plasmar el conocimiento de cada época en pergaminos, libros y, más tarde, internet. Ese saber, a su vez, acabó sentando las bases de la tecnología que ha permitido la creación de, por ejemplo, la pantalla que tiene delante. Todo eso que ha aprendido de otra gente y que ahora le permite observar y entender todas estas letras servirá a su vez de base para aumentar el conocimiento del futuro. Eso es a lo que llamamos aprendizaje social y es el pilar de nuestra cultura como especie.

Durante mucho tiempo se ha pensado que se trata de una característica exclusivamente humana que nos diferencia del resto de animales: nos enseñamos unos a otros, mejorando y adaptando estos conocimientos en cada generación. Sin embargo, ahora un experimento con chimpancés y otro con abejas demuestran que puede no ser tan único como pensábamos. Las conclusiones se acaban de publicar en dos estudios independientes en las revistas ‘Nature’ y ‘Nature Behaviour’.

La diferencia entre imitar y reinventar comportamientos

Estudios anteriores han probado que diferentes especies pueden aprender unos de otros comportamientos complejos, como cuando los chimpancés usan herramientas para partir nueces o las abejas enseñan ‘trucos’ a otras. Lo que no se ha probado de forma concluyente es si esto podría ocurrir con una tarea tan compleja que un individuo no pueda volver a recrearlo mediante el aprendizaje independiente de prueba y error, como nosotros no podemos construir un coche sin conocimiento previo (ni siquiera saber qué es un coche). Aquí entra la hipótesis ZLS (siglas de ‘zone of latent solutions’ o zona de las soluciones latentes), una teoría que señala que, en los animales, ese conocimiento no se acumula de generación en generación, sino que cada individuo lo ‘reinventa’ automáticamente, de forma espontánea y no por aprendizaje acumulativo.

De hecho, diferentes estudios demuestran que los chimpancés y otros grandes simios descubren por sí mismos comportamientos específicos (como usar herramientas) sin aprendizaje social, algo que los científicos llaman ‘innovaciones individuales’. Es decir, ‘descubren’ de forma individual cómo usar las herramientas, no lo aprenden de otros. Esta teoría ha suscitado un intenso debate en la comunidad científica y en los últimos años ha motivado diferentes estudios, tanto a favor como en contra.

Los chimpancés aprenden unos de otros

Para ahondar en esta cuestión, el experto en comportamiento animal Edwin van Leeuwen, de la Universidad de Utrecht (Países Bajos) y su equipo se hicieron la siguiente pregunta: ¿podrían los chimpancés copiar unas acciones muy complejas que no podrían resolver por sí solos? Y, si era así, ¿eso sería aprendizaje social, la base cognitiva de nuestra cultura? Para ello, seleccionaron dos grupos de chimpancés que habitan en santuarios de Zambia. A ambos se les entregó una caja rompecabezas que requería tres pasos para abrirse: era necesario recuperar una bola de madera del bosque, abrir un pequeño cajón donde introducir la bola y, después, volver a cerrar el cajón con la pelota dentro. Si seguían todos los pasos, obtenían una recompensa en forma de cacahuetes.

Después de tres meses de exposición a la caja, los chimpancés (un total de 66 individuos entre los dos grupos) no desarrollaron las habilidades necesarias para abrirla, demostrando que no podían conseguirlo de forma autónoma. «Aquí probamos que era algo que realmente no sabían hacer y que además no descubrían por ellos solos cómo resolverlo, por lo que el aprendizaje social se volvió totalmente necesario», explica a ABC Van Leeuwen, primer autor del estudio publicado en ‘Nature Behaviour‘.

El siguiente paso fue entrenar a un chimpancé de cada grupo en esta tarea y observar si este ‘maestro’ podía enseñar al resto. En ambos grupos, después de que el ‘profesor’ mostrase a cada uno cómo se abría el rompecabezas al menos 9 veces a una distancia de metro y medio, 14 de los 66 chimpancés aprendieron la misma habilidad, demostrando que, en efecto, estos animales podían aprender unos de otros, igual que nosotros.

«Los humanos estamos muy capacitados, casi programados, para imitar comportamientos. Incluso llegamos a ‘sobreimitar’, no solo de nuestra especie, sino de otras. Pero esto no es algo que hagan los grandes simios: ellos se centran mucho más en sus capacidades individuales y en su propio ‘ensayo y error’», señala Van Leeuwen. «Sin embargo, estos chimpancés aprendieron unos de otros. Y estoy seguro de que si les dejásemos más tiempo, más individuos aprenderían estas acciones».

Cosas de abejas

Otro estudio publicado en la revista ‘Nature’ apunta a que esta habilidad no solo estaría restringida a humanos y chimpancés, sino que otras especies, como las abejas, también aprenden de sus congéneres. «Los insectos sociales tienen algunos de los repertorios de comportamiento más ricos e intrincados del planeta. Pero como son invertebrados, la gente suele asumir que toda su conducta es innata y simple. Queríamos investigar si existía la posibilidad de que no lo fuera», explica a ABC Alice Bridges, investigadora de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) y primera autora del estudio que demuestra que, en efecto, la habilidad no está restringida a primates.

Para ello elaboraron un experimento muy parecido al de los chimpancés: idearon un rompecabezas por el que las abejas tenían que empujar una pestaña de color azul que, a su vez, bloquea otra roja. Una vez liberada, el artefacto se puede girar apretando el interruptor rojo hasta que las plataformas se alinean, lo que da acceso a una recompensa azucarada.

Las abejas no entrenadas no lograron resolver el rompecabezas de forma independiente mediante prueba y error. De hecho, se necesitaron alrededor de dos días para entrenar a las abejas demostradoras para completar la tarea, lo que a menudo requería una recompensa en el primer paso. Sin embargo, las abejas no entrenadas aprendieron a abrir la caja sin premios intermedios, solo viendo a sus compañeras.

«Lo que este experimento en particular demuestra es que pueden aprender algo tan complicado que ellos mismos no podrían haber resuelto, algo que antes se pensaba que era exclusivo de la cultura humana. Así como ningún ser humano partiendo de cero podría aterrizar en la Luna o dividir el átomo (¡o siquiera concebir hacerlo!) durante su propia vida, ningún abejorro individual podría abrir esta caja por sí solo en nuestro experimento», indica Bridges.

Estudios paralelos que muestran lo mismo

A pesar de que los dos estudios estaban centrados averiguar si el aprendizaje social no es exclusivo en humanos, sus autores no conocieron la existencia del otro hasta hace apenas unas semanas. «Creo que el resultado en los chimpancés solo sirve para reforzar nuestras conclusiones extraídas de nuestros abejorros: que esta capacidad de aprender un comportamiento tan complejo en realidad no es exclusiva de los humanos; de hecho, está muy extendida y potencialmente basada en mecanismos evolutivos basales», señala Bridges.

De hecho, Van Leeuwen ya ha probado el mismo experimento en otros tres grupos de chimpancés más «y en cada uno entre el 20 y el 30 por ciento de los individuos aprende a resolver el puzle en un periodo de cinco o seis semanas». Por lo tanto, el siguiente paso será ampliar la muestra, «para ver si este comportamiento se propaga» y ver la velocidad en que lo hace cada grupo. «¿Deberíamos empezar a pensar que no somos tan especiales en el reino animal? Sí -dice rotundo Van Leeuwen-. Y este es el punto de partida».

Fuente: ABC

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here