Que se mueran los ricos

Nos gusta ver sufrir a los ricos, vetarles ese olimpo de comodidad y derroche. Si las mujeres facturan, que los ricos lloren

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Si los caballeros, al menos según Howard Hawks, las prefieren rubias, la ficción se decanta por los ricos. Por eso la pantalla le tiene alergia a los pobres y los planta, como en casi todas las ‘sitcom’, en pisos de ricos. Mejor, siempre, con ostentación. Luchar por comer o llegar a final de mes son tramas insignificantes en comparación con apuñalar a tu padre magnate por la espalda.

Como Pedro Sánchez con Ferrovial, la ficción necesita a los ricos: para exprimirlos, torturarlos o fisgar en su paraíso prohibido. Igual que en ‘La ventana indiscreta’ James Stewart, solo que él curiosea lo de abajo y los espectadores, desde la pantalla, lo de arriba. Para admirar sus lujos, la ostentación indebida.about:blank

Sus vicios, sus escándalos… todas esas cosas que parece que se hacen con mucho dinero. Para deleitarse con las miserias en las que, por fuerza, incurren. Como una manera moderna de susurrar en alto el ‘memento mori’ de los esclavos a los generales romanos tras el triunfo: «Recuerda que eres mortal», como nosotros.

Disfrutamos tanto de su desvergonzada inmoralidad como del oprobio que es verles hacer el ridículo. De ver a un puñado de ‘nepobabies’ rozar el poder, como en ‘Succession’, para que se les prive del mismo al segundo. No por casualidad un ‘indio loco’ de Roald Dahl pasa a ser alguien ‘ridículamente rico’ en la revisión adaptada a las nuevas sensibilidades de ‘Matilda’. Más que conciencia de clase, todo es por envidia, ‘vendetta’ del proletariado. Para que luego digan que no hay placeres culpables. No es que la serie de la familia Roy, que a finales de marzo emprende el principio del fin de su lucha intestina en HBO, sea una excepción a la regla sino la norma misma. Sus brillantes líneas de guion han puesto en la palestra las patéticas diabluras de esos ricos aburridos de serlo.

Tanto como de moda está eso de meterlos en un barco y llevarlos a una isla. Alguno, o todos, mueren. Pasa en ‘El menú’, en la secuela de ‘Puñales por la espalda’, en ‘El triángulo de la tristeza’ y en la segunda entrega de ‘The White Lotus’. Nada que no inventara antes ‘Supervivientes’, donde un grupo de selectos famosos, no siempre adinerados, atraca el yate para tirarse de un helicóptero y, en lugar de morir, piden rápido la vuelta a España. La moraleja es la misma. Nos gusta ver sufrir a los ricos, vetarles ese olimpo de comodidad y derroche. Si las mujeres facturan, que los ricos lloren. O mueran.

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