China celebra su año nuevo lunar condicionada por el miedo a la pandemia

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Es el tercer año consecutivo que no se puede festejar la fecha con normalidad
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Linternas rojas adornan Pekín. De plástico junto al alumbrado público de las avenidas, de tela a la entrada de edificios y comercios como el restaurante que Jiyi regenta en el centro de la capital china. Mientras los empleados atienden a los últimos clientes, ella y sus familiares toman asiento en una de las habitaciones reservadas. «En China hay muy pocos casos de Covid, el Gobierno lo ha controlado muy bien», afirma. Solo tiene una queja: «Estos días no podemos organizar grandes celebraciones».

Las palabras de la empresaria resultan representativas: el control del virus se ha convertido en una cuestión central para la legitimidad del Partido Comunista (PCCh). La catástrofe que en un momento llegó a etiquetarse como «el Chernobyl chino» no ha desestabilizado al régimen, sino todo lo contrario: lo ha fortalecido.

Dos años después del estallido de la pandemia, su modelo de tolerancia cero afronta una nueva prueba -la última de una larga lista- con la llegada del año nuevo lunar.

Esta festividad, que tuvo lugar anoche, constituye la más importante del calendario chino. La tradición dicta que son días para pasar en familia, lo que se traduce en la mayor migración humana regular. La de este año, sin embargo, supone la tercera consecutiva que no puede celebrarse con normalidad a causa de las restricciones sanitarias. El ministerio de Transporte preveía 1.180 millones desplazamientos, un incremento del 35% con respecto a 2021, pero muy lejos todavía de los 3.000 millones de 2019, antes de que un coronavirus cambiara el curso del mundo.

«Malvados» retornos

Por este motivo, no todos los regresos a casa son bienvenidos. Dong Hong, responsable del condado de Dancheng en la provincia de Henan, grabó la semana pasada un vídeo que se ha vuelto viral. En él advierte que todo individuo procedente de áreas de medio y alto riesgo será puesto en cuarentena y después arrestado de inmediato, incluso aunque muestre una prueba negativa realizada 48 horas antes, de acuerdo a los requisitos legales.

La polémica ha llevado a medios oficiales a alzar la voz, hasta el punto de que la televisión estatal CCTV ha acusado a «algunas autoridades locales» de «crear obstáculos y dificultades de manera deliberada contra aquellos que regresan a casa (…) ignorando las exigencias de prevención». Este episodio refleja el grado de descentralización de la Administración china, y también la enorme presión política a la que están sometidos sus escalones inferiores para evitar nuevos rebrotes.

No todas las ciudades recurren al palo -o al extremo sin acolchar del hisopo- para desincentivar la movilidad: algunas optan por la zanahoria. Es el caso, por ejemplo, de Dongguan; polo industrial al sur del país que emplea a casi 7 millones de trabajadores migrantes -el colectivo que más viaja por estas fechas pues no cuenta con otras vacaciones-. Su alcaldía ha prometido repartir 500 millones de yuanes (70 millones de euros) entre aquellos asalariados que permanezcan en la ciudad. Cada uno de ellos recibirá vales de consumo por valor de 500 yuanes (70 euros), según han adelantado medios oficiales.

Pero no todos los ciudadanos chinos acuden a su hogar familiar. A medida que la clase media urbana crece, también lo hace el número de los que prefieren visitar otros países. Esto, no obstante, ha dejado de ser una posibilidad ante el aislamiento del gigante asiático, que mantiene sus fronteras cerradas desde hace casi dos años y los vuelos internacionales bajo mínimos. Por si hiciera falta recordarlo, carteles recién estrenados decoran, junto a las linternas rojas, las calles de Pekín. Estos, emitidos por el ministerio de Exteriores, «advierten» a los residentes que, si no es por motivos «urgentes o importantes», «no viajen al extranjero».

La estrategia china parece haber sido capaz de extinguir las primeras transmisiones locales de la variante Ómicron así como la acumulación de varios focos de Delta. La capital, precisamente, acoge uno de los últimos todavía activos. Las autoridades detectaron ayer 20 nuevas infecciones, el mayor número en la ciudad en año y medio, y varias áreas han sido confinadas.

A eso se suma, además, los casos dentro de la burbuja de los Juegos Olímpicos de Invierno, que darán comienzo este viernes. El pasado sábado fueron 37, lo que eleva el total en los últimos cuatro días hasta 119. Algunos de ellos atletas, para quienes un contagio pone en peligro su participación en el evento. Es el caso, por ejemplo, de la rusa Valeria Vasnetsova, que no podrá competir tras dar positivo en dos ocasiones y permanece en aislamiento. «Por desgracia mi sueño olímpico seguirá siendo solo un sueño», se lamentaba en redes sociales.

«Líder mundial»

Durante su discurso de año nuevo lunar el pasado domingo, Xi Jinping presumió de que «China ha mantenido su posición de líder mundial en material de desarrollo económico y control de la pandemia». «Mientras los 1.400 millones de chinos siempre estén unidos y los 95 millones de miembros del PCCh permanezcan cerca para un futuro compartido, sin duda seremos capaces de seguir creando impresionantes milagros en el camino hacia adelante», proclamó desde un salón del Gran Palacio del Pueblo adornado, por supuesto, con decenas de linternas rojas.

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