Las virtudes de la alternancia

En estos cinco años Morena no hizo otra cosa que prepararse para la sucesión. Pero cometieron un gran error: no fortalecieron al partido, sigue siendo un movimiento supeditado al caudillo.

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Tengo amigos que votaron por Morena y se desencantaron con el gobierno de López Obrador, pero ahora se niegan a votar por Xóchitl Gálvez porque representa al PRI o al PAN. A ellos me dirijo.

Uno de los elementos más constructivos de la democracia es la alternancia. Un partido si se enquista en el poder suele volverse corrupto. “Del agua estancada espera veneno”, escribió el poeta William Blake. Un partido gobernará mejor si sabe que el próximo gobierno, de un partido distinto, revisará sus cuentas y su desempeño. En cambio, si el mismo partido repite en el gobierno, en su segunda administración intentará ocultar los desfalcos y excesos en que incurrió en el ejercicio de la administración anterior.

La democracia (un sistema imperfecto, pero el mejor que hemos encontrado para gobernarnos) es un sistema de prueba y error. Un gobierno pone a funcionar un programa, el siguiente gobierno —de otro partido— examinará si el programa funciona y hay que continuarlo, o si funciona en parte y entonces habrá que corregirlo, o si de plano no funciona y hay que eliminarlo. Se corre, es cierto, el riesgo de que un partido que llega al poder intente eliminar programas que funcionaban para sustituirlos por los propios, como ocurrió con la desaparición del Seguro Popular, que fue sustituido por el Insabi primero y luego por el IMSS-Bienestar. Al llegar Morena al gobierno había 30 millones de personas sin cobertura de salud, ahora hay poco más de 50 millones. Si Morena sigue en el poder no solo no vamos a tener un sistema de salud como el de Dinamarca, sino que profundizaremos el desastre actual (carencia de medicinas, mal servicio, esperas muy dilatadas, importación de médicos cubanos, etcétera).

La alternancia permite que entre todos vayamos construyendo un mejor país. México es una nación plural, geográfica, social y políticamente. Durante 70 años nos gobernó un solo partido. Tuvo logros inmensos y fracasos estrepitosos. Cuando comenzó a agotarse su sistema hegemónico recurrieron a los peores recursos: las matanzas de sus propios ciudadanos (Tlatelolco 1968, San Cosme 1971, guerra sucia en el periodo de Echeverría). En el periodo de transición se nos quiso vender la idea del bipartidismo PRI-PAN, como nuestros vecinos del norte. Pésima idea: en un país con una enorme población sumergida en la pobreza es necesaria la presencia de uno o varios partidos de izquierda. La alternancia en el poder de partidos de distinta orientación política permite la aplicación de programas que atiendan a los distintos grupos sociales que conforman el país. La política de privilegiar a un solo segmento (primero los pobres) y demonizar a otros (como lo ha hecho López Obrador con la clase media) polariza a la sociedad, la satura de un odio inútil, cuando todos deberíamos estar enfocados en construir un mejor país.

Debe existir continuidad en ciertos programas de gobierno, en algunas áreas técnicas de la administración, independientemente del partido que gane las elecciones. Para eso sirve el servicio civil de carrera, para conformar una burocracia eficiente, ajena a los vaivenes partidistas, encargada de que el gobierno funcione óptimamente. Al llegar López Obrador al poder aplicó una política de austeridad absurda. Despidió a una enorme cantidad de empleados, volviendo lenta y deficiente su administración. Su motivación no fue económica sino política: quitó a gente preparada y puso en su lugar a “su gente”, sin estudios indispensables para la función que desempeñaban, familiares y amigos. Alternancia sí, pero con una base de estabilidad integrada por burócratas formados en el sistema civil de carrera.

La alternancia impulsa a los partidos a mejorar sus propuestas, programas y acciones, lo que propicia una mejoría en la calidad de las políticas públicas. No debemos volver a permitir un gobierno de ocurrencias, que prescinda de los estudios técnicos y ambientales de rigor. Nada más sano para la vida pública que las propuestas del Ejecutivo sean revisadas y modificadas por un Legislativo plural y frenadas por el Poder Judicial cuando éstas violan principios constitucionales.

La alternancia fortalece sobre todo al poder ciudadano. Al saber que sus votos pueden influir en el cambio de gobierno, los ciudadanos se sienten más motivados para participar en las elecciones y expresar su opinión. Los ciudadanos deben de tener el control de los partidos y no al revés.

Es cierto que en los pasados cinco años el PAN y el PRI hicieron muy poco para ganar las próximas elecciones. No revisaron sus ideas, no formularon propuestas atractivas, no foguearon candidatos posibles, no sanearon sus propios partidos, no expulsaron a sus elementos impresentables, no hicieron una necesaria autocrítica. En estos cinco años Morena no hizo otra cosa que prepararse para la sucesión. Pero cometieron un gran error: no fortalecieron al partido, sigue siendo un movimiento supeditado a su caudillo.

Nada beneficiaría más a la vida política de México que votar en contra del partido en el gobierno. Votar por la candidata oficial es votar por el estancamiento, y éste produce veneno.

Fuente: elfinanciero

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