Salud mental

En EU aumentan los que requieren ayuda médica para combatir la soledad, las adicciones u otros padecimientos mentales. Por eso resulta extraño que no aumente el gasto en salud mental.

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La sociedad estadounidense ha experimentado cambios dramáticos en el último medio siglo. Gracias a los avances de la ciencia, los americanos viven más años con mejores satisfactores.

Al mismo tiempo, aumentan los que nunca se casan o lo hacen después de los 40; las parejas sin hijos o con uno solo; los que se divorcian, incluso después de 30 años de matrimonio.

En 1940 los hogares en los que vivía una sola persona sumaban apenas 8%. En 1970 ya eran 18% y hoy son casi 30%. En las grandes ciudades de la costa occidental llegan a ser 40% y en Manhattan la mitad de las viviendas únicamente tiene un habitante.

Cada vez son menos los que viven solos por haber quedado huérfanos o viudos. A muchos les gusta el estilo de vida individualista, con pocas responsabilidades. Sacrifican su instinto gregario por la posibilidad de gastar todo su ingreso en lujos, viajes y caprichos.

En la serie de televisión Seinfeld, situada en Nueva York, casi todos los protagonistas viven solos y aparentemente son felices. En la realidad, el aislamiento social tiene altos costos para las personas y para la sociedad. En esa urbe y en todo el país aumentan los que requieren ayuda médica para combatir la soledad, las adicciones u otros padecimientos mentales.

Poco gasto

Por eso resulta extraño que no aumente el gasto en salud mental. Mientras que el presupuesto de salud creció de cinco a 20 por ciento del PIB entre 1960 y 2022, lo que se destina a ese rubro es uno por ciento del PIB desde 1975.

En parte eso se explica porque instituciones que no son de salud acaban atendiendo problemas mentales. Por ejemplo, la policía interviene en conflictos domésticos y la asistencia social se hace cargo de quienes no tienen dónde dormir (y que mayoritariamente son adictos a sustancias).

El principal factor es el cambio tecnológico. Mientras que en el tratamiento de otras enfermedades se han introducido dispositivos y procedimientos intensivos en capital, los padecimientos mentales se siguen abordando con consultas médicas y medicamentos de prescripción.

Además, las nuevas terapias para condiciones mentales típicamente ofrecen pocas ganancias en eficacia. Aunque se reconoce que han generado mejoras en la adherencia y tolerancia al tratamiento y han reducido los efectos secundarios.

No obstante que la farmacología mostró considerable innovación antes del año 2000, muy pocas nuevas clases de drogas se han introducido desde entonces.

Las compañías farmacéuticas avanzan ahora con mucha cautela. Están pagando multas y demandas por haber inducido a miles de pacientes a consumir barbitúricos hasta caer en la adicción. Sustancias tan potentes como el fentanilo se recetaban alegremente porque la Big Pharma ocultaba las consecuencias.

Los costos incluso se han reducido porque durante las pasadas cinco décadas se produjo una sustitución de los insumos institucionales y humanos que previamente se utilizaban.

En 1975, 65% del gasto en salud mental iba a hospitales y asilos. Hoy sólo se dirige a esos establecimientos 31%. Hasta casos graves son hoy tratados con fármacos.

Por otra parte, el precio de la psicoterapia, prevalente para enfrentar la ansiedad y la depresión, ha venido cayendo. Antes los psicoterapeutas tenían especialidades y doctorados. Hoy se aceptan muchos tipos de proveedores (trabajadores sociales, consejeros, psicólogos) con mucha menor preparación. La naturaleza y calidad de los tratamientos es muy variable.

También abarata el costo el hecho de que dos tercios de los cuidados de salud mental son pagados con fondos públicos, mediante programas ajustados a presupuestos fijos.

Independientemente de su costo, el sistema estadounidense de salud mental es disfuncional. Hay subinversión en capacidad para tratar casos serios. Muchos con condiciones tratables no reciben el apoyo adecuado.

En cambio, se gasta demasiado en millones que realmente no tienen enfermedad alguna. Les faltó educación del carácter para enfrentar los problemas normales de la vida y no tienen cerca familiares o amigos que los escuchen. No necesitan pastillas sino compañía.

La enfermedad mental, que alguna vez fue un estigma, hoy es moda. Los padres presumen que sus hijos sufren de déficit de atención en la escuela, cuando en realidad son ellos los que no les prestan adecuada atención a sus pequeños en casa. No requieren píldoras que los atonten sino orientación y cariño.

Son realidades para considerar, ahora que en México se ha presentado un nuevo programa de salud mental.

Fuente: elfinanciero

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