¡Economía social sí, clientelismo no!

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México es el tercer país con más desigualdad económica entre los países de la OCDE tan solo detrás de Colombia y Costa Rica. La desigualdad también está presente entre el norte y el sur de nuestro país, mientras en Chiapas casi 70% de la población está en pobreza Nuevo León Baja California o Baja California Sur menos del 15% está en esta condición. Según datos del Inegi, la desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población es de 15 a 1 y las diferencias entre zonas urbanas y el campo también son inmensas. En las zonas rurales el ingreso promedio del primer decil es de 9,000 pesos mientras que en las zonas urbanas es de 16,250 pesos, es decir casi el doble.

Por eso soy una convencida de que la economía social y los emprendimientos sociales emergen como una oportunidad para un desarrollo económico más inclusivo.

La economía social busca promover una forma de desarrollo económico más inclusiva y sostenible, que ponga en el centro a las personas y al medio ambiente. En México, el fomento a este tipo de organizaciones representa la vía más efectiva para disminución de las desigualdades, y esto es posible a partir de sus enormes fortalezas: cuentan con conocimientos y experiencias, saben cómo producir y optimizar lo que producen, lo que genera sinergias y apoyos en su comunidad; fortalecen a las comunidades, es decir generan un mercado interno local más sólido que se traduce en desarrollo regional; generan capital social y fortalece las relaciones de solidaridad y confianza, el espíritu comunitario y la participación en la sociedad; crean servicios y obras de beneficio social en sus comunidades y territorios; recuperan la riqueza natural y cultural de las comunidades; y fortalecen el tejido comunitario.

Pero para ser justos, también hay que reconocer que enfrentan muy diversos y complejos problemas:

1. Muestran gran diversidad y heterogeneidad en cuanto a su tamaño y organización.

2. No cuentan con apoyos del gobierno para darles asesoría para su administración, la mayoría no cuenta con gobierno corporativo.

3. Requieren ser capacitadas para enfrentarse a un mercado moderno.

4. Necesitan financiamiento y conocer técnicas de pago y ahorro.

5. La mayoría opera en la informalidad y;

6. No siempre generan los ingresos suficientes y las fuentes de trabajo necesarias para crecer.

La realidad es que las más de 60,000 organizaciones del sector de la economía social y los más de 13 millones de mexicanos que están asociados están abandonados e invisibilizados, el gobierno ha malinterpretado y despreciado el valor de los servicios generados por sus socios y ha minimizado el potencial de crecimiento de los pequeños productores. Los ha reducido a una carga de asistencia social, en lugar de ponerlos en el centro de las decisiones económicas nacionales.

En la Coordinación MiPymeX de Xóchitl Gálvez creemos en la economía social y nos hemos comprometido a dejar de verlas como un mecanismo clientelar y político, por eso nuestro propósito es crear un nuevo marco regulatorio que las apoye; generaremos una política pública de fomento, y eliminaremos las barreras actuales que enfrentan debido a los contextos de marginación y pobreza en los que se encuentran.

En pocas palabras, delinearemos de la mano de estas organizaciones, caminos viables para crear un ecosistema de fomento con condiciones favorables para la creación y desarrollo de las empresas sociales en México, y serán parte fundamental de la Nueva Economía de México que impulsa Xóchitl Gálvez.

Fuente: eleconomista

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