«Caín contra Abel», el impacto de la guerra sacude al mundo ortodoxo

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La invasión rusa va a reforzar la nueva Iglesia independiente de Kiev con la llegada de millones de ucranianos que seguían fieles al Patriarcado de Moscú

La guerra de Ucrania no se vive solo en el campo de batalla. También se libra en el corazón de millones de fieles de la Iglesia ortodoxa, que no se explican cómo un pueblo hermano -en la fe, en la cultura y en gran medida en la lengua- ha invadido su tierra y bombardea sin piedad sus ciudades. El ‘escándalo’ del conflicto se extiende a todo el mundo ortodoxo, compuesto por varios cientos de millones de fieles. El 71 por ciento de los rusos son cristianos ortodoxos; en Ucrania la cifra alcanza el 78 por ciento, junto a una importante minoría católica cercana al 10 por ciento. Uno de los líderes ortodoxos ucranianos, el obispo metropolitano Onufriy -en su día cercano a Moscú- acaba de definir la invasión rusa como la recreación del episodio bíblico de Caín contra su hermano Abel.

Hay, sin embargo, referencias más cercanas en la Historia del fratricidio desencadenado por el Kremlin. Cuentan que Iván el Terrible -el primer zar de toda Rusia– mandó arrasar las ciudades y aldeas que no se le sometían. Un monje ortodoxo al que el monarca admiraba, Basilio, se presentó un día de Cuaresma de mediados del siglo XVI en el palacio del zar, y le ofreció una pieza de carne que llevaba como regalo. Iván le contestó que, como cristiano, no podía comerla en Cuaresma, a lo que el religioso contestó: «Si bebes sangre humana, ¿por qué no comer carne?».

El monje no fue decapitado tras la respuesta, y en cambio el zar comenzó a agasajarle periódicamente con regalos. La bella iglesia que Iván el Terrible levantó en la Plaza Roja de Moscú para conmemorar una victoria fue, años más tarde, rebautizada como San Basilio, cuando la Iglesia ortodoxa rusa canonizó al monje.

No hay, sin embargo, analogías con la situación actual. El patriarca de Moscú, Kirill, es hoy un firme aliado del presidente Putin y como tal ha justificado la invasión de Ucrania. Kirill califica a los adversarios de Moscú en Kiev de «encarnación del mal», y considera la guerra «justa». Solo ha pedido a las partes que eviten las bajas de civiles. Los popes fieles a Kirill predican por su parte la «paz», que para Putin solo puede venir de la mano de una rendición incondicional.

En un país donde vuelve a estar vigente, tras el comunismo, la alianza del trono y el altar, y no es inusual que los popes bendigan los kalashnikov y los carros de combate, la postura que ha adoptado el Patriarcado de Moscú crea desconcierto y desazón en las almas sencillas. Más aún en Ucrania, donde buena parte de los fieles ortodoxos seguían unidos al patriarca de Moscú y a partir de ahora serán posiblemente protagonistas del éxodo hacia la nueva Iglesia ucraniana autónoma, erigida hace solo tres años.

Fuente: ABC.es

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