Aunque a lo largo de los años perdemos muchas cosas, mantengamos la Navidad como algo brillante; regresemos a la pureza de nuestra fe infantil. Esa fe que nos llenaba de alegría el alma y nos impulsaba a poner el nacimiento y cantarle villancicos al Dios Niño que nos llenaría de amor, paz, armonía y felicidad.

Para los de nuestra generación era una época bella, hermosa, porque nuestros padres nos enseñaron que el tener una familia unida era una bendición, el mayor tesoro que podíamos poseer, ya que había muchos niños sin padres que los cuidaran y protegieran y sin hermanos con los que pudieran jugar.

Desde que comenzaba diciembre cada noche entonábamos un canto contemplando al Niño que estaba en el pesebre arrullado por su madre, la Virgen María y su padre, San José.

Son tantos recuerdos los que vienen a mi mente cuando comienza diciembre, tantos momentos que llenan mi corazón de agradecimiento por todas las navidades que pasé junto a mis padres, que hoy desde el cielo me acompañan en los festejos para recibir al Niño Dios. Siempre me lleno de nostalgia y pienso que nos hizo falta tiempo para compartir con ellos muchas navidades más y, cuando me quedo mirando la estrella de Belén sueño que siento el calor de sus cuerpos, las caricias de sus manos, y que junto con mis hermanos cantamos escuchando el sonido de sus voces, festejando un año más el gran tesoro del amor y la hermandad de Dios con toda la humanidad.

Éramos niños felices, sólo pedíamos un regalo que los tres Reyes Magos dejarían el seis de enero en casa, porque en España, Santa Claus no es tradicional. Los que un día se postraron ante el Niño Jesús, depositando a sus pies oro, incienso y mirra, son los que les llevan a los pequeños sus regalos. Tiempos maravillosos que atesoramos en nuestra mente infantil, que guardamos y protegemos de la tecnología y el consumismo que le han dado otro sentido a la Navidad y nos han robado la excelsa experiencia de convivir y compartir con los demás el nacimiento del Niño Jesús.

Hay que rescatar las tradiciones antiguas, enseñarles a nuestros pequeños que Navidad son todos los días del año, que se queda a vivir dentro de nosotros llenándonos de amor, paz y esperanza. Que es celebrar la vida cada amanecer porque Él nació para dárnosla.

Que no solo es para recibir regalos, sino también para dar a los más necesitados. Ser un buen ejemplo como padres para todos ellos que nunca dejan de mirarnos y observarnos, llevarlos a compartir uno de sus regalos con los niños que viven en los orfanatos; plantar semillas de bondad, generosidad, misericordia, tolerancia, perdón, amor, hermandad, en sus corazones para hacerlos mejores personas, que irán floreciendo con los años convirtiéndolos en hombres y mujeres sensibles y humanos.
La Navidad se ha vuelto una equivocada costumbre que todos seguimos sin darnos cuenta que hay muchas cosas que no le dan el verdadero significado. Nos sentimos felices por el aguinaldo, por comprar el árbol de moda con las nuevas luces que lo adornan y que acaban de salir al mercado. Comprar una montaña de regalos para los hijos que la mayoría de las veces los dejan tirados y sin estrenar. Sin ponernos a pensar que esta costumbre puede llegar a tener una fuerza superficial que se va a quedar grabada en los recuerdos de nuestros pequeños.

La industria del mercado empujó a las familias a gastar sueldos completos o gran parte de él para comprar decoración y regalos, se ha convertido en una necesidad transformando esta fecha festiva en una materialista. Más que un acontecimiento espiritual, es un hecho comercial.

Muchos esperan diciembre para darle un abrazo a sus padres que no ven durante todo el año, a su hermano, a su amigo y desearles que el amor y la paz de Dios habite en sus corazones. La bulla y el alboroto, la alegría, la risa, el despilfarro, se enfrentan a la rabia, envidia y llanto de los que no tienen para adornar sus casas, para comprar un árbol, para hacer una majestuosa fiesta donde celebran todo, pero no hay un lugar separado para el invitado de honor, el gran ausente en muchos hogares. ¡El Rey de Reyes! Nuestro Señor Jesús. Se han olvidado que su corazón es el pesebre donde nació.

Navidad es Navidad, año tras año, cada uno lo seguirá viviendo a su manera y tú ¿Cómo la vivirás? La puedes vivir un solo día al año o todos los días del año. La decisión es tuya.

Sólo recuerda y nunca olvides, que el verdadero regalo de Navidad es que Jesús nazca en ti y tú en Él.

Fuente: POR ESTO!

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