La Pobreza en Guerrero, Oaxaca y Chiapas

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Pocos problemas nacionales son tan intrigantes como la secular y persistente pobreza en los tres estados del sur de México: Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Sobre todo, cuando se observa y contrasta con la relativa prosperidad y desarrollo económico de entidades federativas del centro y norte. La complejidad del tema es desafiante. Es una afirmación de Perogrullo decir que se trata de un problema multidimensional y multifactorial; no obstante, es esencial intentar desmadejarlo, al menos para identificar algunas ideas diagnósticas simplificadas pero pertinentes.

Quizás lo más inmediato es señalar a la geografía. Son estados de una formidable e intrincada orografía que dificulta las comunicaciones y el intercambio económico, y, por tanto, la especialización, el comercio, y, el desarrollo de una economía de mercado. También puede gravitar su lejanía física a la frontera con Estados Unidos. Desde luego, debe anotarse la precariedad de tierras agrícolas suficientemente productivas (con excepciones, como la costa chiapaneca), y su gran fragilidad ecológica, suelos someros y erosionables, y pronunciadas pendientes. A pesar de la gran diversidad biológica, la productividad de las tierras es generalmente magra, lo que ha inhibido la inversión, una agricultura comercial pujante, y suficientes excedentes y acumulación de capital. La complejidad orográfica abona a la dispersión, fragmentación y aislamiento económico, social y cultural, e incluso a una considerable conflictividad entre comunidades, desconfianza y altos costos de transacción. Sin embargo, la geografía no es destino, ejemplos preclaros pueden ser Japón, Costa Rica, Chile o Nueva Zelanda.

Otra explicación más convincente son las instituciones, o las reglas del juego, como les llama North. Esto incluye rasgos culturales generales, premios y castigos a determinadas conductas, visiones del mundo, normas formales e informales, respeto a derechos de propiedad, incentivos, legalidad y estado de derecho, respeto a los contratos, extractividad o inclusión económicas, certidumbre jurídica y confianza, empoderamiento de las mujeres, seguridad, actitudes hacia la innovación y cultura empresarial, calidad de la educación y productividad, capital humano y social, cultura de esfuerzo y autonomía personal, patrones reproductivos, y sociedad civil y cooperación social para la creación de bienes públicos. Es obvio, en este sentido, que los estados del sur del país poseen condiciones institucionales muy poco propicias para el crecimiento y el desarrollo. Fallan y tienen un déficit abismal en los rubros señalados, desde la CNTE (mafia que controla y explota a la educación pública en esos estados), hasta la subversión, cacicazgos, “escuelas” normales rurales focos de delincuencia social, un raquítico respeto a los derechos de propiedad, deforestación brutal y violencia rural, y débil vigencia de la legalidad y estado de derecho. Las mismas personas, ante reglas del juego distintas, generan resultados disímbolos. Véase el exitoso caso de los migrantes mixtecos en Estados Unidos. Los mismos jugadores, con reglas diferentes, pueden jugar un partido de rugby o de soccer.

El tercer bloque explicativo, y altamente determinante, es la urbanización. En México y en todo el mundo existe una correlación muy estrecha entre el nivel de urbanización (porcentaje de población urbana con respecto a la población rural) y el nivel de ingreso per cápita, así como con respecto al Índice de Desarrollo Humano, que mide un amplio conjunto de variables relacionadas con la calidad de vida. No hay ningún país plenamente urbanizado con alta pobreza extrema. Por su lado, los países y regiones con un elevado porcentaje de población rural presentan una relativamente alta incidencia de pobreza y pobreza extrema. Guerrero, Oaxaca y Chiapas son las entidades federativas con la mayor proporción de población rural y, consecuentemente, las más pobres. Esto tiene que ver con baja productividad – y, por tanto, con bajos ingresos – con deficiente acceso a educación, empleos, diversos servicios públicos, y a oportunidades de interacción social. La urbanización es la clave. China lo ha mostrado espectacularmente en las últimas cuatro décadas, al igual que Corea de Sur y Taiwán; Japón, después de la restauración Meiji; el Reino Unido y Europa con la Revolución Industrial; y desde luego, Estados Unidos. En México, el contrapunto lo hacen, por un lado, Nuevo León, Aguascalientes, Querétaro, Baja California, Guanajuato; y por el otro, los propios estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, junto con regiones identificables en Veracruz, Puebla, Nayarit y la Sierra Madre Occidental.

Las Zonas Económicas Especiales lanzadas por el gobierno anterior iban en el sentido de promover la urbanización. Como muchas otras cosas, el gobierno del presidente López las ha destruido, al igual que la Reforma Educativa (hacia la calidad y el mérito), y la política social focalizada, además de entregar los territorios al crimen organizado. Más allá del típico lamento parroquial, de una supuesta “deuda social”, de prejuicios racistas, y de descalificaciones viscerales, es preciso ensamblar una agenda contra la pobreza para el 2024, tomando en cuenta las consideraciones anteriores.

Gabriel Quadri De La Torre

Fuente: eleconomista

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