Animal de compañía o producto alimenticio. Ser perro en ciertos países implica un elevado riesgo de acabar convertido en guiso, fritura, asado e, incluso, como ingrediente de bebidas alcóholicas cuyo proceso de fermentación nos ahorraremos de describir. Sólo en el sudeste asiático, donde figuran entre las más ‘apreciadas’ razas como labrador retriever, cocker spaniel, chow chow o tosa, se sacrifican cada año 30 millones de canes por motivos gastronómicos.
Muchos perros son apaleados, quemados o desollados en los mercados de lugares como Indonesia, Vietnam, Ghana o Nigeria
Muchos de ellos, denuncian organizaciones animalistas como la Humane Society International, con presencia en más de 50 países, son apaleados, quemados o desollados en los mercados de lugares como Indonesia, Vietnam, Ghana o Nigeria. En China –con 20 millones de animales sacrificados cada año– se celebran, además, varios festivales, «especialmente crueles», con la carne de perro como principal atractivo.
La Policía de Semarang (Indonesia) rescató el mes pasado a 226 perros apilados en la trasera de un camión (foto de apertura). Atados por las patas y metidos en bolsas, iban camino de un matadero ilegal.
El más popular –y polémico– es el de Yulin, una fiesta de diez días que arranca con el solsticio de verano y en la cual se sacrifican miles de perros, hervidos vivos, incluso, para mejorar el sabor de su carne. Muchos de los ejemplares que alimentan la matanza, además, son robados y vendidos sin la más mínima precaución sanitaria, facilitando así la propagación de enfermedades domo la rabia.
Los defensores del consumo de perros alegan motivos como tradición, poderes medicinales y sexuales, superstición, protección, rituales religiosos, o simplemente, por considerarse un manjar o un saludable sustituto de la res o el cerdo. Pero lo cierto es que se trata, en su mayor parte, de una práctica cuyo rechazo crece de forma exponencial.
En Asia, países como Filipinas, Singapur, Hong Kong, Tailandia, Malasia o Taiwán ya han prohibido el comercio y consumo de carne de perro. Y en Corea del Sur, un país con larga tradición en este ámbito, se acaba de aprobar una ley contra la cría, despiece, distribución y venta de perros para carne, aunque ésta no entrará en vigor hasta 2027.
En un popular festival en China que dura diez días se sacrifican miles de perros, hervidos vivos, incluso, para mejorar el sabor de su carne
La ley coreana culmina un proceso iniciado en los Juegos de Seúl 88, cuando el país impulsó su apertura al exterior y Occidente descubrió con espanto que los coreanos se comían a los perros. Hoy, sin embargo, el consumo anda a la baja. Apenas el 8 por ciento de la población reconoce haber comido perro, cuando hace apenas nueve años lo hacía el 27 por ciento, según la Asociación Coreana de Perros Comestibles, patronal de un sector todavía alimentado por cerca de 3000 granjas, 7000 menos, eso sí, que hace una década.
Similar camino parece haber iniciado Indonesia, con prohibiciones en varias regiones de un país que, a pesar de su abrumadora mayoría musulmana –el 90 por ciento de sus 270 millones de habitantes–, un credo que considera la carne de perro como haram (pecado en árabe), es un gran consumidor de carne canina, sobre todo en las provincias de mayoría cristiana.
Cada vez más mercados populares, sin embargo, están dejando de comerciar con carne de perro (también de gato) ante la presión de grupos locales que promueven la campaña Indonesia Libre de Carne de Perro y de la propia Humane Society International, espoleada por celebridades como la actriz Cameron Diaz, la presentadora Ellen DeGeneres, el cómico Ricky Gervais o el músico Moby, que han solicitado al gobierno la prohibición total de estas prácticas.
La indignación de los famosos ayudó a la difusión, en 2018, de varios videos grabados por activistas en dos mercados indonesios en los que se mostraba a perros destinados al consumo mientras eran golpeados en la cabeza con porras de madera y, en preparación para la matanza, se les quemaba el pelo con sopletes.Envueltos en bolsas y amordazados. La policía de Semarang (Indonesia) rescata a 226 perros apilados en la parte trasera de un camión. Atados por las patas y metidos en bolsas, iban camino de un matadero ilegal.
Los asiáticos no son, sin embargo, los únicos que comen o han comido perro a lo largo de la historia. En Europa, sin ir más lejos, hay lugares, como Suiza, donde la carne de perro curada y el gato asado eran platos tradicionales hasta mediados del siglo XX, sigue siendo legal comerse a tu perro o tu gato, aunque es una práctica socialmente reprobable y está muy lejos de ser generalizada.
Mucho más abiertamente, numerosas culturas americanas precolombinas, como aztecas, incas, mayas o numerosas tribus de nativos norteamericanos también criaban perros para su alimentación: lo mismo ocurría en Tahití, Hawaii y otras islas del Pacífico. Incluso en países europeos como Francia o Alemania se comía perro hasta las primeras décadas del siglo pasado, sobre todo en épocas de escasez de carne –guerras, asedios como el bloqueo alemán de París en 1870…– y, sobre todo, entre las clases más populares. Hábitos que sólo la creciente consideración de estos animales como mascotas han permitido desterrar.