Surgidos a mediados de la década de los años sesenta del siglo pasado, los traficantes de migrantes han evolucionado: dejaron de ser los polleros que cruzaban la frontera entre México y Estados Unidos, seguidos por pequeños grupos de personas en fila india —a cambio de unos dólares—, a temidas redes criminales locales e internacionales, que, si bien, siguen apoyando a migrantes, que buscan llegar a Estados Unidos, también los secuestran, extorsionan, asaltan o abandonan a su suerte.
Se trata de la especie de caza localizada en la cima de la cadena alimenticia de corrupción y transgresión que constituye la migración ilegal. Durante los últimos 30 años, han sido los únicos beneficiados, y a manos llenas, por la política migratoria, basada en la “prevención, mediante la disuasión”, implementada por el gobierno de Estados Unidos y que ha colocado a las personas en tránsito, en una delicada situación de constante victimización.
¿Cuándo aparecieron?
Al finalizar el programa Bracero (en 1964), mediante el cual se reguló el trabajo temporal de mexicanos en Estados Unidos, esos singulares “prestadores de servicios”, comenzaron a hacerse famosos en la frontera norte de México. Se les conocía como polleros (en Tijuana), coyotes (en Sonora y Coahuila), pateros (en la zona del río Bravo en Ciudad Juárez) o enganchadores (en estados ubicados en los caminos que conducen hacia el norte). Se dedicaban a ayudar a cruzar, de manera ilegal, a migrantes mexicanos y extranjeros al otro lado de la línea internacional.
A partir de 1994, cuando inició operaciones la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, se hizo más necesario acudir a la ayuda de esas personas en la pasada, pues los migrantes se vieron obligados a irse por caminos más peligrosos.
Desde aquellos tiempos, como ahora, se oía hablar de traficantes de ilegales que cumplían con su palabra y ayudaban a sus clientes, pero también que algunos abusaban de ellos.
Al respecto, Alberto Cabezas Talavero, vocero de la Organización Internacional para las Migraciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), dijo que, quienes no pueden migrar de forma regular, a veces tienen que confiar en grupos de polleros y pueden toparse con organizaciones que se dedican a la trata y al tráfico de personas que los pueden engañar.
En entrevista, el funcionario del organismo mundial, dijo que esos dos delitos, les preocupan mucho a las organizaciones que tienen como causa apoyar a los migrantes, “porque eso sigue ocurriendo”.
“Te lo voy a decir de forma más clara: donde los Estados no llegan y no ofrecen soluciones para las personas migrantes, esos espacios son cubiertos por grupos criminales, organizaciones delictivas y ahí hay un riesgo muy grande para las personas, que pueden ser víctimas de extorsión, secuestro, fraude, incluso llegar a perder la vida”.
Para el funcionario de esa organización mundial, el panorama es complicado, porque se están beneficiando del considerable incremento de migrantes que actualmente ocurre. “La migración es un negocio para los grupos criminales y entraña un riesgo tremendo para las personas, da igual el grupo que sea”.
Asimismo, subrayó: “a veces pueden ser organizaciones que se dedican a varias actividades y una de ellas es todo lo que tiene que ver con secuestro o extorsión de personas migrantes. Eso lo vemos en México, en Centroamérica. A veces, son proveedores de servicios, pero pueden cobrarte de más, pueden extorsionarte, pueden engañarte y abandonarte”.
¿Cuántos son?
En 2003, se calculaba que había en México alrededor de 120 organizaciones de polleros, aunque algunos reportes oficiales hablaban de unas 400, según lo consigna el documento titulado “Movimientos transfronterizos México-Estados Unidos: Los polleros como agentes de movilidad”, publicado en mayo de 2007, por la revista académica Confines, del Tecnológico de Monterrey.
En 2021, el senador Manuel Añorve, al presentar una iniciativa para incrementar las penas de cárcel para los traficantes de migrantes, dijo que operan en México alrededor de 400 organizaciones de traficantes de personas.
¿Cuánto ganan?
Lo cierto es que se trata de un negocio jugoso, cuyas ganancias han escalado exponencialmente: En 2005, algunos cálculos de investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), señalaban que, los traficantes de migrantes obtenían ganancias superiores a los 10 millones de dólares de aquella época.
Actualmente, de acuerdo con cálculos de la organización Insight Crime, el tráfico ilegal de migrantes genera ganancias por más de 12,000 millones de dólares al año.
Para Alberto Cabezas Talavero, “lo que debe quedar claro es que la migración es un negocio para los grupos criminales, pero, lo delicado es que entraña un riesgo tremendo para las personas”.
¿Por qué se volvieron tan necesarios?
Según el análisis titulado “Consecuencias impensadas: cómo la política migratoria estadounidense fomenta el crimen organizado en la frontera México-Estados Unidos”, elaborado por InSightCrime, las políticas de prevención mediante la disuasión implementadas por el gobierno estadounidense, han creado un mercado negro de tráfico de personas cada vez más lucrativo.
Destaca que, en 2019, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés), anunció los Protocolos de Protección al Migrante (MPP, por sus siglas en inglés), mejor conocidos como la política “Quédate en México” y fue la más reciente de una serie de iniciativas realizadas a lo largo de décadas por parte de sucesivas administraciones republicanas y demócratas, para frenar la migración, imponiendo trabas crecientes al ingreso de los migrantes a Estados Unidos y su permanencia en el país.
El problema es que dichas políticas han tenido numerosas consecuencias no deseadas, como el fortalecimiento de las organizaciones criminales a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México. A medida que han aumentado los riesgos, han subido los precios, y los migrantes han comenzado a pasar por corredores menos transitados.
Esos ajustes en la política migratoria coincidieron con un cambio en el negocio de las organizaciones delictivas dedicadas al tráfico de drogas.
Por su parte Irineo Mujica Arzate, director de Organización de Pueblos sin Fronteras, explicó que, al caer la demanda de mariguana y la amapola, ante el auge de las drogas sintéticas, las bandas delictivas incursionaron en otras actividades y vieron en los migrantes una oportunidad para hacer negocio.
“Anteriormente, el crimen organizado cobraba cuotas por dejar pasar a los polleros por los territorios que controlan, pero ahora controlan los pasos de migrantes, especialmente en las fronteras.
Llamó la atención en que la presencia de esas organizaciones traspasa fronteras y puso como ejemplo que el Cártel de Sinaloa es quien controla el paso en el temido Tapón del Darién, un tramo entre Colombia y Panamá.
Además, destacó que, debido a lo jugoso del negocio para las organizaciones criminales, ya se lo disputan entre bandas de delincuentes.
Hay evidencia que las redes criminales transnacionales han asumido un mayor control sobre este tipo de actividad y han remplazado el tráfico de personas da carácter personalizado y comunitario que existía antes.
¿Qué caminos de migrantes controla la delincuencia organizada?
De acuerdo con InSightCrime, actualmente en las rutas que siguen los migrantes desde el sur de México, hacia la frontera con Estados Unidos, hay presencia de las siguientes organizaciones criminales:
- Cártel de Sinaloa. A través de diferentes facciones que operan en Baja California, Sonora, Chihuahua y Nuevo León
- Cártel Jalisco Nueva Generación. En Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, San Luis Potosí y Tamaulipas
- Cártel de Caborca. En Sonora
- Cártel del Golfo. En Tamaulipas
- Cártel de Juárez. En Chihuahua
- Cártel del Noreste (facción de Los Zetas). En Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila
- Zetas. En Tamaulipas.
Lo grave, señala, es que las políticas de inmigración del gobierno de Estados Unidos han brindado más oportunidades para que los grupos del crimen organizado victimicen a los migrantes.
En particular, dichas políticas han creado un cuello de botella en la frontera entre Estados Unidos y México, donde los migrantes se ven obligados a permanecer, mientras se determina si son elegibles para recibir asilo o contemplan formas alternativas de ingresar al país.
Como resultado, se han vuelto bastante vulnerables a la extorsión y el secuestro.
En ciudades como Nuevo Laredo, Tamaulipas, subraya el informe de InSightCrime, “no hay lugar seguro. Allí, los viajeros deben tener lo que se conoce como la clave, una contraseña, que confirme que pagaron por la autorización para permanecer en la ciudad y atravesar la frontera. Quienes no la tienen son secuestrados. Los rescates pueden elevarse hasta 10,000 dólares.
Irineo Mujica Arzate, dijo que la mayor parte de los migrantes no ocupa los “servicios” de los polleros, porque no tienen dinero para eso; sin embargo, hay puntos en donde es indispensable pagarles para que los dejen pasar.
Según el activista, para pasar por El Darién, las cuotas por la pasada van de los 50 a 60 dólares por entrar y de entre 100 y 500 dólares para salir.
En Panamá, relata, nadie quiere a los migrantes y lo que hacen los panameños es asegurarse que no se salgan de las rutas y continúen lo más rápido posible su camino hasta llegar a Costa Rica, donde ocurre algo similar, incluso facilitan autobuses para llegar a Nicaragua, lugar en el que pagan otros 150 dólares para entrar a Honduras, donde generalmente obtienen salvoconductos para arribar a Guatemala, y tienen que hacer distintos pagos a policías o criminales para poder llegar a México.
Dijo que la parte más peligrosa del viaje es cruzar México. “Ni siquiera El Darién, que es un infierno” al que se tardan en pasar tres días. “En México son meses y ahí están los secuestradores, gente con machetes, con armas de fuego”. “Ahora, en México, el crimen organizado tiene luz verde para operar inhumanamente”. Los tramos más temidos son Veracruz, San Luis Potosí, Durango y Tamaulipas. Es la tierra de esos alacranes a los que les han salido alas.
Fuente: eleconomista