Ese faro de esperanza que sería la cuarta transformación se aleja cada vez más, como un barco que se dirige a altamar. El nepotismo, el amiguismo, el compadrazgo y el influyentismo que no existirían ya más en el gobierno, se quedaron varados en el país de los otros datos. Hoy sabemos que familiares, tíos, primos, hermanos y hasta cuñados de cuatroteístas trabajan en diversas partes del gobierno; no importando si a nivel estatal, federal o municipal, los parentescos se hacen presentes.
¿Será que la que nada haya entendido sea yo? ¿Que cuando se habla de austeridad franciscana es tan solo para dar cabida a los morenistas? ¿Contemplarlos como hermanos (o como animales, pues si bien San Francisco solo hablaba con ellos, no les ponía a desarrollar grandes tareas en su comunidad)…?
Y tenemos que al menos dos parientes del inquilino de Palacio Nacional están buscando trascender del espacio terrenal de este sexenio… al que sigue; para ello aprovechan el apellido y todo lo que este conlleva en materia de poder, recursos y propaganda para hacerse de un puesto de elección popular.
José Ramiro “Pepín” López Obrador ya se registró para competir por la senaduría de Morena por Tabasco; su prima, Manuela Obrador, lo mismo, solo que ella va por la senaduría de Chiapas. Conocen bien la máxima nada divina: ‘vivir fuera del presupuesto es vivir en el error’.
Cierto es que hace unos meses López Obrador le pidió a su prima Manuela que no compitiera por la gubernatura de Chiapas en las elecciones venideras y ella acató la petición. Y ahora, después de una semana de guardar silencio acerca de las decisiones de su hermano, AMLO ya avisó que se deslinda de ellas. Aseguró que él “no respalda el registro de su hermano, ni a nadie más de su familia que tenga intenciones de ocupar un puesto en la política mexicana.”
Pero, en contraste a lo que pasó hace pocos meses con su prima, en esta ocasión, no les pidió ni a su hermano ni a a esta que no compitieran. Menos aún instruyó a su partido —sí, su partido— algo en ese sentido. Lo que es más, AMLO compartió que solo su familia nuclear, esposa e hijos, serán quienes no tengan espacio en la vida política hasta su jubilación. Una aceptación tácita a que se registren y compitan tanto su hermano como su prima.
Y en ese sentido, ¿no son amiguismo, influyentismo, conflicto de interés (en suma, corrupción) el que los amigos de sus hijos se hagan, de la noche a la mañana, de contratos públicos multimillonarios?
Sin embargo, los mencionados anteriormente no son los únicos ejemplos de corrupción vía lo que algunos han pasado a llamar ‘nombramientos indirectos’. Tal vez el que más “duele” en estos momentos es el concerniente a Felix Salgado Macedonio para supervisar los apoyos a Guerrero tras el huracán Otis. Su hija es gobernadora de Acapulco, ¿pero su papá es quien supervisará los apoyos? ¿No les suena esto a conflicto de interés, además de nepotismo?
Y como en este caso, hay otros muchos en la 4t donde se favorece a los familiares independientemente de su experiencia. Nombraré algunas autoridades (funcionarios, ex funcionarios y directivos varios) cuyas familias cuentan con más de un miembro trabajando en el gobierno: Octavio Romero Oropeza, director de Pemex; Adán Augusto López, exsecretario de Gobernación; Rutilio Escandón, gobernador de Chiapas; Luciano Concheiro, subsecretario de la SEP; Alejandro Esquer Verdugo, secretario particular de López Obrador; Luisa María Alcalde Luján, secretaria de Gobernación; Mario Delgado Carrillo, presidente de Morena; Olga Sánchez Cordero, senadora de la República; Guadalupe Taddei, presidenta del INE; etcétera.
¿Antes también ocurría? Por supuesto que sí. La diferencia es que este gobierno se jacta de ser diferente (y de haberlo sido durante los últimos cinco años), pero eso es una gigantesca falsedad. El nepotismo se asoma en el obradorismo; no solo se asoma, también sonríe cínicamente.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN