No necesitamos un gobierno más grande, ni dueño de más cosas, ni controlador de más sectores. Necesitamos uno que funcione como reloj suizo, no como fiesta mexicana.
Un día a los gobiernos del mundo les llegará la necesidad de ser eficientes. Por el momento, no necesitan serlo; tienen cautivos al capital, al trabajo, y a los ingresos de uno y otro. Disponen, en buena medida, de los recursos naturales que hay en su límite territorial. Si el PIB es un pastel que se produce cada año en un país, los gobiernos pueden decidir que les toca una tajada de 5 por ciento. O de 10 por ciento. O de 25 por ciento. Los economistas liberales y los contribuyentes podemos decir misa. Es lo que nos toca poner. Cada vez más, son autoridades democrática y legalmente electas las que deciden estas cosas, entonces no hay pretexto.
El gobierno representa beneficios y costos. Si mi gobierno me saca un pedazo del ingreso anual cada año, pero yo percibo que recibo bienes y servicios gubernamentales que cuestan eso, o más que eso, seguramente pagaré feliz los impuestos. En el caso contrario, los incentivos a evadir (romper la ley), eludir (doblar la ley) o rebelarse contra el gobierno, son enormes. Círculo vicioso del subdesarrollo: pago impuestos cuando desarrollen al país y me den lo que pagué, dice el contribuyente. El gobierno contesta: no te puedo dar mejores bienes y servicios públicos hasta que no pagues impuestos.
La apuesta mexicana de los últimos 30 años: tomamos deuda, la gente ve que los bienes y servicios públicos son buenos, y más personas pagarán impuestos. Esta apuesta funcionó parcialmente, por regiones y por grupos de población que realmente pudieron aprovechar las ventajas de tener mejores bienes y servicios. ¿Quiénes fueron? Las empresas y los ciudadanos más productivos. Los menos productivos se encontraron en un país donde ya había servicios públicos, pero la mayoría de ellos no estaban a su alcance. Esto puede haber estresado la distribución de la riqueza, que no es lo mismo que la distribución del ingreso. El individuo más pobre en riqueza y menos productivo se da cuenta que ni elevando su ingreso de manera importante, va a poder alcanzar a los más ricos de la sociedad. Se enoja, vota enojado, y ello resulta en una nueva disfunción pública: el gobierno deja de invertir, pero no de gastar.
Hicimos un experimento analítico. Con gusto le mando mis números si me sigue en Twitter (@mjmolano) y me los pide. Tomamos 234 países y territorios para las cuales hay cuentas nacionales. La dividimos en dos mitades: 117 de un lado, con un ingreso per cápita menor a la mediana (6 mil 618 dólares estadounidenses por habitante por año). Analizamos la mitad derecha, es decir, los gobiernos de países exitosos que tienen más de ese ingreso por habitante al año. Por supuesto, México queda en la mitad exitosa, con 8 mil 347 dólares por habitante al año. Ya no podemos vender la narrativa de que somos pobres. Tenemos regiones y personas pobres, pero eso es otro artículo.
En casi todos los casos, el consumo de gobierno (todo lo que no es inversión) ha aumentado. En países y territorios isla, no. Esos son los países que han tenido que invertir más para revertir quiebras, como Puerto Rico, o para defenderse de los efectos del cambio climático.
Casi todos los países en la mitad rica del mundo, en las dos décadas que van del siglo XXI, aumentaron su consumo de gobierno en casi 2 por ciento del producto.
Los daneses, de 2008 a 2020, bajaron el consumo de gobierno de 28 por ciento a 24.5 por ciento del PIB. Finlandia, por otro lado, aumentó de 20 por ciento del PIB a 24 por ciento, y Suecia de 24.5 a 26.5 por ciento. El gobierno de Estados Unidos tuvo un crecimiento en el consumo del gobierno de 2000 a 2010 de 14.5 a 16.5 por ciento del PIB, y cerró 2020 con 14 por ciento menos que en 2000.
En México empezamos la década con un consumo de gobierno por debajo de 10 por ciento, y terminamos la década de 2020 con un poco más de 12.5 por ciento. Suiza, ese país donde todo funciona bastante bien, ha mantenido números constantes entre 10.5 y 11.5 por ciento durante las últimas dos décadas.
Moraleja: los gobiernos que gastan mucho no siempre funcionan mejor. Si tu gobierno consume más, y no puede cobrar más impuestos, no puede invertir. Sin inversión pública, no hay inversión privada. No son sustitutos perfectos. Sin inversión, los países no crecen.
No necesitamos un gobierno más grande, ni dueño de más cosas, ni controlador de más sectores. Necesitamos un gobierno que funcione como reloj suizo, no como fiesta mexicana.
Los cálculos se hicieron con Mathematica CountryData 12.1. Las opiniones son responsabilidad del autor, y no reflejan el punto de vista de ninguna de los países o instituciones mencionados.
Por Manuel J. Molano
fuente: https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/manuel-molano/2022/01/05/gobiernos-eficientes-primera-parte/