Nemesio Oseguera, el nuevo Chapo

Estados Unidos señala al líder del Cartel Jalisco Nueva Generación, llamado El Mencho, como heredero del poder criminal de Joaquín Guzmán

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Pasados los 50, Nemesio Oseguera ha llegado a la cumbre de su carrera criminal, un lugar reservado para los grandes enemigos de los Gobiernos estadounidenses, como antes El Chapo Guzmán o Pablo Escobar. Señalado como líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Oseguera, conocido en México como El Mencho, se convirtió el pasado miércoles en el criminal más buscado por Washington. El Departamento de Justicia ofrece hasta 10 millones de dólares por pistas que ayuden a atraparle. La agencia antidrogas estadounidense (DEA, en sus siglas en inglés) ha capturado a cientos de integrantes de su organización en apenas unos meses. Solo este miércoles pasado fueron más de 200. Pero, ¿quién es El Mencho? Y, ¿por qué lo quieren atrapar ahora, 30 años después de que se iniciara en el tráfico de drogas?

Según la acusación del Departamento de Justicia de EE UU, Oseguera dirige el Cartel Jalisco ―o su versión embrionaria― al menos desde el año 2000 y ha logrado expandirlo a la mayoría de los Estados de México y a varias ciudades de Estados Unidos. Sus primeros pasos en el tráfico de drogas los dio, sin embargo, bastante antes. Nacido en Michoacán en 1966, El Mencho fue detenido en California entre finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, por traficar con heroína. Cumplió varios años de cárcel y fue deportado.

El México al que volvió estaba patas arriba. En 1985, el agente de la DEA Enrique Camarena, Kiki, había sido asesinado en Guadalajara. En 1989, las autoridades arrestaron al sinaloense Miguel Ángel Félix Gallardo, un antiguo policía judicial federal metido a narcotraficante, que había hecho dinero al amparo del Estado, todavía en manos del PRI. Gallardo hizo de Guadalajara su base hasta que fue detenido. La presión de Estados Unidos por el asesinato de Camarena fue clave en su captura. En 1994, la justicia mexicana lo condenó a 40 años por varios delitos.

Tras su caída, El Chapo Guzmán y sus secuaces, colaboradores de Gallardo, no tardaron en pelearse con otros integrantes de la organización. En 1993, el cardenal Juan Jesús Posadas murió asesinado en el aeropuerto de Guadalajara. Fue un ataque producto de la batalla entre Guzmán y otros viejos aliados de Gallardo. En junio, las autoridades mexicanas detuvieron por primera vez a Joaquín Guzmán.

Nunca se supo quién mató al cardenal. El Chapo siempre dijo que sus enemigos lo confundieron con él. Los hermanos Arellano Félix, antiguos aliados de El Chapo, afirmaron que fue Guzmán quien confundió a Posadas con uno de ellos. Benjamín Arellano Félix llegó incluso a reunirse con un enviado del Vaticano y le entregó información sobre el asunto del cardenal para el entonces papa Juan Pablo II.

Sea como fuere, el enfrentamiento entre Guzmán y los Arellano Félix fue una de las primeras batallas modernas entre bandas de narcotraficantes en México. Y además mostraba varias características del mundo del hampa en el país. Primero, la cercana relación entre los traficantes de Sinaloa y el área metropolitana de Guadalajara. Y segundo, la complicidad entre las estructuras policiales y criminales.

En El Siglo de las Drogas (Plaza & Janés, 2005), Luis Astorga, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, repasa los acontecimientos de aquella época. Y dice: “Uno de los elementos de mayor visibilidad que conforman el campo del tráfico de drogas es la presencia y el papel clave jugado por comandantes o excomandantes de la antigua DFS [la policía política del régimen priista] y la PJF [la judicial federal, que había cobijado a Félix Gallardo], además de los agentes o exagentes de las diversas corporaciones policíacas”. No es muy difícil de entender entonces la primera fuga de Guzmán, en 2001, de la cárcel de Puente Grande, en Jalisco.

El Mencho creció profesionalmente al amparo de uno de los secuaces de El Chapo Guzmán, Ignacio Coronel. Con El Chapo de nuevo en la calle, su organización creció. Entre Michoacán y Jalisco, El Mencho aprendió el negocio. Se casó con Rosalinda González Valencia y se alió con sus cuñados. En 2010, Coronel murió en un enfrentamiento con el Ejército en Guadalajara y sus principales ayudantes fueron detenidos. El Mencho y sus cuñados, que se harían llamar Los Cuinis, empezarían su camino en solitario, fuera de la sombra de Sinaloa.

Escurridizo como El Chapo, Oseguera ha preferido las balas a los túneles. Entre marzo y agosto de 2012, Guadalajara sufrió narcobloqueos en varias ocasiones, siempre vinculados a la captura o al intento de captura de El Mencho y su gente. En marzo, las autoridades atraparon a su socio, Erick Valencia. En agosto, dieron con él.

La captura de El Mencho estuvo envuelta en una bruma extraña. Los periódicos informaron de su arresto, de los bloqueos y los enfrentamientos en Guadalajara y otros puntos del área metropolitana, pero a los pocos días, nadie sabía qué había sido del presunto narcotraficante. No lo presentaron ante los medios, como era habitual en los años del presidente Felipe Calderón en el poder (2006-2012). Por un tiempo no se supo qué pasó. Hasta que en 2015, un informe interno del Gobierno divulgado por el diario El Universal desveló que el Ejecutivo estatal de Jalisco había decidido soltarlo. La duda es si fue para evitar más bloqueos y enfrentamientos en la ciudad, como sucedió el año pasado en Culiacán, cuando el Ejército trató de arrestar a uno de los hijos de El Chapo Guzmán, o si se trató de otro tipo de acuerdo.

Desde entonces, El Mencho vive como un fantasma. Tan presente como ausente. Se han filtrado algunas fotografías suyas, presuntos audios de su voz donde da órdenes a policías. Una de las pocas certezas sobre él es que sigue libre. Y que, de acuerdo a la información que la DEA presentó el pasado miércoles , su capacidad logística se ha extendido a la mayoría de los Estados de México, desde donde fabrica y concentra drogas para mandarlas a EE UU.

Con dos de sus hijos en prisiones estadounidenses, las autoridades al norte del río Bravo apuntan ahora al padre. La pregunta ahora es si el Gobierno de México, que se ha mostrado reticente a perseguir a las cabezas de las organizaciones criminales, colaborará con sus vecinos.

Fuente: SIPSE

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