El presidente y su trenecito

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No hay duda de que el presidente López Obrador está obsesionado con su tren Maya, dos veces por semana habla de él en las mañaneras, todos los lunes presenta los avances y cada 15 días hace una gira de supervisión.

Sin duda es una obra impresionante que va a demostrar la gran capacidad que tienen nuestro país y sus ingenieros y trabajadores para hacer en un tiempo récord un tren de 1,600 kilómetros.

El problema del Tren Maya, como el del aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería Dos Bocas, es que no es seguro que logren los resultados esperados. El aeropuerto está prácticamente parado y lo usan solo los que no tienen otra alternativa. En el caso de la refinería, más allá de que su costo fue mucho mayor de lo proyectado, hasta ahora no ha refinado una gota de petróleo y no hay fecha para que pueda operar a la capacidad que se ofreció.

Espero estar equivocado, pero con el Tren Maya puede pasar algo similar, está proyectado que uno de cada 10 turistas que llegan a la zona de Cancún lo usen, lo cual es poco probable, y aun cuando esto se lograra, el costo de operación será mucho mayor que los ingresos que obtenga, sin contar con la recuperación de la inversión.

Hace unos días en una de las mañaneras el director de FONATUR, responsable del proyecto, dijo que los ingresos estaban asegurados porque transportaría gasolina, o sea en lugar de construir un gaseoducto se va a usar un tren de alta velocidad que va a costar más de 400,000 millones de pesos para transportar gasolina.

El Tren Maya con seguridad va a promover el desarrollo del sureste, pero había mejores formas de invertir estos recursos para desarrollar esos estados, que un tren que puede significar un alto subsidio para su operación. Este tipo de obras deberían hacerse con recursos privados, pero como lo más seguro es que sean un barril sin fondo, ningún inversionista privado se animó.

El presidente seguramente ha soñado toda su vida con tener un trenecito, un aeropuerto y una refinería, pero como comenté en mi colaboración de la semana pasada, el casi billón de pesos que se han invertido en estos caprichos del presidente podrían haber sido utilizados con mayor beneficio social en educación y salud, seguridad y en obras de agua, drenaje, vivienda, carreteras y transporte público, que hubieran creado condiciones de desarrollo y beneficiado a todas la ciudades y comunidades del país y a todos los mexicanos.

Una de las razones por las que no se ha logrado reducir la desigualdad y la pobreza en nuestro país es porque los gobiernos gastan en obras faraónicas en lugar de invertir en crear condiciones para el desarrollo y resolver las demandas básicas de la gente. Mientras no se logre un piso social parejo y condiciones para que la gente se desarrolle y tengan oportunidades, la desigualdad seguirá creciendo.

Los programas sociales son necesarios para subsidiar la pobreza, pero no son, ni serán, suficientes para eliminarla, si se mantiene la diferencia que existe en el acceso y calidad en educación, salud y servicios, entre la gente rica y la población pobre. En nuestro país ya no existe movilidad social, el que nace pobre va a morir pobre si no igualamos las condiciones sociales.

La principal prioridad del gobierno debe ser garantizar un piso parejo de arranque para todos y no canalizar tantos recursos a obras que no funcionan o que podría hacerlas el sector privado. La prioridad debe ser la gente y no las grandes obras para querer pasar a la historia.

El presidente no puede seguir haciendo lo que le da la gana sin consultar a nadie con los recursos del gobierno, tenemos que quitarle la chequera y dársela a los estados y sobretodo a los municipios, para que deje de hacer sus caprichos y deje de soñar con trenecitos.

eleconomista

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