Cómo analizamos la información política

Carl Bernstein, periodista estadounidense que descubrió el escándalo Watergate.

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El papel de los medios de comunicación en los procesos políticos en todos los países está ampliamente documentado, pero ha tenido una transformación importante en las últimas décadas, como resultado de procesos, en ocasiones antagónicos, que cambian las características de los medios y su capacidad de rendición de cuentas, la credibilidad que grupos diferentes de población le dan a los medios y por cambios en la capacidad de la mayoría de la población para distinguir información con componentes de veracidad, de aquella que es notoriamente falsa.

Por un lado, a nivel mundial algunos medios han abandonado prácticamente de manera absoluta cualquier noción de compromiso con la veracidad y responden más a agendas ideológicas específicas de quienes los controlan, típicamente desde los externos del espectro político.

Adicionalmente, ante la crítica por la real o parcial manipulación de información de los medios masivos en el pasado, han surgido sin mucha crítica, medios alternativos que se presentan a sí mismos como los únicos heraldos de una información no comprometida; cuando mayoritariamente en los hechos se vuelven los mayores difusores de información no corroborada, falsa o responden abiertamente a agendas políticas determinadas.

Un problema fundamental estriba en que frecuentemente asumimos que las personas son capaces de distinguir información falsa de la que no lo es, o que es en alguna medida capaz de distinguir los matices entre los distintos tipos de información y opiniones específicas de los medios que las difunden.

En el estudio Is Journalistic Truth Dead?, de Angelucci y Prat, se trató de investigar los patrones de información particularmente en Estados Unidos y establecer un modelo que permitiera identificar si las personas son capaces de manera confiada, de identificar información mayoritariamente verdadera, de aquella que es falsa y fabricada.

Se encontró que variables socioeconómicas, como edad, género, ingreso, nivel educativo, son determinantes en qué tan informada o desinformada se encuentra la población. También concluye que los votantes indecisos típicamente están vinculados con los mismos grupos socioeconómicos que tienden a tener menos información, sobre noticias respecto de los temas políticos relevantes y son a la vez más vulnerables a campañas dirigidas de desinformación; en parte por acceso a diversas fuentes o por recursos de tiempo que puedan dedicar a acceder a información.

Al margen de lo anterior, un efecto que hoy vemos en la política mundial y por supuesto México no es la excepción, es que, en el afán de atraer simpatizantes a sus causas, prácticamente todas las fuerzas políticas incurren en prácticas que utilizan distintos medios formales o informales para la divulgación de posiciones, que claramente incorporan en mayor o menor medida elementos de información falsa, lo que propicia que, a través del espectro político, la discusión de los temas pierde objetividad y se centra en aspectos que claramente no reflejan realidades específicas, positivas o negativas, de los candidatos y grupos en contienda.

Ello es un reto porque la estridencia y la manipulación prevalecen e impiden tanto la generación de acuerdos como la presentación de soluciones adecuadas y objetivas a los problemas.

Fuente: eleconomista

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