‘Es que ellos no van a votar’

Es una enorme generación, la más grande que va a tener México y ellos ya fueron convocados para votar. ¿Pero no lo harán, no les interesa, cierto?

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Máximo, tienen unos 26 años de edad. Es una enorme generación, la más grande que va a tener México y ellos ya fueron convocados para votar.

No son millennials, sino que conforman una montaña de individuos, muchos universitarios, que para comodidad de los mayores, los agruparon como ‘Gen Z’, centennials o generación Z. ¿Pero ellos no van a votar, no les interesa, cierto?

Realmente no lo sabremos hasta después del 2 de junio.

Pero es verdad que parecen menos visibles políticamente en las calles. No son los jóvenes de los 68 que plantaron la semilla de la democracia con gritos como “México, aguanta, el pueblo se levanta”. Tampoco los Gen X que impulsaron el final de la dominación del PRI en 2000 votando por el opositor más fuerte que en esos días fue Vicente Fox.

No se han mostrado como lo hicieron los millennial cuando ‘obligaron’ al candidato Enrique Peña Nieto a encerrarse en el baño de la Universidad Iberoamericana o cuando votaron por Andrés Manuel López Obrador. Sucede que la cancha de los Gen Z, probablemente no esté en la calle ni en los aspavientos.

¿Van a votar los centennial? ¿Por quién? Quién sabe.

Parece que la edad no es relevante. No es un asunto de la generación de los candidatos a la elección de este año. Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum tienen más de 60 años, Jorge Álvarez, 39. En promedio tienen 54 años.

Comparemos. El promedio de edad de los candidatos a la presidencia en México desde 1988 a la fecha es de 53 años.

¿La elección de los más jóvenes? Esa fue justamente la que ganó Carlos Salinas a los 40, que compitió contra Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, quienes cumplieron 54 años en el 88. Juntos, los tres promediaron 49 años de edad en ese momento.

En cualquier caso, la edad de las candidatas y el candidato actual no son mucho más distantes ahora con respecto a la de los votantes más jóvenes de otras eras.

Vaya, basados en la historia, no parece que si hay desinterés, éste se base en la ‘vejez’ de los candidatos.

Es importante leer el texto ‘Generación Z, el desafío electoral’ del responsable de las encuestas de El Financiero, Alejandro Moreno, quien el año pasado puso el reto sobre la mesa con preguntas como ésta:

“¿Qué sucede con la generación Z, la nueva generación de votantes, de ciudadanos, de consumidores, de contribuyentes y, no hay que olvidarlo, de nativos digitales? ¿Serán un factor decisivo en 2024?”

Ahí parece haber pistas. Si son nativos digitales, eso implicaría que buena parte de su vida transcurre mientras interactúan con su smartphone. En ese universo, las ‘canchas’ del juego se llaman TikTok, Instagram, incluso Facebook, aunque se asocie con usuarios de mayor edad.

En ese ambiente, Claudia Sheinbaum parece llevar una amplia ventaja. Una comparación burda arroja que ella suma 4.5 millones de seguidores en esas tres plataformas; muchos más que los 1.3 millones de Gálvez y 1.1 millones de Álvarez.

¿Pero eso los hace líderes del mundo digital en el que navegan los centennial?

Comparen ustedes esos datos con los del aspirante que quedó fuera de la competencia, el gobernador Samuel García, con 5.4 millones, que suma en su favor los de su esposa Mariana Rodríguez, con 5.6 millones. Ellos lucen más influencers y por tanto más reconocibles en el ambiente de los ‘Gen Z’.

¿Cómo llegar a los ‘Gen Z’?

Esa generación ha sido estudiada más profundamente por consultoras como McKinsey y empresas como Alphabet, a través de Google.

Esos documentos revelan que los centennial sí están interesados en la sociedad, pero desde una perspectiva más amplia, global y más humana. Son defensores de los derechos de personas transgénero; atacan verbalmente a las empresas más contaminantes que los exponen al cambio climático, pero evitan la confrontación física, en privilegio del diálogo.

Se inclinan por mensajes gráficos y marcas (Nike y Oreo han ganado con ello), más que por logotipos de partidos. Un escenario poco comprensible para quienes no entienden de códigos gráficos basados en ‘emojis’ y memes.

Hay un importante asunto adicional: su plaza pública son las redes sociales. Ahí no hay más presidentes que los del consejo de Byte Dance, Alphabet o Meta, otros poderosos personajes que también defienden su posición y cuyo poder crece no a través de votos, sino de algoritmos.

Algoritmos, emojis, memes… Quizás es un asunto de idiomas que no hablan los candidatos, más que de edades. Los centennial sí lo entienden, los demás probablemente, no. ¿Ellos no van a votar? Ya veremos.

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