La migración es una de las realidades más complejas y visibles de nuestro tiempo. En las últimas décadas, millones de personas han dejado sus hogares en busca de mejores oportunidades, huyendo de la violencia, la pobreza y los desastres naturales. México, por su ubicación geográfica, es un punto neurálgico de esta travesía, convirtiéndose en un país de origen, tránsito, destino y retorno para miles de migrantes.
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), desde octubre de 2022 hasta noviembre de 2023, se han realizado 29 mil encuestas a migrantes en tránsito por México y América Central. Los datos revelan que la mayoría de los migrantes son hombres (59%), aunque una porción significativa son mujeres (41%). La mayoría tiene entre 26 y 35 años, y el 76% no tiene la intención de regresar a su país de origen, lo que indica que buscan una migración definitiva.
Uno de los aspectos más alarmantes de este fenómeno es la creciente vulnerabilidad a la que están expuestos los migrantes. Desde 2014, más de 8,332 migrantes han desaparecido en Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, según reporta la OIM. Los principales peligros incluyen ahogamientos, accidentes de transporte, condiciones ambientales extremas, y la violencia. Estas cifras reflejan una cruda realidad: la travesía migratoria no es solo un camino hacia un nuevo comienzo, sino también un recorrido lleno de riesgos mortales.
El tránsito irregular de migrantes se ha intensificado en México, alcanzando su punto más alto entre julio y septiembre de 2023, cuando se registró el 51% del flujo total del año. La mayoría de los migrantes provienen de Venezuela, Honduras, Guatemala, Ecuador y Haití, lo que refleja la magnitud y diversidad de los flujos migratorios que cruzan el país.
Frente a esta situación, el gobierno mexicano ha lanzado la «Estrategia Nacional de Combate al Tráfico Ilícito de Personas Migrantes con Perspectiva de Género 2023-2025». Esta estrategia busca combatir el tráfico ilícito de personas, promover la regularización de los migrantes, y proteger a quienes son víctimas de este delito. Sin embargo, la implementación efectiva de estas políticas depende de una coordinación estrecha con actores internacionales y locales, así como de un compromiso real con los derechos humanos y la dignidad de cada persona migrante.
La migración no es solo un fenómeno estadístico; es una realidad que toca vidas, historias, sueños y esperanzas. Mientras el mundo se enfrenta a crisis económicas, climáticas y sociales, los flujos migratorios seguirán siendo una constante. Es fundamental que todos los actores involucrados – gobiernos, sociedad civil y organizaciones internacionales – asuman su responsabilidad de abordar este desafío con empatía, justicia y una visión a largo plazo que priorice la seguridad y el bienestar de las personas sobre las fronteras.
La migración es un derecho humano y una manifestación de la resiliencia ante la adversidad. Es tiempo de construir puentes de cooperación y solidaridad, en lugar de levantar muros de miedo e indiferencia.
POR JORGE CUÉLLAR MONTOYA