La Nobel birmana Aung San Suu Kyi, condenada a otros cinco años por la golpista Junta militar

La sentencia deriva de cargos contra ella por supuestamente aceptar sobornos por valor de 565.000 euros en efectivo y barras de oro por parte de un ex ministro principal de Yangón

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Suma y sigue en la persecución del régimen militar birmano para condenar de por vida a la antigua dirigente y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, derrocada por el golpe de Estado que dio el Ejército en febrero del año pasado. Detenida desde entonces, ha sido acusada de todo lo que se le ha venido a la cabeza a las nuevas autoridades, desde incitar a la rebelión hasta contrabando de «walkie-talkes» o romper las normas del Covid, y está siendo procesada en una serie de juicios a puerta cerrada y sin las mínimas garantías.

En el último de ellos, este miércoles le han caído otros cinco años más de cárcel por corrupción, supuestamente por aceptar un soborno del anterior alcalde de Yangón (Rangún) cifrado en 600.000 dólares (565.000 euros) en efectivo y lingotes de oro.

Según informaron a la BBC sus abogados, ni siquiera ellos habían podido reunirse con «La Dama», como es popularmente conocida Aung San Suu Kyi.

Con esta sentencia, acumula ya once años entre rejas, ya que en diciembre fue condenada por rebelión y en enero por quebrantar las restricciones contra la pandemia y usar unos «walkie-talkies» introducidos ilegalmente en el país. Pero no se acaba ahí la persecución contra ella porque todavía se enfrenta a otros diez cargos por corrupción, cada uno con una pena máxima de 15 años de prisión, así como por fraude electoral y violación de secretos oficiales. En total, Suu Kyi podría ser sentenciada a más de 190 años de cárcel. Como tiene ya 76 años, el objetivo de la Junta militar es quitarla de la circulación y acabar con su enorme popularidad en Myanmar (nombre oficial de la antigua Birmania).

Debido al golpe de Estado y la brutal represión del Ejército para acabar con las protestas de la población, que han costado 10.000 detenidos y 1.800 muertos, el régimen birmano ha sido unánimemente criticado por las democracias occidentales, pero sigue contando con el apoyo explícito de potencias autoritarias como Rusia y China.

Al mando el general Min Aung Hlaing, el Ejército le arrebató el poder a Aung San Suu Kyi, líder «de facto» del Gobierno birmano, después de que su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), arrasara en las elecciones de finales de 2020, las segundas que se celebraban de forma libre tras las de 2015. Dichos comicios suponían la consolidación de la democracia después de seis décadas de dictadura militar, pero los militares alegaron un fraude electoral que no detectaron los observadores internacionales. Para el Ejército, humillado por la derrota de su partido en las elecciones, cualquier excusa era válida para retomar el poder en el país y volver a derrocar a «La Dama».

Arresto domiciliario

Nacida en 1945 en la élite de Rangún, la antigua «mujer fuerte» de Birmania es hija del general Aung San, héroe de la independencia asesinado cuando ella tenía solo dos años. Educada en los mejores colegios y en Oxford, trabajó en la ONU, donde conoció a su marido, el profesor británico Michael Aris, con quien tuvo dos hijos. Al volver a Birmania para visitar a su madre enferma en 1988, en plena revuelta contra el dictador Ne Win, tomó el testigo del movimiento democrático y ganó las elecciones de 1990, anuladas por la Junta militar.

Aung San Suu Kyi se pasó bajo arresto domiciliario una década y media que la separó de sus hijos y le impidió despedirse de su marido antes de que este falleciera de cáncer en 1999. Por todos estos sacrificios que hizo en su lucha por la democracia, fue galardonada con el Nobel de la Paz en 1991. Pero no dudó en abrazar el pragmatismo y renunciar a sus principios cuando su partido ganó las elecciones de 2015 y se hizo con el poder en Birmania. Así se lo había dejado claro a ABC en una entrevista nada más ser liberada en 2010, cuando abogó por tener buenas relaciones con China y reconoció que los intereses económicos estaban por encima de los políticos.

En los últimos años, y pese a seguir contando con un apoyo mayoritario en su país, su imagen se ha resentido en el extranjero por sus críticas a los musulmanes, odiados sin disimulo en la budista Birmania. En diciembre de 2019, y sin que tuviera necesidad de hacerlo, acudió al Tribunal Penal Internacional de La Haya para negar la persecución sobre los rohingyas (pronúnciese ‘rojinga’), que la ONU ha calificado de «limpieza étnica». Icono de la lucha por la libertad y luego cómplice de genocidio, Aung San Suu Kyi vuelve a convertirse en mártir de la democracia con esta nueva persecución que podría llevarla a la cárcel hasta su muerte.

Fuente: ABC

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